Hasta el 2030, se proyecta que las ventas de viviendas de lujo a nivel mundial crecerán entre un 5 % y un 12 % anual. Estados Unidos y Asia lideran este tipo de inversiones, que han demostrado un retorno superior al de las viviendas tradicionales. El negocio inmobiliario de alto valor —aquel de seis ceros— ha sabido interpretar las necesidades del consumidor actual, enfocándose en desarrollar productos con diferenciales clave, entre ellos, la apuesta por la tecnología.
Dubái, por ejemplo, es pionera en la implementación del blockchain mediante una iniciativa gubernamental disruptiva. El Dubai Land Department opera como una plataforma diseñada para atraer inversionistas, ofreciendo un entorno transaccional seguro y transparente. La tecnología blockchain no solo acelera el flujo de bienes y reduce la necesidad de intermediarios, sino que —según afirman— elimina los riesgos de fraude.
Miami también quiere posicionarse como la criptocapital del lujo en real estate. Proyectos ambiciosos como el Legacy Tower se comercializan a través de monedas virtuales y eso brinda a los clientes la oportunidad de transformar sus criptomonedas en activos físicos de gran valor.
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Otro fenómeno interesante, aunque complejo, es el de la tokenización. Esta herramienta permite a los inversionistas comerciar fracciones de inmuebles de lujo en entornos digitales. Pero el principal reto de esta iniciativa radica en armonizar su coexistencia con los sistemas legales de propiedad a nivel mundial. Integrar las ventajas de los tokens con la regulación de los derechos sobre inmuebles representa un desafío significativo. Estados Unidos lidera esta tendencia, que también empieza a replicarse en Europa y Asia.
Los desarrolladores inmobiliarios también están incorporando tecnología para mejorar la calidad de vida de sus clientes. El uso de inteligencia artificial (IA) para el reconocimiento facial o la programación de algoritmos que regulan la iluminación, el sonido y la ambientación de las viviendas son solo algunos ejemplos de los elementos diferenciadores que ofrecen en sus productos.
El consumidor de lujo adopta una visión holística del bienestar. Por ello, certificaciones medioambientales como el LEED (Leadership in Energy and Environmental Design) están dando paso al WELL, que destaca propiedades diseñadas para optimizar el confort físico y mental de sus ocupantes. Asimismo, el diseño de viviendas de alta gama debe responder a intereses aparentemente opuestos: los clientes valoran tanto la privacidad como el sentido de pertenencia para alcanzar su bienestar. Esto obliga a los desarrolladores a repensar los espacios privados y comunes de sus proyectos, incorporando, por ejemplo, áreas para yoga y meditación, experiencias culinarias, baños de hielo, entre otras iniciativas que refuercen la premisa de que health is wealth.
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Abogada experta en negociación. Tiene un master en Gestión de negocios de lujo. Crea estrategias comerciales para empresas que quieren posicionarse en dicho segmento.
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