
Prácticamente todas las semanas conocemos nueva información de la novela comercial global. El reciente capítulo sobre el desescalamiento —por ahora temporal— de la guerra comercial entre Estados Unidos y China ha sido el más importante. Dicho esto, resulta evidente que las decisiones adoptadas hasta el momento, así como la incertidumbre que persiste ante la falta de claridad sobre cómo terminará este entramado, ya han tenido (y probablemente seguirán teniendo) efectos sobre el desempeño de la economía global.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) recortó recientemente sus proyecciones de crecimiento global para el 2025 en 0.5 puntos porcentuales (pp), situándolas en 2.8%. Redujo también las estimaciones para EE. UU. en 0.9 pp (a 1,8%) y para China en 0.6 pp (a 4%). Para el 2026, la proyección mundial también se ajustó a la baja en 0.3 pp, a 3%.
A pesar de esto, la Reserva Federal (Fed) se mantiene cauta y ha expresado que no tiene afán en relajar su política ante la incertidumbre que generan los aranceles impuestos por la administración Trump, especialmente sobre la inflación. De hecho, resulta evidente el temor que varios miembros de la Fed muestran por un escenario de menor crecimiento combinado con una inflación más alta, provocado no solo por el efecto directo de los aranceles, sino también por eventuales disrupciones en las cadenas de valor globales que podrían tener un impacto más duradero sobre los precios, como ocurrió en la pandemia. Las expectativas inflacionarias han venido aumentando en EE. UU., lo que refuerza la postura actual del banco central.
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Con este contexto, las expectativas de una moderación en el PBI, el gradual desescalamiento de las tensiones comerciales y la posibilidad de una reducción progresiva de la incertidumbre deberían permitir a la Fed recortar su tasa en lo que queda del año en al menos 50 pbs, hacia un rango de 3.75% a 4.0%.
Por su parte, la situación que enfrentan los bancos centrales en América Latina también es desafiante, aunque con matices que brindarían espacio para aplicar mayores recortes de tasas si fuera necesario. Aun cuando persisten riesgos al alza para la inflación —como la indexación de salarios, disrupciones de oferta o una alta volatilidad del tipo de cambio—, lo cierto es que los riesgos a la baja para el crecimiento son más significativos. Además, existen presiones bajistas sobre los precios de las materias primas y, de forma relevante, posibles presiones desinflacionarias derivadas de una mayor oferta de productos chinos a bajo costo, una vez que ese país busque redirigir su producción fuera del mercado estadounidense.
Estos factores podrían eventualmente llegar a compensar los riesgos inflacionarios y brindar espacio a la política monetaria. Así, si bien los bancos centrales de la región continuarán actuando con cautela hasta contar con mayor claridad, el balance de riesgos sobre las tasas de interés está hoy sesgado a la baja.
Probablemente, esta hipótesis ya se ha reflejado, en parte, en la decisión de los bancos centrales del Perú y Colombia, que recortaron sus tasas en 25 pbs en su última reunión (a 4.50% y 9.25%, respectivamente), sorprendiendo al mercado, que no esperaba cambios. De otro lado, si bien el Banco Central de Chile mantuvo la tasa en 5% en abril, existen crecientes expectativas de nuevos recortes en la segunda mitad del año, a un rango de 4.25-4.50%. En Brasil, donde el banco central ha estado incrementando tasas (hoy en 14.75%) en medio de riesgos inflacionarios y fiscales, han aumentando las apuestas de una menor tasa final que la prevista antes (15.25-15.50%), con la posibilidad de recortes al final del 2025.

Volviendo al Perú, creemos que la puerta sigue abierta para, al menos, una rebaja adicional de 25pbs en lo que resta del año a 4.25%. Seguramente, el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) seguirá de cerca los movimientos de la Fed, buscando evitar movimientos indeseados en el tipo de cambio. Incluso, si la Reserva federal reduce su tasa de interés, no puede descartarse que el BCRP lleve su tasa de referencia a terreno expansivo (por debajo del 4.25%) para estimular la economía, en caso sea necesario, en medio de una inusual incertidumbre global y local —esta última acentuada por el proceso electoral—, pero con una inflación bajo control.
Así, en últimas, seguramente Julio Velarde se mantendrá cauto, pero cuenta con el espacio para actuar si el entorno así lo exige.

Economista jefe de Credicorp Capital y Managing Director de Research. Es economista por la Universidad del Rosario, con maestría en Economía de la misma casa de estudios. Cuenta con 13 años de experiencia. Previamente se ha desempeñado en cargos de docencia, investigación académica y del sector financiero.