
Mientras los aranceles anunciados el 2 de abril eran recibidos con pánico y consternación en todo el mundo, México celebraba. Junto con Canadá, quedó exento de los amplios aranceles “recíprocos” que impuso Estados Unidos. La presidenta Claudia Sheinbaum aclamó la exención como “buena para el país”. El peso mexicano subió, al igual que el mercado de valores del país.
Ese trato comparativamente dócil por parte del presidente Donald Trump supuso una ventaja comparativa. Incluso cuando, el 9 de abril, Trump suspendió la mayoría de esos aranceles recíprocos a una tasa inicial del 10%, México de nuevo quedó exento: la ventaja perduró.
Estados Unidos es el principal socio comercial de México, ya que recibe más del 80% de las exportaciones mexicanas, lo que equivale a poco menos del 30% del PBI mexicano. Esta cuota es mayor a la de cualquier otro mercado emergente. Aunque México sigue siendo vulnerable a las políticas volubles de Trump, por el momento tiene una oportunidad que aprovechar.
La primera guerra comercial de Trump con China, y luego la pandemia, incitaron a las empresas a reducir su dependencia de los proveedores chinos. Aunque México atrajo parte de ese comercio, otros países, en particular Vietnam, ganaron más. Pero ahora que Vietnam está envuelto en el torbellino de los aranceles recíprocos, muchos de los inversores que lo eligieron están lamentando sus decisiones. México, en cambio, se ve más atractivo que nunca.
En la actualidad, el 49% de las exportaciones mexicanas se transportan según los requisitos de origen del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), y siguen gozando de un acceso libre de aranceles. El resto está sujeto a un arancel del 25% que Trump anunció en febrero.
Sin embargo, este podría reducirse al 12% si México cumpliera una serie de criterios (confusos) en torno a la ralentización de los flujos ilegales de migrantes y fentanilo.
Además, algunos funcionarios y analistas calculan que otro 41% de las exportaciones mexicanas probablemente cumple con las normas del T-MEC, solo que antes no se molestaban en presentar pruebas porque podían entrar sin pagar aranceles de acuerdo con las directrices generales.
“Es una puerta que es relativamente fácil de abrir”, afirmó Ana Gutiérrez, del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), un centro de investigación en Ciudad de México.
Pero una gran excepción al régimen libre de aranceles para las mercancías que cumplen con las normas del T-MEC son los automóviles terminados, a los que Trump impuso un arancel del 25% sobre el contenido no estadounidense.
En la actualidad, los automóviles y camiones representan alrededor del 20% del comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, y el mismo arancel se aplicará a las autopartes una vez que se acuerde un mecanismo. El gravamen estadounidense sobre el acero y el aluminio tiene un impacto menor. En total, la tasa arancelaria efectiva sobre las exportaciones mexicanas es del 5% al 8%.
Esto llega en un momento delicado para la economía mexicana. Se contrajo en el último trimestre de 2024 y se prevé que vuelva a contraerse en el primer trimestre de 2025, con lo que el país entraría en una recesión. El banco JPMorgan Chase modificó su pronóstico de crecimiento para 2025 de una expansión del 0.4% a una contracción del 0.2%.
Las autoridades mexicanas seguirán presionando en Washington para que se reduzcan los aranceles y se consolide la ventaja comercial de México, mientras Sheinbaum intenta fortalecer la economía nacional.
El 3 de abril, la mandataria dio a conocer 18 nuevas medidas del Plan México, su principal iniciativa de desarrollo económico para reducir la dependencia exterior. Estas medidas incluyen propuestas para aumentar la autosuficiencia alimentaria y energética e impulsar la producción nacional en sectores estratégicos, desde el automotor hasta el de los semiconductores. Pero Sheinbaum tiene poco margen presupuestario. Muchos se preguntan cómo el gobierno podrá costear las inversiones previstas en este plan.
Los inversores extranjeros también actuarán con cautela, señaló Pedro Casas, de la Cámara Americana de Comercio en Ciudad de México. “Puede que seamos los ganadores iniciales, pero esto es un maratón, no una carrera corta”, afirmó.
La volatilidad es enemiga de la inversión: algunas empresas como Stellantis, la fabricante de automóviles, ya interrumpieron parte de sus operaciones en México. Y los problemas estructurales internos, como la debilidad del Estado de derecho, las infraestructuras deficientes y la próxima reforma al poder judicial, podrían frenar la inversión.
México también debe tener cuidado de no convertirse en una puerta trasera al mercado estadounidense. Tras los aranceles del primer mandato de Trump, las empresas chinas se apresuraron a trasladar su producción a México para aprovechar el acceso que otorga el T-MEC. Esto provocó una reacción bipartidista negativa en Washington. Ahora, México está creando un organismo de verificación de inversiones destinado a bloquear los acuerdos que puedan irritar a Trump.
Por mucho que se diga que el T-MEC salió ileso hasta cierto punto del torrente arancelario, no está fuera de peligro en absoluto. Trump quiere utilizar una revisión del acuerdo, prevista para 2026, para doblegarlo aún más a favor de Estados Unidos.
El hecho de que México y Canadá eludieran la última ronda de gravámenes “no se debe a que Trump reconozca a México como socio”, aclaró el analista comercial Diego Marroquín. “Se debe a la interdependencia que hemos construido”. Es decir, la misma interdependencia que Trump pretende deshacer.