1 / 9 El personal parece hacer recibido la instrucción de no hablar a los periodistas sobre el ambiente reinante durante la purga lanzada por el poderoso príncipe heredero Mohamed ben Salman.
2 / 9 FOTO 2 | Cuando se pregunta a un empleado cómo la represión afectó a la imagen de marca del hotel -llamado por muchos "prisión dorada"-, éste elude responder, pues el tema es "muy sensible".
3 / 9 FOTO 3 | La AFP no fue autorizada a filmar el interior del hotel, en buena parte vacío, aunque en el café de la entrada desfilaban algunas familias saudíes, que se hacían selfis.
4 / 9 FOTO 4 | Entre los escasos clientes figuran hombres de negocio extranjeros que se vieron obligados a buscar otros hoteles la noche del 4 de noviembre, cuando el Ritz-Carlton fue requisado.
5 / 9 FOTO 5 | "Me alegra estar de vuelta", se congratula un asesor occidental que recuerda haber sido obligado a dejar el hotel. "Se nos dijo, de pronto: 'se ha producido un acontecimiento, tienen que ir a otra parte'".
6 / 9 FOTO 6 | El gobierno no reveló los nombres de todos los 381 sospechosos, ni los cargos que se les imputaba, ni la naturaleza de los "arreglos" financieros, lo que no ha dejado de alarmar a los inversores extranjeros.
7 / 9 FOTO 7 | "El Ritz ha vuelto a abrir sus puertas con un lujoso bufete gastronómico, pero tendrá que hacer mucho más para convencer a los inversores de que el reino del príncipe Mohamed es totalmente seguro" afirma a la AFP Andrew Bowen, un universitario del American Enterprise Institute.
8 / 9 FOTO 8 | Pero los partidarios de la purga consideran que ha alcanzado su objetivo, a saber, provocar un "cambio de comportamiento" en el seno de la élite, considerada como la encarnación viva de la corrupción.
9 / 9 FOTO 9 | La "represión" también ha incitado a los saudíes a sumarse al programa de reformas del príncipe Mohamed, "Visión 2030", destinado a reducir la dependencia del país respecto al petróleo, estima un diplomático occidental, según el cual "el miedo es más fuerte que el resentimiento".
FOTOS | Estatuas de bronce de caballos encabritados adornan el hall de entrada, en tanto los clientes occidentales se arremolinan ante un suntuoso bufete. Estamos en el Ritz-Carlton de Riad, lujoso hotel que luce exactamente como fuera antes de servir de "prisión 5 estrellas" a miembros de la élite saudí.
Este palacio de 500 habitaciones volvió a abrir el domingo, tres meses después de su cierre al público. Sus primeros clientes estaban curiosos de hallar señales del encarcelamiento entre sus muros de decenas de príncipes, ministros y empresarios, en el marco de una purga anticorrupción sin precedentes.
"La única diferencia es que las puertas de entrada están abiertas" asegura a los clientes un empleado. "Imagino que la lista de invitados es también muy diferente", responde un diplomático sentado en el hall de entrada.
Muchos de los 381 sospechosos que pasaron por el hotel, entre ellos el multimillonario príncipe Al Walid ben Talal, fueron liberados tras llegar a "acuerdos" financieros con las autoridades.
Entre los demás detenidos de alto rango figuraban el exjefe de la Guardia Nacional, el príncipe Miteb ben Abdalá, el magnate de la construcción Bakr bin Laden, o el de la prensa, Walid al Ibrahim.
Según socios comerciales de los sospechosos, cada detenido tenía una habitación con televisión pero sin acceso a internet o a teléfono para impedir cualquier contacto con el exterior.
También fueron retirados objetos cortantes o los cordones de las cortinas para impedir intentos de suicidio.
El domingo, todos los servicios estaban disponibles en una habitación de lujo del octavo piso donde se alojó un periodista de la AFP. Imposible saber si uno de los detenidos estuvo ahí, o si la habitación fue renovada.
Según el sitio internet del hotel, los detenidos más destacados residieron en 'suites' reales, que incluyen una habitación, una cocina, un comedor y un salón.