Durante medio siglo, entre 1921 y 1971, la Asociación del Futbol (FA, por su sigla en inglés), que rige ese deporte en Inglaterra, prohibió a las mujeres jugar en campos afiliados al organismo. La FA opinaba que “el juego es bastante inadecuado para las mujeres”.
Dile eso a los aficionados. La Copa Mundial Femenina, que se llevó a cabo este año en Australia y Nueva Zelanda, acaba de concluir con el triunfo por 1-0 de España sobre Inglaterra, la actual selección campeona de Europa. Hasta el jueves pasado, se habían vendido más de 1.8 millones de boletos, lo que rompió el récord previo de 1.3 millones de boletos en Canadá en 2015. Es probable que la audiencia televisiva duplique el récord previo de 1,000 millones. El nivel de juego es más alto en general.
Las dificultades que ha enfrentado el futbol femenil para ser tomado en serio ha significado, hasta la fecha, luchar por equidad con el juego de los hombres. En términos de dinero y exposición, todavía tiene mucho camino por recorrer. Aunque los premios en dinero para las mujeres se han triplicado desde la anterior Copa Mundial Femenina, aún equivalen apenas al 25% de lo que reciben los hombres.
La disparidad en salarios en los clubes es enorme. Una de las razones es que el deporte femenil en general representó solo el 13 por ciento de la cobertura deportiva en televisión en el Reino Unido en 2022 y el 5 por ciento en Estados Unidos en 2019.
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No obstante, en el campo de juego, el futbol es exactamente igual. Las mujeres juegan en una cancha de las mismas dimensiones, con un balón del mismo tamaño y con las mismas reglas de los varones. Sin embargo, en los deportes, ese tipo de equidad no siempre es una buena idea.
Las feministas han argumentado desde hace tiempo, y están en lo correcto, que las mujeres no son simplemente hombres con cabello largo. Asumir, sin pensar, que los hombres son el “humano predeterminado” significa que todo, desde fármacos y teléfonos inteligentes hasta los chalecos antiapuñalamiento y las bolsas de aire de los autos, ha sido diseñado de manera poco conveniente o peligrosa para las usuarias.
Argumentos parecidos aplican a muchos deportes, lo que resulta una ironía dado que estos son la razón por la que los deportes femeniles incluso existen como una categoría por separado. En promedio, el cuerpo de las mujeres es más pequeño que el de los hombres, incluso entre atletas de élite.
Un artículo calcula que un campo de juego a escala de ellas sería dos tercios del tamaño actual. Las porterías o arcos serían un poco más pequeños y el balón sería de menor tamaño y más ligero. Investigadores señalan que tener la expectativa de que las mujeres jueguen en una cancha del mismo tamaño que la de los hombres significa pedirles que jueguen en un deporte que es diferente del que los hombres juegan (y más difícil).
Otra preocupación es el riesgo de lesión. Hasta hace poco, crear un botín para futbol femenil significaba prácticamente tomar uno de varones y hacerlo en color rosa. Sin importar la forma y la estructura diferentes de los pies de las mujeres. Sin importar que los tachones diseñados para el peso de un varón podría brindar demasiado agarre para las mujeres que son más ligeras. Además, sin importar cómo eso podría incrementar el riesgo de lesiones de rodilla, a las que las mujeres son más propensas.
Sin embargo, no son solo las rodillas. Un estudio de 2018 descubrió que, al parecer, rematar con la cabeza en repetidas ocasiones daña los cerebros femeninos más que los de los varones. Tras haber visto daño cerebral entre los jugadores de rugby y futbol americano, las autoridades del deporte tienen el deber de considerar el uso de un balón más liviano.
Por supuesto, tales cambios serían controversiales. Cuando World Rugby, el órgano rector internacional de rugby union, decidió probar una pelota más pequeña diseñada para las manos más pequeñas de las mujeres, las jugadoras estaban divididas. Algunas celebraron la eliminación de lo que ellas veían como una desventaja. A otras les preocupó que cualquier cosa que luciera como una concesión creaba el riesgo de socavar el prestigio del juego femenil.
Ese es un riesgo real, pero puede ser exagerado. Muchos otros deportes se adaptan a las diferencias físicas entre los géneros. En el atletismo femenil, los obstáculos de las carreras son más bajos y los discos son más ligeros.
El baloncesto usa un balón más pequeño y el voleibol, una red más baja. Los hombres y las mujeres deberían ser tratados igual en el deporte y en cualquier otro ámbito de la vida. Sin embargo, físicamente no son iguales y a nadie favorece tratar de pensar que sí lo son.
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