Conor Sen
Es probable que la pandemia haga que en este momento eso se vea complicado, pero si observamos el horizonte, veremos que los cambios que comenzaron a principios del año pasado allanaron el camino hacia un futuro en el que los jóvenes podrán comprar casas y formar familias, mucho antes de lo que ahora pueden hacerlo.
Gracias a que ahora los empleadores se muestran cada vez más abiertos al trabajo remoto, y a la perspectiva de un plan de subsidios presentado por los demócratas en Estados Unidos para las familias con niños, la imagen es muy distinta a como se veían las cosas después de la recesión del 2008.
Tras la recesión, la interacción entre el mercado de la vivienda, el mercado laboral y la concentración de los trabajos con salarios altos en zonas específicas, generó un ambiente hostil para las familias. Al principio, la caída de los precios de las viviendas significó que decenas de millones de propietarios tuvieran una propiedad con valor neto negativo. Lo sensato hubiera sido que con las altas tasas de desempleo estas personas hubieran decidido expandir geográficamente su búsqueda de trabajo, pero como no podían vender sus casas, se quedaron estancados en su propiedad, desempleados o subempleados, y con la carga de una hipoteca. Esto fue malo, tanto para los individuos como para la economía en general: alguien que de otro modo pudo haberse mudado a San Francisco por motivos de trabajo, quedó atrapado en su casa en Sacramento o Las Vegas, apagando una oportunidad de empleo.
Incluso aquellos empleados que no tenían una propiedad en ese momento aprendieron lecciones desalentadoras. La situación, tanto para el mercado laboral como para el de la vivienda era más precaria que antes, por lo que decidieron mudarse a mercados que se percibían más saludables —en ciudades de alto costo como Nueva York y San Francisco— provocando que se replantearan la idea de comprar una casa. La casa de ensueño dejó de percibirse como una reserva de valor, pues en caso de quedar desempleados esta se convertiría en una trampa hipotecaria, como le pasó a muchos.
Todo esto provocó que se elevaran los costos en ciudades que ya eran consideradas caras y socavó la energía de las áreas metropolitanas que dejaron de ser atractivas en la nueva economía tecnológica, además de que ralentizó el mercado inmobiliario por más tiempo de lo esperado.
Durante este año, lo que hemos visto de los empleadores es la necesidad de que el trabajo remoto tenga una aceptación cada vez mayor y luego incluso, una aceptación total. Salesforce.com Inc. fue la última compañía que dijo que cambiará su política laboral y permitirá a sus trabajadores una flexibilidad total en el futuro.
Por ahora, trabajar desde casa sigue siendo una medida temporal para muchos trabajadores y sus empleadores. Pero en la medida en que se convierta en la nueva normalidad, el trabajo remoto será otro factor que los estudiantes universitarios considerarán al planificar sus carreras, sus vidas y, eventualmente, sus familias. Recientemente escribí que nunca ha habido un mejor momento para que las personas jóvenes y ambiciosas se muden a Nueva York, y espero que en el futuro los alquileres de apartamentos permanezcan asequibles. Es fácil imaginar un escenario en el que los estudiantes universitarios se muden por primera vez a ciudades con excelentes oportunidades de contactos laborales y citas románticas, y vivan y trabajen allí durante sus primeros años. Luego, una vez que se hayan hecho carrera y estén listos para formar una familia, podrán mudarse a un lugar con costos de vivienda más bajos y trabajar de forma remota desde allí, incluso trabajando para la misma compañía.
Para aquellos hogares donde los dos trabajen, si el trabajo remoto o flexible se convierte en una opción común, habrá menos necesidad de que ambos encuentren trabajos ubicados físicamente donde decidan mudarse. Incluso perder un trabajo viviendo en una ciudad de menor costo no tendrá por qué ser tan devastador como antes, ya que el trabajo remoto amplía las oportunidades más allá del mercado laboral local. Y eso ayudará a que la propiedad de vivienda sea una propuesta menos riesgosa de lo que solía ser.
Mientras tanto, si los demócratas logran aprobar un pago mensual en efectivo para los hogares con niños, la idea de formar una familia será mucho más atractiva para las parejas jóvenes.
Podrían pasar algunos años antes de que todo esto se desarrolle: las expectativas de los empleadores sobre el trabajo presencial frente al trabajo remoto siguen siendo fluidas, la pandemia no ha terminado, el desempleo sigue siendo alto y el mercado de la vivienda pasa por una crisis de inventario, pero por primera vez, al menos en mi carrera, existe una posibilidad real de que la vida sea más fácil para los jóvenes que deseen formar una familia. Y ese sería uno de los resultados más esperanzadores que podemos obtener de este período inquietante.