Dos de cada tres pacientes intubados en UCI por coronavirus murieron en Brasil. (Foto: TARSO SARRAF / AFP).
Dos de cada tres pacientes intubados en UCI por coronavirus murieron en Brasil. (Foto: TARSO SARRAF / AFP).

John Burckhardt, enfermero especialista en cuidados intensivos

John Burckhardt labora como enfermero en la Clínica Ricardo Palma. Afrontar la pandemia es la tarea más difícil de realizar en sus 21 años de experiencia, sin duda. Pero lo más frustrante de estar en el campo de batalla es estar atado de manos para no poder ayudar a más personas por la falta de camas, ventiladores y personal.

Aun con el largo recorrido, su ojo clínico acostumbrado a predecir si un paciente tiene posibilidades de mejorar o no, le falló una vez. Su compañero de trabajo, doctor y amigo se contagió de covid. John lo acompañó en el proceso de entubación. “Estaba ansioso y preocupado por su familia. Recuerdo que le dije: “Tranquilo, Jorgito. Calculo que en tres días te vas a despertar y todo habrá pasado”, cuenta. “Él confiaba en mí y lamentablemente falleció”, sentencia el jefe de enfermería que en aquél momento se llenó de rabia por haber fallado en su pronóstico. Una experiencia que lo hizo sentirse un mentiroso y que hasta ahora recuerda con dolor.

Sin embargo, a pesar de la adversidad, John ha faltado ni un día al trabajo desde que inició la pandemia. No se ha hecho ninguna prueba de descarte de covid. Y aunque se cuida con las medidas necesarias, no le tiene miedo a la enfermedad. “El miedo te genera ansiedad, depresión y una baja de las defensas”, explica. Además, si por algo se caracteriza su profesión es el servicio y trato al paciente. Él ve cómo algunos, por temor, no realizan la evaluación al paciente como le enseñaron en las aulas. Sin embargo, para él es vital el contacto, conversar al paciente, darle ánimo, “que no se sienta una peste”.

John, al principio, no pensaba vacunarse. Sentía que era como recibir un chaleco antibalas y dejar a su madre desprotegida. Ella, antes de jubilarse, se desempeñó como técnica en enfermería. Es su adoración y ejemplo a seguir. Pero John decidió escuchar otra opinión más. Pensó “tal vez estoy errado”. Su jefe de UCI lo convenció de tener paciencia, de que a su madre le iba a tocar, que por ahora vacunándose él disminuía el riesgo de contagiarla o que tenga complicaciones severas.


Willy Díaz, médico intensivista

Aunque esté acostumbrado a vivir en una unidad de cuidados intensivos, el doctor Willy Díaz aún se siente bajo presión cada vez que empieza su guardia. “La pandemia ha rebasado todos los límites de uno”, cuenta. Pero cuando cruza la puerta de la UCI, deja los problemas extra laborales fuera y se abstrae en este mundo en el que ni las llamadas familiares contesta. “Se necesita una personalidad equilibrada. No solamente es tener los conocimientos y destreza para acabar rápido y de manera exitosa los procedimientos para correr a la siguiente cama, sino el temple para dar informe a las familias”, explica el médico intensivista de la Clínica Internacional. Esto último es tal vez lo más especial detrás de cada paciente hay una familia angustiada. No debes estresarlos, pero sí decirles la verdad, asegura el médico a quien su profesor de la universidad le decía que la medicina es ciencia y arte. “Ahora comprendo que el arte está en hablar con los familiares”, confirma el médico que vigila sus pacientes en turnos de 12 horas y a veces hasta 24, debido a la escasez de intensivistas.

Atender a colegas en su unidad se ha convertido en costumbre, pero si algo le causa frustración al doctor Willy es no haber podido ayudar a su hermano como lo hizo con sus compañeros. Este se contagió en otra provincia, cuando no se podía viajar. “Imagínese lo que produjo en mí el poder salvar muchas vidas y no poder hacer nada por él, un gran golpe”, confiesa. Un poco más repuesto comenta que la resiliencia es lo que le dio más ganas de seguir y, desde entonces, en honor a su hermano, hace todo lo posible para durante su guardia no fallezca ningún paciente.