
El 20 de agosto de 2004 marcó un hito en la historia energética del Perú: ese día comenzó oficialmente la operación comercial del gas de Camisea. Desde entonces, el gas natural extraído de los yacimientos ubicados en Cusco fluye hacia Lima e Ica a través del gasoducto operado por Transportadora de Gas del Perú (TGP), transformando de manera significativa la matriz energética y la economía nacional.
De acuerdo con estimaciones de Macroconsult y del propio Consorcio Camisea, este proyecto ha aportado un crecimiento adicional del 1.2% del PBI anual durante dos décadas. A ello se suman S/ 60,000 millones en regalías e impuesto a la renta, más de S/ 30,000 millones en canon para Cusco y alrededor de 20,000 empleos directos e indirectos el todo el país hasta agosto del 2024.
Por otro lado, es importante destacar el impacto del gas natural en la competitividad de la industria peruana. Las empresas que lo incorporaron en sus procesos productivos operan con costos entre 50% y 75% más bajos que sus pares internacionales, mejorando eficiencia y capacidad exportadora.

LEA TAMBIÉN: Conectando Brasil con el Puerto de Chancay
Sin embargo, el avance en la masificación del gas natural residencial ha sido más lento de lo esperado. Aunque la expansión de redes domiciliarias avanza, su implementación ha sido irregular, alimentando la frustración ciudadana y, en ocasiones, sirviendo como plataforma para discursos políticos oportunistas. Este reto, aún pendiente de resolver, sigue siendo un reto clave para lograr que más peruanos se beneficien de esta fuente energética limpia y asequible.
En contraste, existe un ámbito en el que el gas de Camisea sí ha llegado de forma masiva al ciudadano común: el transporte urbano, especialmente el transporte ligero, donde el uso de Gas Natural Vehicular (GNV) ha tenido un impacto profundo. En Lima circulan unos 220,000 taxis, de los cuales se estima que la gran mayoría utiliza GNV. Según cálculos de Macroconsult, cada taxista ahorra en promedio S/ 1,421 mensuales frente a la gasolina. Esto se traduce en un ahorro total de S/ 312 millones al mes y S/ 3,744 millones al año, es decir, más de US$ 1,000 millones anuales. Un ahorro directo para el conductor, e indirecto para el pasajero a través de tarifas más competitivas, aunque este segundo efecto no ha sido incluido en los cálculos mencionados.

Este fenómeno en la flota de taxis puede ser considerado un “bono oculto” del gas de Camisea: un beneficio económico tangible y masivo que rara vez se menciona en los debates públicos o discursos políticos. En un contexto en el que la economía peruana sigue mostrando resiliencia a pesar de la inestabilidad política, estos efectos estructurales cobran especial relevancia. El ahorro generado por el GNV ha incrementado el poder adquisitivo de cientos de miles de personas en Lima, fortaleciendo el consumo interno y la sostenibilidad económica de muchos hogares.
La puesta en marcha de Camisea ha sido, sin duda, una de las historias de éxito más notables del Perú en los últimos 20 años. Sus beneficios no solo se han sentido en el crecimiento macroeconómico y en la industria pesada, sino también en la vida cotidiana de miles de peruanos, especialmente en aquellos vinculados al transporte urbano. Esta transformación silenciosa, que mejora la economía de las familias y reduce costos al usuario final, merece ser reconocida y replicada en otras áreas. Camisea no solo es gas; es una plataforma completa para nuestro progreso.

CEO y Fundador Allié Family Office. Past President CFA Society Peru. Licenciado en Ciencias Económicas por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Cuenta con un grado de MBA en Administración de Empresas por la Universidad de Texas en Austin.