¿Soy líder? ¿Debo ser líder? Probablemente estas preguntas nos visitan una y otra vez por distintas razones: vocación, responsabilidad, necesidad. Y probablemente también el intento de hallar respuestas nos invita a imaginar qué cualidades o características son necesarias para lograr ser líder. Y así, intuitivamente, construimos, a imagen de los diferentes líderes que la historia registra, una larga, compleja y hasta supernatural lista de características y cualidades: carisma, habilidades comunicativas, inteligencia emocional, asertividad, ética, seguridad, capacidad de motivar a otros, etc.
¿Existirá algún ser humano que reúna todas esas cualidades? Seguramente no. El propio Aristóteles afirmaba que la persona virtuosa no era la que no sentía miedo, sino la que sentía miedo por las razones, el lapso y la intensidad adecuados.
El liderazgo requiere ser repensado. No podemos idealizarlo, deshumanizarlo y descontextualizarlo.
Nuestro entorno social se transforma constantemente y muchas veces de forma drástica: cambió nuestra forma de organizarnos, nuestra manera de comunicarnos y relacionarnos, lo que socialmente valoramos. Pensemos en que hasta hace no mucho ciertos valores, como la diversidad, el juicio propio y la innovación, eran prácticamente marginales. Sin embargo, a pesar de que nuestro entorno se ha transformado, el concepto tradicional de liderazgo centrado en la “persona” y en las “cualidades” que esta ha de exhibir continúa arraigado a nuestra forma de pensar. Seguimos aferrándonos a una definición tradicional de liderazgo “mesiánico” del siglo pasado, que ya no resulta funcional a nuestra realidad actual y al tipo de desafíos que estamos enfrentando.
¿Existe otra manera de entender el liderazgo? ¿Podemos pensar en el liderazgo con prescindencia del líder? Sí. En lugar de preguntarnos si somos líderes, podemos preguntarnos si, al margen de nuestras características, podemos “ejercer” liderazgo. No se trata de simple retórica, se trata de cambiar de centro de gravedad: pasar del sujeto a la acción.
Cualquier persona puede ejercer liderazgo; no necesita tener cualidades especiales ni ocupar algún cargo o ser designado “líder”. Solo necesita actuar con valentía y determinación: movilizar a un grupo —una familia, un equipo de trabajo, una organización o un país— para lograr un cambio desde un propósito común.
Hace varias décadas, el psicólogo Daniel Kahneman demostró que el framing condiciona el comportamiento social. Si dejamos de poner el foco en el “líder” como individuo y en las cualidades mágicas que este debe exhibir, y pensamos más bien en el liderazgo como una actividad, como un proceso colectivo, que involucra a varias personas y que puede ser ejercido desde distintos roles, permitiremos que más personas se sientan parte de los desafíos que enfrentamos y, por tanto, asuman el compromiso y la responsabilidad de ser parte de la solución, con independencia de su cargo, edad, etnia, género, orientación sexual u otra característica física o de personalidad.
¿Por qué requerimos repensar nuestro concepto de liderazgo? Pues porque en todos los entornos estamos enfrentando desafíos cambiantes de muy alta complejidad, que solamente pueden ser afrontados con enfoques multidisciplinarios y de manera colectiva, pudiendo tener una visión más amplia de lo que realmente es importante para el éxito de cualquier proyecto. Si es que no contribuimos todos, la probabilidad de que superemos esos desafíos es baja. Necesitamos innovación, pensamiento crítico y aprendizaje colectivo. Estamos más cerca de lograr nuestros objetivos sociales y organizacionales, si intervenimos todos, si movilizamos todos, si en algún momento todos nos sentimos llamados a ejercer liderazgo y estamos dispuestos a ejercerlo.
He tenido la fortuna de ser testigo de maravillosos casos de ejercicio de liderazgo por parte de personas que limpian baños, programadores, mujeres transexuales, niñas de solo 9 años. Ninguna tenía ni el rol ni las cualidades tradicionales que se espera de un “líder”, pero todas cuestionaban, inspiraban y movilizaban para lograr un cambio.
Todos podemos ejercer liderazgo si estamos dispuestos a impulsar un cambio que nos beneficie como colectividad. Espero que si alguna vez te interesa el liderazgo, lo primero que te preguntes sea: ¿cómo puedo ejercer liderazgo?
Claves
- Riesgos. Al enfocarnos únicamente en el “líder”, perdemos de vista el poder del equipo, las dinámicas que se dan dentro del grupo y los diferentes tipos de liderazgo que existen.
- Desafíos complejos. Vivimos tiempos de altas complejidades, debido al efecto de “triple pinza”: 90% de los CEO esperan que la inflación suba, 50% de los gerentes de RR.HH. creen que la competencia por el talento aumentará en los próximos 6 meses, y 48% de los CFO afirman que la volatilidad y afectación en las cadenas de aprovisionamiento se mantendrán más allá del 2023.
- Ejemplo. El éxito de Elon Musk en Tesla, SpaceX y PayPal, podría demostrar que es un gran “líder”; sin embargo, para sus críticos, el caso de Twitter podría revelar lo contrario.
Sobre la autora
Bárbara Castro es miembro de CLA y Lidera UP.