
Recientemente, se viene conversando la posibilidad de aprobar un retiro extraordinario adicional de los fondos de pensiones. Una inconsistencia más por parte de quienes promueven este tipo de medidas, considerando que la economía peruana crece a un ritmo superior al 3%, la inflación se encuentra en el rango meta (el último dato del INEI muestra una inflación anualizada de 1.5%) y los términos de intercambio alcanzan los máximos históricos gracias a los altos precios del oro y otros commodities.
El argumento detrás de la medida es el supuesto bienestar de los afiliados, bajo la premisa de que la mayoría enfrenta necesidades ineludibles de corto plazo y aduciendo una situación crítica de la economía que, como describo líneas arriba, no es el caso actual. El supuesto apoyo de corto plazo no estaría considerando que más del 80% de los fondos que se retirarían corresponderían a afiliados con empleo formal y que cerca del 70% de los que se encuentran sin trabajo retirarían menos de S/ 500.
Los promotores de estos retiros indican que no afectan las rentabilidades ni los mercados financieros locales. La respuesta corta: es una afirmación falsa y carece de base técnica. A pesar de que los fondos de pensiones han mostrado rentabilidades acumuladas positivas desde la pandemia, estas podrían haber sido, en promedio, al menos 2% más altas desde el 2020. Durante la corrección de los mercados financieros a raíz del COVID-19, los carteras tuvieron que vender parte de sus inversiones para afrontar los retiros, reduciendo la capacidad de incrementar posiciones en instrumentos que, tras una desvalorización, registraron recuperaciones significativas en los años siguientes. Estos recursos podrían haber aportado puntos adicionales de rentabilidad para los fondos administrados, favoreciendo la acumulación de valor para la jubilación de los afiliados.
Además, la necesidad de vender activos peruanos para mantener cierto equilibrio en las carteras administradas ha impactado directamente en el normal desempeño de los mercados locales. La Bolsa de Valores de Lima (BVL) ahora cotiza apenas US$ 8 millones diarios, un volumen insuficiente para atraer nuevos inversionistas. La recuperación de los precios de las acciones peruanas en los últimos años ha venido de la mano con la apreciación de acciones que cotizan en la bolsa de Nueva York y por algunas vinculadas al sector minero. No obstante, hay diversas empresas peruanas que han venido mostrando un crecimiento importante de sus utilidades y, sin embargo, no reflejan un retorno significativo de sus acciones.
El “efecto flujo”, es decir, la expectativa de que los inversionistas institucionales deban vender activos por los retiros pasados y/o por un posible nuevo retiro, genera incertidumbre y, por tanto, un techo de corto plazo que impacta negativamente en las rentabilidades de los fondos de pensiones. La BVL está barata y la mejor prueba de ello es que diversos accionistas controladores han decidido fomentar la recompra de los títulos que están en manos de inversionistas minoritarios. Es decir, los dueños de las principales empresas del país ven los precios de sus acciones baratas y salen a comprar, haciendo lo que suelen hacer los inversionistas de largo plazo: aprovechar una coyuntura para añadir activos de valor a su cartera.
En cualquier otro país del mundo, esto sería una señal muy positiva, las rentabilidades mejorarían y se destaparía valor en beneficio de los inversionistas financieros, incluido los fondos de pensiones. Sin embargo, en el Perú, eso no está pasado. ¿Por qué? Porque tenemos aún iniciativas que no se centran realmente ni en el afiliado ni en el futuro previsional del país, sino en la foto y en la popularidad de corto plazo.

Graduado en Administración de Empresas y Contabilidad de la U. del Pacífico, con un MBA de Columbia Business School. En AFP Integra se ha desempeñado como Portfolio Manager de Renta Variable, estratega de Inversiones, gerente de Inversiones de Renta Variable, gerente de Inversiones Top Down y actualmente como vicepresidente de Inversiones.