En octubre de 2023, la capital del mundo de la ciencia ficción fue Chengdu, China. Los fanáticos viajaron de todo el mundo cuando Worldcon, la convención anual más grande de ciencia ficción, se llevó a cabo en el país por primera vez.
Fue un momento inusual en el que los fanáticos chinos e internacionales pudieron reunirse para celebrar las artes sin preocuparse por la política y la relación cada vez más tensa entre China y Occidente o el control cada vez más estricto de Beijing sobre la expresión.
Para los fanáticos chinos como Tao Bolin, un influencer que voló desde la provincia sureña de Guangdong para el evento, parecía que el mundo finalmente quería leer literatura china. Fans y autores se mezclaron en un nuevo Museo de Ciencia Ficción, diseñado por la prestigiosa firma Zaha Hadid Architects en forma de una enorme estrella de acero sobre un lago.
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Pero tres meses después, gran parte de esa buena voluntad se agrió cuando estalló un escándalo por acusaciones de que los organizadores de los Premios Hugo, los más importantes de ciencia ficción, otorgados en Worldcon, descalificaron candidatos para aplacar a los censores chinos.
El evento encarnó las contradicciones a las que se ha enfrentado la ciencia ficción china durante décadas. En 40 años, ha pasado de ser un nicho políticamente sospechoso a una de las exportaciones culturales más exitosas del país, incluyendo al autor Liu Cixin quien tiene seguidores internacionales como Barack Obama y Mark Zuckerberg. Al mismo tiempo, el género ha tenido que superar los obstáculos creados por la geopolítica.
Una adaptación de gran presupuesto de la novela de Cixin “El problema de los tres cuerpos”, realizada por de Netflix y próxima a estrenarse en marzo, fue realizada por los mismos productores ejecutivos de “Game of Thrones”, por lo que la ciencia ficción china podría llegar a su mayor audiencia hasta el momento.
Llegar allí requirió décadas de trabajo por parte de autores, editores y funcionarios culturales dedicados que creían que la ciencia ficción podía unir a las personas.
“La ciencia ficción siempre ha sido un puente entre diferentes culturas y países”, dice Yao Haijun, editor en jefe de Science Fiction World, la revista de ciencia ficción más antigua de China. “Cada autor puede tener su propia visión del futuro, y pueden coexistir y ser respetados, aunque choquen”.
Un pequeño paso para una burócrata provincial
El viaje de la ciencia ficción china al extranjero comenzó con otra convención en Chengdu hace tres décadas, pero la política casi lo descarriló antes de que pudiera despegar
Science Fiction World planeó organizar una conferencia de escritores en la ciudad, conocida por su santuario de pandas y su lado contracultural, en 1991. Pero cuando las noticias de la brutal represión de los manifestantes estudiantiles en la Plaza de Tiananmen de Pekín dieron la vuelta al mundo en 1989, los participantes extranjeros comenzaron a abandonar el proyecto.
La revista envió una pequeña delegación a la Worldcon de 1990, celebrada en La Haya, en Países Bajos, para salvar la conferencia.
Su líder era Shen Zaiwang, un traductor de inglés en el Departamento de Asuntos Exteriores de la provincia de Sichuan que se enamoró de la ciencia ficción cuando era niño después de leer libros de Julio Verne como “Veinte mil leguas de viaje submarino”. Empacó fideos instantáneos para el viaje en tren de una semana a través de China y la fragmentada Unión Soviética.
En La Haya, Shen y la ex editora de la revista Yang Xiao usaron pandas de juguete y postales de Chengdu para argumentar que la ciudad, a más de 1.800 kilómetros (1.000 millas) de Beijing, era amigable y segura para visitar.
“Intentamos presentar nuestra provincia como un lugar seguro, y que la gente de Sichuan realmente espera que los escritores extranjeros de ciencia ficción puedan venir y echar un vistazo y animar a los jóvenes chinos a leer más novelas de ciencia ficción”, dice Shen.
Al final, una docena de autores extranjeros asistieron a la conferencia. Fue un pequeño comienzo, pero fue más de lo que nadie podría haber imaginado unos años antes.
Un salto de gigante para el género
La ciencia ficción china se había enfrentado a décadas de sospechas en su país.
El género floreció en China en la primera mitad del siglo XX, impulsado por el interés por las nuevas tecnologías y las historias extranjeras traducidas. Pero desapareció durante la Revolución Cultural, una década tumultuosa que comenzó en 1966 cuando los radicales maoístas atacaron a los elementos “burgueses”, incluidos los científicos y muchos tipos de literatura.
La ciencia ficción experimentó un resurgimiento cuando China comenzó a abrirse al mundo después de la era de Mao a fines de la década de 1970 y principios de la de 1980. Autores como Zheng Wenguang y Ye Yonglie escribieron historias sobre viajes al espacio, mientras el naciente programa espacial de China lanzaba sus primeros satélites a la órbita. Las revistas regionales como Science Fiction World de Chengdu se multiplicaron.
Pero a principios de la década de 1980, Pekín inició una campaña nacional de “limpieza espiritual de la contaminación” para sofocar la influencia del decadente Occidente, y la ciencia ficción fue acusada de ser poco científica y de no estar alineada con la ideología oficial. La mayoría de las publicaciones juveniles fueron cerradas.
En Chengdu, los editores de Science Fiction World siguieron adelante.
“Creían que, si China quería desarrollarse, tenía que ser un país innovador, necesitaba ciencia ficción”, dijo Yao, el editor, en un discurso público grabado en 2017.
La revista se propuso cambiar las percepciones negativas del público sobre la ciencia ficción. En 1997, seis años después de la conferencia de Chengdu, organizó otro evento internacional en Pekín, encabezado por astronautas estadounidenses y rusos. La conferencia llamó la atención de la prensa china, lo que le dio a la ciencia ficción una nueva aura de innovación, exploración e imaginación, dice Yao. También allanó el camino para un despegue internacional.
El big Bang de Liu Cixin
El creciente fanatismo chino por la ciencia ficción devoraba obras traducidas del extranjero, pero pocas personas en el extranjero leían historias chinas. Liu Cixin cambió eso.
Un ingeniero de voz suave en una planta de energía en la provincia de Shanxi, dominada por el carbón, con historias que mezclaban proyectos de ingeniería masivos, capaces de mover planetas enteros, con momentos de emoción humana, fueron éxitos entre los fanáticos del género.
Pero “El problema de los tres cuerpos”, publicada por primera vez por entregas en Science Fiction World en 2006, alcanzó un nivel de popularidad nunca visto por otras obras chinas, dice Yao, quien editó la novela.
Cuando salió como libro, los fans de Chengdu acudieron en masa a una librería local, dice Yang Feng, fundador de la editorial independiente local Eight Light Minutes Culture. Rodearon el edificio, sosteniendo carteles que decían “¡Te amo, Liu Cixin!”.
Las autoridades tomaron nota. La Corporación de Importación y Exportación de Publicaciones Educativas de China, la empresa estatal exportadora de publicaciones, tomó novela y sus dos secuelas.
La trama de la trilogía, irónicamente, se centra en las desastrosas consecuencias de enviar un mensaje a un mundo alienígena distante. “El bosque oscuro”, el segundo volumen, lleva el nombre de una visión del universo como una lucha despiadada por la supervivencia en la que la mejor manera de sobrevivir es esconderse.
Las traducciones fueron concebidas desde el principio como “una gran exportación cultural de China al mundo, algo muy visible”, dice Joel Martinsen, quien tradujo “El bosque oscuro”. Pero nadie podría haber anticipado el éxito entre la crítica y el público. En 2015, Liu se convirtió en el primer autor asiático en ganar un Premio Hugo por una novela.
“Había algo bastante fresco, crudo y llamativo, e incluso a veces muy oscuro y despiadado en su trabajo”, dice Song Mingwei, profesor de literatura china en el Wellesley College. “Eso hizo que los lectores se sintieran como, ‘¡guau esto es impresionante!’”.
Song dice que Liu alcanzó un punto óptimo entre los tropos familiares del género occidental y las referencias a la difícil historia de China. La trilogía es ahora “un clásico”, agregó.
Al año siguiente, la escritora Hao Jingfang, residente en Pekín, venció a Stephen King para ganar un Hugo de ficción corta con una historia que publicó originalmente en un foro web de una universidad, sobre la desigualdad social en una versión surrealista de la capital de China.
Pekín se involucra
Las traducciones de Liu también fueron un gran avance político para el género: en dos décadas, había pasado de ser apenas tolerado a ser una exportación emblemática de la maquinaria cultural oficial de China.
El gobierno alentó el crecimiento de una industria que abarca películas, videojuegos, libros, revistas y exhibiciones, y estableció un centro de investigación oficial en 2020 para rastrear su ascenso. Un éxito de taquilla ambientado en el mundo del cuento de Liu “La tierra errante” rompió récords de taquilla nacional y generó dos secuelas; sin embargo, tuvo una distribución limitada y críticas mixtas en el extranjero.
Worldcon Chengdu iba a ser el mayor logro de estos esfuerzos.
Cuando se anunció la sede, algunos fanáticos internacionales criticaron la elección, citando violaciones a los derechos humanos, censura y preocupaciones sobre el proceso de votación. El evento en sí fue visto como un éxito.
Pero en enero, cuando el comité Hugo reveló los totales de votos, las sospechas de los críticos parecieron confirmarse. Resultó que varios candidatos habían sido descalificados, lo que generó temores por una posible censura. Entre ellos se encontraban los autores más vendidos del New York Times, R. F. Kuang y Xiran Jay Zhao, ambos escritores políticamente activos con lazos familiares con China.
Correos electrónicos internos filtrados, que The Associated Press no pudo verificar de forma independiente, parecían mostrar que el comité de premios pasó semanas revisando las obras y los perfiles de redes sociales de los nominados en busca de declaraciones que pudieran ofender a Beijing, y envió informes sobre estas declaraciones a sus homólogos chinos, según una investigación realizada por dos autores y periodistas de ciencia ficción. No muestran cómo se usaron los informes o quién tomó las decisiones sobre la descalificación.
Los organizadores de los premios Hugo no respondieron a las solicitudes de comentarios de la AP.
El propio Liu no es ajeno a la controversia. Se enfrentó a una reacción violenta por defender las políticas opresivas del gobierno chino hacia la minoría étnica uigur en Xinjiang en una entrevista de 2019 con la revista The New Yorker. Netflix se ha enfrentado a llamados para cancelar la serie debido a la controversia. Los representantes de Netflix no han respondido a las preguntas enviadas por correo electrónico por AP.
Nuevos horizontes
A pesar de las fricciones, la ciencia ficción china sigue encaminada para continuar su ascenso internacional. La adaptación de Netflix de “El problema de los tres cuerpos” podría llevarla a una nueva y vasta audiencia, con un efecto más grande que el viaje de Shen Zaiwang a La Haya.
Y los expertos como Song y Yao esperan con ansias una nueva generación de autores chinos de ciencia ficción que está comenzando a traducirse al inglés.
Esta nueva generación está encabezada por mujeres escritoras más jóvenes que se educaron en el extranjero, como Regina Kanyu Wang y Tang Fei. Sus obras exploran temas que resuenan con el público más joven, dice Song, como la fluidez de género y las crisis ambientales.
“Cuando se hace cualquier cosa con el respaldo del mercado o del gobierno, la imaginación puede agotarse muy rápidamente”, dice Song. “Creo que a menudo lo importante sucede al margen”.
Yao sigue creyendo en el papel de la ciencia ficción como puente entre culturas, incluso en tiempos turbulentos.
“Mientras haya comunicación”, dice, “podremos encontrar algunas cosas en común”.
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