(G de Gestión) Para algunos, Paul Hobbs es el “Steve Jobs del vino”, un título que él mismo no termina de aceptar, aunque su trayectoria de cuarenta años respalda esta analogía. A lo largo de su carrera, ha logrado más de diez calificaciones perfectas de 100 puntos en su portafolio de vinos (la máxima distinción en esta industria), posicionándolo en la cumbre de los creadores de vinos.
Tras graduarse como enólogo en la Universidad de California, Hobbs llegó a Mendoza, Argentina, en 1989 contratado como consultor por Nicolás Catena. Allí conoció el Malbec, una cepa poco valorada en ese entonces. Sin embargo, Hobbs vio su potencial y decidió investigar cómo mejorar su calidad. Aplicó técnicas avanzadas, como una selección rigurosa de viñedos, riego controlado y el uso de barricas de roble. Para 1992, ya tenía el primer Malbec moderno.
En 1998, fundó Viña Cobos, un proyecto donde tuvo plena libertad creativa para llevar al Malbec a un nuevo nivel. Así, transformó esta cepa, que había sido subestimada, en una de las variedades más codiciadas del mundo. Gracias a Hobbs, Argentina es reconocida hoy como la cuna del Malbec: una de las cepas más versátiles, elegantes y equilibradas que existen.
Actualmente, Paul Hobbs es propietario y enólogo de siete bodegas en distintos puntos del mundo: Paul Hobbs y Crossbarn (Sebastopol, California), Hillick & Hobbs (Finger Lakes, Nueva York), Viña Cobos (Mendoza, Argentina), Crocus (Cahors, Francia), Yacoubian-Hobbs (Vayots Dzor, Armenia) y Alvaredos-Hobbs (Galicia, España).
LEA TAMBIÉN: De Astrid&Gastón a un restaurante propio: la propuesta del chef Renato López
Estuvimos con él en el Hotel B, durante su breve visita a Lima, donde conversamos sobre su trayectoria y los vinos que produce en sus bodegas alrededor del mundo. La distribuidora Yichang, que trae su portafolio al Perú, lo invitó a conocer las nuevas propuestas gastronómicas de la ciudad.
¿Qué lo trae a Lima esta vez?
Perú es un mercado líder en gastronomía y un destino clave para los vinos. Personas de todo el mundo vienen aquí para disfrutar de algunos de los mejores alimentos, por lo que debemos estar presentes.
Entonces, ¿no se trata de la cantidad de vino que se vende en el mercado peruano, sino de la cantidad de personas que van a probar tus vinos?
Creo que es una buena manera de decirlo. Honestamente, no se trata solo de la cantidad. Claro, necesitas cierto volumen, porque si es demasiado poco, no tienes un negocio. Pero si creces demasiado, pierdes el enfoque en los detalles y la artesanía. Creo que se trata de encontrar un equilibrio. En Viña Cobos, por ejemplo, hemos limitado nuestra producción. No buscamos aumentar la cantidad; nuestro objetivo siempre es mejorar la calidad.
Creció en una familia granjera. ¿Qué te motivó a seguir una carrera en el vino?
Originalmente quería ser médico, específicamente cirujano. El vino no formaba parte de mi vida hasta que mi padre, al notar el desarrollo de la viticultura en Nueva York, sugirió convertir parte de nuestros huertos de manzanas en viñedos. Me hice cargo de ese proyecto, plantando viñedos durante los veranos mientras estudiaba en la universidad. Fue entonces cuando un profesor de botánica, que había trabajado en California, me invitó a un curso de apreciación del vino. Aunque mi madre no lo aprobaba al principio, mi padre lo permitió, y así comenzó mi camino en el mundo del vino.
LEA TAMBIÉN: Francesca Ferreyros: “Tomar la decisión de regresar a vivir a Lima fue lo que más me costó”
En tu carrera has trabajado en múltiples regiones. ¿Qué aprendiste en cada una?
La lección principal es que debes adaptarte a cada lugar. No puedes llegar e imponer tu forma de pensar, tu filosofía o tu manera de ser. Primero hay que aprender, escuchar, interactuar y entender si realmente puedes aportar algo. Siempre me pregunto: ¿qué puedo hacer para añadir valor? Eso me ocurrió en Argentina, en Francia y en todos los lugares donde he estado. Suelo llegar con la idea de decir que no, pero después de dos o tres días, termino diciendo que sí.
Hablando de Argentina, fuiste uno de los pioneros del Malbec.
No uno de los pioneros, el pionero. Que quede claro.
Antes de ir a Argentina, ¿habías escuchado sobre sus vinos?
Mis primeras impresiones se basaron en las opiniones de personas a las que respetaba en Estados Unidos: profesores y profesionales de la industria que habían estado en Argentina y decían: “Olvídate de Argentina, nunca vas a hacer buen vino allí”.
¿Qué te convenció del potencial de esta variedad?
A veces haces cosas solo porque te dicen que no se pueden hacer. En Argentina, incluso los propios argentinos decían que el Malbec no era una buena variedad, que era de bajo nivel y solo servía para mezclas. Catena opinaba lo mismo. Pero, más por curiosidad que por otra cosa, pensé: ¿Realmente tienen razón? ¿Realmente lo saben?.
¿Cómo sucedió el milagro?
No fui el único responsable del éxito, pero sí el pionero. Tom Stockley, un respetado columnista especializado en vinos, jugó un papel clave. Catena había traído desde Estados Unidos a cinco reconocidos escritores de vino para lanzar el nuevo Chardonnay que yo había creado. En ese momento, ya le había propuesto a Catena investigar el Malbec, pero no le interesó. Igual decidí hacerlo. Transformé un viñedo en Luján de Cuyo, cambiando cultivos y técnicas. Los resultados fueron sorprendentes, pero necesitaba barricas y no tenía dinero. Convencí a un amigo en Francia de que me prestara 10 barricas a cambio de ser su representante en Argentina. Así, logramos añejar el primer Malbec en 1992.
Cuando llegaron los periodistas para el lanzamiento del Chardonnay, aproveché la ocasión para mostrarles el Malbec. Al regresar a Estados Unidos, Tom Stockley escribió un artículo titulado Don’t Cry for Me, Argentina. Escribió sobre el Chardonnay, pero destacó: “La verdadera estrella de este viaje fue el Malbec. Y creo que será el futuro, como la variedad insignia del país”.
Ese fue un día divertido, pero yo no hice nada extraordinario; solo hice vino.
¿Y que pasó luego de esa publicación?
Tras la publicación, Catena reconoció la necesidad de un vino tinto. Nuestro importador insistió en que necesitábamos el Malbec. Me pidieron crear una nueva marca, ser el importador y tratar de convencer a los estadounidenses. Si tenía éxito, lo incluirían bajo la etiqueta Catena. Así nació Álamos, que lancé en el mercado estadounidense en 1994.
Es una historia increíble…
Hasta ese momento, creo que los estadounidenses no sabían ni siquiera dónde estaba Argentina. Cuando hablaba con los importadores en Nueva York, Washington o Florida, después de explicarles sobre el Malbec y Argentina, solían preguntar: “¿De qué parte de Chile dijiste que era esto?” Hasta que finalmente me dijeron: “Envíame tres cajas”. Cuando el vino llegó, aproximadamente un mes después, recibí una llamada de un distribuidor: “No sé quién eres, Sr. Hobbs, pero solo quiero decirte que probé tu Malbec y es fantástico”. Luego nos pidieron un pallet y así fue como creció. No tenía dinero para publicidad ni para marketing. Simplemente cogía el teléfono y hablaba con los distribuidores.
Te han llamado el “Steve Jobs del vino”. ¿Cómo tomas esa comparación?
Algunas personas dicen que no es tan positivo que te comparen con él, pero creo que quien lo dijo lo hizo como un cumplido. Porque alguien podría interpretar esa comparación sugiriendo que Steve Jobs no era una buena persona o que no trataba bien a la gente. Es difícil comparar a alguien con Steve Jobs; es como compararlo con Einstein, Isaac Newton o Mozart. No creo que yo haya hecho ese tipo de trabajo, pero sí he logrado cosas y he llegado a lugares a los que casi ningún otro enólogo iría. Así que no es exactamente lo mismo, pero está bien. No sé si hay una mejor analogía.
También ha explorado en otras regiones no convencionales, como Armenia. ¿Qué lo inspira a trabajar en estas regiones emergentes?
Me gusta ir a lugares que tienen un valor histórico o algo que ofrecer al mundo. Pero si nadie hace nada, permanecerán en la oscuridad y nadie los reconocerá. Decidí ir a Armenia porque veía que podía ayudar a iluminar su potencial. Cuando llegué, ya no era una región vinícola, sino productora de coñac. Había perdido toda conexión con el vino, pero aún conservaba una gran historia. Hago vinos para las personas aventureras, aquellas que quieren explorar, aprender, descubrir, crecer y expandirse.
¿Cómo definirías un vino exitoso después de toda tu experiencia?
Es controversial, porque el éxito, como sabes, puede medirse de muchas maneras. A veces, el éxito radica en que un vino sea apreciado por otros. Otras veces, hay factores que le dan belleza, como la historia detrás de él, la familia, las dificultades, las pruebas. El vino es como la historia de la vida. Pero para mí, el éxito no se mide en puntuaciones. De hecho, me parece triste que evaluemos los vinos con un número. Tiene su valor, pero no es eso lo que busco.
LEA TAMBIÉN: Más allá del panetón: las otras alternativas de postres en la noche de Navidad
¿Qué consejo le daría a los jóvenes enólogos que buscan innovar?
Cuando se trata de innovación, todo se basa en tu pasión personal. Así que sigue lo que te dice tu corazón. No dejes que nadie te detenga.
¿Hay alguna región o variedad con la que no haya trabajado aún y que le gustaría explorar?
Sé que suena tonto decir que no, pero esa es la respuesta. No significa que no lo haría, pero no tengo un deseo ardiente. Y debo señalar que, realmente, ninguno de los lugares con los que estoy trabajando hoy –Armenia e incluso España– son lugares a los que yo hubiera ido por mi propia voluntad. No soy tan aventurero después de todo.
¿Cuál fue tu impresión inicial sobre Sudamérica y cómo ha cambiado con el tiempo?
Creo que hemos visto el crecimiento de la gastronomía. Argentina, como país, siempre me pareció muy cosmopolita, con una sofisticación europea, por decirlo de alguna manera. Pero ahora, al mirar al Perú, veo que su gastronomía está entre las mejores del mundo. Gastronomía, alta cocina, vino... todo está realmente interconectado. Hemos visto cómo esta industria se ha unido y trabajado junta para crecer, lo cual ha sido positivo para todas las personas que viven en esta parte del mundo. Económicamente ha sido beneficioso. Pero, al final, se trata de elevar la experiencia de vida. Y creo que ahora sabemos que la gente está viniendo a Sudamérica para vivir esta experiencia.
¿Crees que ahora la gente está más abierta a experimentar con nuevas variedades o métodos?
Yo soy de la generación de los llamados baby boomers. Pero, digamos, tus hijos o los míos querrán alejarse de lo que hicieron sus padres y hacer algo diferente. Querrán trazar su propio camino y crear su propia historia. Querrán mantenerse conectados, pero también construir su propia identidad y diferenciarse. Es la naturaleza humana y creo que es la forma correcta. Eso mantiene las cosas frescas. Buscarán extremos, nuevas variedades, saldrán a lo desconocido. Tienen que hacerlo, de lo contrario, no habrán innovado ni creado nada nuevo. Nada se gana sin arriesgar.
¿Ese es tu consejo?
Tienes que tomar riesgos. Y si fracasas, aprendes. Eso es, en realidad, lo mejor que te puedo enseñar. He encontrado que el mundo es muy solidario con aquellos que toman riesgos. Siempre puedes equivocarte. El mundo no te dejará fallar, pero tienes que perseverar. Si no te gusta el fracaso, entonces vete a casa y mira televisión. Pero, si ves el fracaso como una forma de volverte más fuerte y enfocarte más claramente en lo que debes hacer, creo que eso es lo emocionante. Siempre vas a encontrar nuevos caminos.
Si hubieras sido médico, nos habríamos perdido mucho…
Cuando comencé a interesarme en la medicina, esta no estaba controlada por la industria de los seguros. Ser médico era muy diferente a como es hoy en día. Tal vez fui afortunado de no haberme convertido en médico, lo digo desde un punto de vista egoísta. Cuando conocí a uno de mis mejores amigos, le pregunté: “¿A qué te dedicas?”. Me respondió que era médico especialista en el dolor. Y yo le dije: “Yo también soy médico especialista en el dolor”. Obviamente, terminamos siendo muy buenos amigos.
Comienza a destacar en el mundo empresarial recibiendo las noticias más exclusivas del día en tu bandeja Aquí. Si aún no tienes una cuenta, Regístrate gratis y sé parte de nuestra comunidad.
Estudió Administración de empresas en la U. de Piura. Cuenta con más de 10 años de experiencia en el mundo editorial, en los que ha escrito para medios como Revista G de Gestión, Gestión, El Comercio, Semana Económica, El Trinche, Revista Macondo (Barcelona), Cosas, Revista J, entre otros. Tiene una maestría de Escritura Creativa en la PUCP.