Escuché con cierta expectativa el discurso presidencial. Cierta. Leí el discurso y vi claras ausencias para tratar los viejos y grandes problemas laborales del país: informalidad, subempleo, baja productividad laboral, jóvenes desempleados y precaria competitividad laboral. Son viejos problemas. Complejos y sensibles. Pero no se abordaron. Era y es responsabilidad tocarlos. El silencio solo agrava los dolores laborales del país.
¿Cuál es el poder de las ausencias en el discurso de la presidenta? Una ausencia puede revelar falta de interés o desconocimiento. Estas graves omisiones generan más desconfianza, menor liderazgo e incremento de la oposición. Si hay interés de terminar su mandato al 2026, ¿cuál es el plan estratégico para los grandes problemas laborales y que se han agravado con la pandemia?
Si la actuación de una gobernante es para el pueblo, para las mayorías, ¿por qué las omisiones? Pensaba en el 75% de los peruanos que trabajan en la informalidad, lejos de la tasa prepandemia. Recordaba que poco más de la mitad de los trabajadores recibe un ingreso menor al mínimo vital de S/1,025 y que solo uno de cada cinco trabajadores contribuye regularmente a la seguridad social. También tenemos al futuro, los jóvenes que, pese a incrementarse a niveles prepandemia, siguen en la categoría de olvidados.
Hubo solo dos referencias laborales en el discurso. La búsqueda de elevar la Remuneración Mínimo Vital (RMV) a través del Consejo Nacional de Trabajo (CNT) y la reforma previsional. Un aspecto positivo del Gobierno ha sido relanzar el CNT con las cuatro principales organizaciones sindicales y empresariales, formando ocho mesas de diálogo. Un acierto apostar por el diálogo social tripartito y realizar los mayores esfuerzos para lograr consensos sobre criterios técnicos y con la suficiente antelación para el planeamiento óptimo laboral. Ojalá que se logre por primera vez que la RMV provenga del consenso total en el CNT.
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Se propuso también la reforma previsional. Nuestro país requiere implementar cambios urgentes en los sistemas de pensiones públicos y privados. Los organismos multilaterales internacionales (como la Organización Internacional del Trabajo) hablan de un esquema tripartito: una capa obligatoria de pensiones mínimas para todos con fondos de reparto (colectivos), una capa obligatoria contributiva individual y una adicional voluntaria. Nuestra población está envejeciendo mientras se autoriza retiros permanentes de los fondos previsionales y la “competencia” de los fondos privados y públicos. Nada cercano a lo que necesita la mayoría de los peruanos.
En medio del silencio de la presidenta para abordar los mayores dolores laborales de nuestro querido Perú, la productividad laboral se sigue reduciendo y hoy estamos en la cola de la región, el valor agregado de los trabajadores peruanos es un tercio que sus pares chilenos. El Congreso contribuye a reducir más la productividad con los dos nuevos feriados laborales y otras normas similares. ¿Qué hacer para que los trabajadores tengan mayor talento y contribuyan más en la productividad de las empresas y del país?
Finalmente, la competitividad laboral, la “atractividad para la inversión en contratación laboral” es tan baja que nos coloca entre los tres últimos de la región. Las empresas globales o multilatinas prefieren invertir en otros países. Y las que están aquí continúan su plan de desinversión y las sedes regionales están yendo a Colombia, Chile y otros países que tienen una mejor atractividad para la inversión privada.
Hay esfuerzos que se están realizando desde el Ministerio de Trabajo como el Certificado Único Laboral (CUL), que ha beneficiado a más de un millón de trabajadores entregando antecedentes penales y policiales, historial académico, etc. A su vez, los programas de empleo temporal como Lurawi o las inspecciones laborales han logrado formalizar a 250 mil trabajadores.
Estas acciones serán paliativas ante los grandes males laborales del país mientras no se implemente una transformación radical de las prácticas laborales, se cambie la visión clásica de ciertas empresas y sindicatos, así como se implemente un cambio cultural nacional hacia el aseguramiento social. Más que estar en planillas, el propósito de toda persona debería ser tener un seguro social (salud, pensiones, seguro de invalidez) y generar un mayor valor para las organizaciones y el país. Un trabajador con protección social sostenible tiende a seguir las reglas de convivencia social.
Todavía hay tiempo para que, así como se ha logrado instalar a la seguridad ciudadana como un objetivo prioritario, el mercado de trabajo y las relaciones laborales sean igual de relevantes. El Perú requiere de soluciones. Todavía está a tiempo, señora presidenta, para dirigir los cambios urgentes laborales que necesita el país.