Durante decenios, los viajeros han soportado estoicamente el “jet lag” o desajuste horario como una consecuencia inevitable de los viajes largos. Ahora, a medida que las aerolíneas se centran en unos vuelos largos y sin escala sin precedentes, los esfuerzos para contrarrestar estos síntomas debilitantes del desajuste se están convirtiendo en una industria de mil millones de dólares.