Por Brooke Sutherland
Los viajes internacionales finalmente están comenzando a recuperarse de la caída causada por el COVID-19. En agosto, la demanda de vuelos internacionales todavía era un 69% menor en relación con los niveles del 2019, según la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA, por sus siglas en inglés). Pero eso marcó una mejora notable con respecto al mes anterior; de hecho, la sexta consecutiva.
Eso ocurrió a pesar de que una ola de COVID-19 vinculada a la variante delta golpeó la demanda de vuelos nacionales tanto en Estados Unidos como en China. Las restricciones a los viajes internacionales son cada vez más manejables y coherentes. Es decir, para los vacunados, como supe en un viaje reciente a Francia. Y eso es una bendición, tanto para las aerolíneas como para el sector aeroespacial.
El enfoque adoptado por la Unión Europea, que ha estado abierta a los viajes internacionales desde junio, es un modelo para el mundo. Los Estados miembros del bloque pueden establecer sus propios requisitos de entrada, y estos varían según el país de origen del viajero, pero en general, las personas que están vacunadas no necesitan mucho papeleo adicional.
Estados Unidos finalmente correspondió con medidas similares: a partir de noviembre, el Gobierno permitirá que la mayoría de los extranjeros vacunados viajen en avión, incluidos los de 33 países previamente prohibidos, siempre que presenten una prueba negativa de COVID reciente. Los visitantes internacionales no vacunados no podrán ingresar de aquí en adelante.
Asia avanza a un ritmo más lento, pero muestra signos de progreso: el período de cuarentena de Singapur para los visitantes de ciertos países se ha reducido de 14 a 10 días.
A pesar de esta relajación de las reglas, persiste la percepción de que los viajes internacionales son una pesadilla logística que es mejor evitar. Yo misma estaba preparada para lo peor cuando viajé a finales de setiembre. Fue mi tercer intento de reprogramar unas vacaciones pendientes desde 2020, y si no fuera porque el crédito de hotel vencía, podría haberme quedado en casa. Incluso las personas que trabajan en la industria aeroespacial se sorprendieron al escuchar que intentaría una estancia en Europa.
¿Podría siquiera entrar a Francia? y, de ser así, ¿qué se me permitiría hacer allí? Pero la experiencia resultó ser increíblemente fluida y me dejó optimista sobre la recuperación de los viajes internacionales.
Para ingresar a Francia como estadounidense vacunada, simplemente necesitaba mostrar un comprobante de haber recibido un esquema completo de una vacuna contra el COVID-19 que estuviera aprobada por la UE y firmar un formulario de declaración de salud. Eso fue todo. Sin prueba, sin cuarentena.
Francia exige un pase de salud para hacer casi cualquier cosa, como registrarse en un hotel, comer en un restaurante o ir a un museo. Puede ser una prueba de vacunación, evidencia de recuperación de COVID-19 o resultados negativos de una prueba reciente. Esta era mi mayor preocupación, porque la UE usa un certificado digital de COVID con un código QR escaneable que es más seguro y verificable que los engorrosos documentos en papel que emiten los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos.
Pero Francia estableció un sistema para que los extranjeros pudieran convertir sus certificados de vacunación locales en un pase europeo. El proceso fue torpe y un poco frustrante, pero funcionó: obtuve mi pase digital el día que partimos. Los pases de salud son realmente la forma ideal de reabrir los viajes internacionales de placer. Me sentí perfectamente cómoda haciendo cosas normales y turísticas sabiendo que todos los que me rodeaban también habían sido examinados.
En última instancia, fue más fácil viajar a Francia que regresar a Estados Unidos Incluso los estadounidenses vacunados necesitan una prueba negativa reciente. Los nuevos protocolos internacionales propuestos por Estados Unidos causan aún más dolores de cabeza. Los visitantes extranjeros deberán proporcionar números de teléfono y direcciones de correo electrónico para el rastreo de contactos, aunque Estados Unidos no tiene un sistema nacional de rastreo de contactos.
Las ciudades de Nueva York, San Francisco, Nueva Orleans y otros destinos turísticos exigen una prueba de vacunación para actividades en interiores, pero Estados Unidos no se ha molestado en crear un pase de salud compatible internacionalmente. ¿Los propietarios locales están preparados para verificar los registros de vacunas de extranjeros? ¿Saben siquiera cómo son?
Una cosa está clara: las personas están dispuestas a tolerar mucho para visitar rincones remotos del mundo, especialmente si han estado separados de sus familiares o contactos comerciales durante un año y medio, o si necesitan desesperadamente unas vacaciones. La noticia de las restricciones de viaje más relajadas en Estados Unidos hizo que la demanda de boletos se disparara en Europa.
Los agoreros sobre la recuperación de los viajes nacionales resultaron estar equivocados. Ahora, los viajes internacionales también se recuperarán más rápido de lo esperado.