
El recientemente culminado PERUMIN 2025, evento que congrega a los principales actores del ecosistema minero peruano, ha reafirmado su posición como la convención minera más importante de Sudamérica. En esta edición participaron 65 mil asistentes y nueve delegaciones extranjeras. Además, se habilitaron 1,200 stands en un área de 29 mil metros cuadrados de exhibición, con la presencia de 740 organizaciones públicas y privadas.
Arequipa, sede tradicional de este encuentro, volvió a demostrar no solo su capacidad organizativa, hospitalaria y gastronómica, sino también su condición de ejemplo de convivencia armónica entre minería y ciudad, gracias al caso emblemático de Cerro Verde.
A apenas 7.5 kilómetros de la Plaza de Armas, la mina Cerro Verde es hoy la sexta productora de cobre más grande del mundo y una de las operaciones mineras más modernas del país. Su relación con Arequipa se ha consolidado a través del empleo local y de una amplia red de proveedores regionales, lo que ha generado un impacto económico directo en la zona. Además, hace muchos años que no se registran conflictos ni paralizaciones que afecten su desempeño.

En materia de canon, Cerro Verde ha aportado más de 2,000 millones de dólares a la región en las últimas dos décadas. Algunos incluso señalan que su impacto económico ha contribuido indirectamente a una reducción de la delincuencia en la ciudad. Hoy, caminar por el centro de Arequipa a cualquier hora del día es percibido como una experiencia mucho más segura que antes.
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Pero el éxito de Cerro Verde también refleja, paradójicamente, la ineficiencia histórica del Perú para poner en valor proyectos de gran envergadura. La mina empezó su explotación en 1916, en pequeña escala, pese a que desde entonces se conocía su enorme potencial. En 1976 fue nacionalizada y pasó a manos de Centromin. No fue sino hasta su privatización, en 1994, que comenzó la etapa moderna de su desarrollo. Casi un siglo después de su primera explotación, Cerro Verde se ha consolidado como un referente de la gran minería mundial.
Una historia similar comparten Antamina y Las Bambas, hoy también entre las principales minas de cobre del mundo. Ambos proyectos, identificados ya en los años cincuenta por la Cerro de Pasco Copper Corporation, sufrieron un largo estancamiento debido a la nacionalización de los setenta y al ciclo desfavorable de precios de los minerales de aquella época. Antamina y Las Bambas tardaron alrededor de 75 años en hacerse realidad.
Hoy, bajo un marco constitucional que promueve la inversión privada, un gran proyecto minero en el Perú tarda más de 20 años en concretarse, el doble de lo que demora en otros países mineros, donde el promedio está entre 10 y 13 años. Nos hemos llenado de barreras burocráticas y procesos poco eficientes, y seguimos confundiendo los problemas de relación comunitaria con temas ambientales que le importan poco a la comunidad, cuando en realidad son asuntos de negociación económica pura y dura.
PERUMIN y Cerro Verde son, sin duda, grandes ejemplos de éxito y de lo que el Perú puede ofrecer al mundo en materia minera. Pero necesitamos ser mucho más eficientes en la puesta en valor de los proyectos que hoy están paralizados o en espera. Debemos simplificar procesos, ejecutar etapas en paralelo y fortalecer la contratación laboral local, tal como lo hace Cerro Verde con sus comunidades vecinas.
PERUMIN demuestra que alrededor de la minería gira un amplio ecosistema empresarial que incluye grandes, medianas y pequeñas compañías, todas generadoras de empleo y progreso para el país. A todo nivel —público, privado y político— debemos seguir promoviendo y defendiendo la inversión minera, nacional o extranjera, como motor fundamental del desarrollo sostenible del Perú.

CEO y Fundador Allié Family Office. Past President CFA Society Peru. Licenciado en Ciencias Económicas por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Cuenta con un grado de MBA en Administración de Empresas por la Universidad de Texas en Austin.