(Bloomberg).- Esta es la nueva incertidumbre que enfrenta la moneda china: precios de casas por las nubes.
Un boom fuera de control en las ciudades más grandes llevará a los inversores a buscar alternativas más baratas en el exterior, lo que absorberá dinero de China y presionará el yuan a la baja, según un análisis de Harrison Hu, economista jefe de Royal Bank of Scotland Group Plc para la región de Gran China en Singapur.
Un "diferencial expandido entre los precios de los activos locales y extranjeros provocará flujos de salida de capital y una depreciación hasta que se restablezca la paridad", escribió Hu en una nota.
Este economista dijo que la ganancia interanual de 30% en los precios de las principales ciudades de los niveles 1 y 2 implica un alza del 25% en dólares, que supera por mucho la ganancia de 5% en las principales ciudades de Estados Unidos.
"Se cree comúnmente que las autoridades económicas de China sacrificarán el tipo de cambio del yuan para evitar una corrección acentuada de los precios de las propiedades locales, en tanto estos provocarán un descarrilamiento más importante de la economía y el sistema financiero de China", escribió Hu. Esto es así porque la importancia del mercado inmobiliario en la segunda economía más grande del mundo es mucho mayor que la de varios sectores, entre ellos el mercado bursátil.
Un colapso inmobiliario en China podría tener consecuencias de gran alcance y los inversores tardarían mucho tiempo en recuperar la confianza, de acuerdo con Hu.
Eso pondrá a las autoridades políticas en una posición muy complicada.
Si bien el Gobierno tiene algunas cartas en la mano, como la capacidad de controlar la oferta de tierras e imponer restricciones a la compra de casas nuevas, la historia muestra que algunas medidas de ajuste acarrean el riesgo de resultar contraproducentes y alimentar el comportamiento especulativo, como las "compras por pánico" que se vieron este año en Shanghái.
Además, la forma en la que el ente regulador manejó la turbulencia en el mercado bursátil el año pasado no inspiró mucha confianza en la capacidad del Gobierno de administrar el burbujeante mercado inmobiliario.
"Ninguna burbuja tiene un final feliz", escribió Hu.