Trabajar más de 55 horas semanales está considerado ya como el principal factor de mortalidad en el trabajo, y está vinculado a 750,000 fallecimientos anuales, más de un tercio de los casi dos millones que cada año están relacionados con el empleo, revela un estudio publicado por Naciones Unidas.
El documento, elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) tras cinco años de investigaciones, también señala la exposición a la contaminación del aire como otro importante factor de riesgo, ya que está ligada a 450,000 muertes anuales.
Muertes que pueden evitarse
“Estos casi dos millones de muertes prematuras son evitables”, subrayó la directora del Departamento de Medio Ambiente, Cambio Climático y Salud de la OMS, la española María Neira, quien añadió que tanto el sector sanitario como el laboral deben asumir una responsabilidad compartida para frenar el problema.
Gobiernos, empleadores y trabajadores “deben tomar medidas para reducir la exposición a los factores de riesgo en el lugar de trabajo”, agregó en un mensaje de vídeo el director general de la OIT, Guy Ryder.
El estudio, que utiliza datos previos a la pandemia de COVID-19 (de hasta el 2016), tiene en cuenta diecinueve factores de riesgo ocupacional, incluyendo la exposición al amianto (ligada a más de 200,000 muertes cada año) y en menor medida a sustancias como el cadmio, el arsénico, el berilio, el níquel, la sílice, o los formaldehídos.
Según la OMS y la OIT, unas 450,000 de estas muertes anuales son causadas por enfermedad pulmonar obstructiva crónica, 400,000 fueron accidentes cerebrovasculares, 360,000 se debieron a traumatismos y 350,000 tuvieron como causa una cardiopatía isquémica (estrechamiento de las arterias coronarias).
El estudio concluye que las muertes relacionadas con el trabajo ligadas a cardiopatías aumentaron un 41% entre el 2000 y 2016, mientras que las vinculadas a accidentes cerebrovasculares crecieron un 19% en ese mismo periodo.
China e India suman casi 900,000 muertes
Por países, más de un tercio de los casi dos millones de muertes anuales ligadas al trabajo en el 2016 se concentraron en China y la India (con más de 400,000 fallecidos cada uno), aunque también llaman la atención las cifras de países como Japón (38,000 decesos) o Italia (20,000), mientras que España supera los 9,000.
En cuanto a las cifras relativas, no hay un patrón claro por regiones: Corea del Norte tiene la cifra más alta de muertes por 100,000 habitantes, con casi 70, pero ningún otro país supera las 40, según el estudio conjunto de OIT y OMS.
Sí están por encima de las 30 muertes por 100,000 habitantes tanto países en desarrollo (China, India, Bangladés o Indonesia), como economías desarrolladas tales como Bélgica, Países Bajos, Dinamarca, Italia y Japón, mientras que España baja a 19.7 fallecidos anuales por 100,000 habitantes.
En Latinoamérica, los países más poblados fueron también los que registraron más muertes ligadas al trabajo (28,000 en Brasil, 16,000 en México, 9,000 en Argentina o 6,000 en Colombia).
En cifras relativas, las tasas de mortalidad vinculadas al trabajo fueron relativamente bajas en la región, donde sólo Cuba estuvo cercana a los 30 fallecimientos por 100,000 habitantes, y junto a esa isla únicamente Argentina y Uruguay sobrepasan las veinte muertes por esa cantidad de población.
Alto coste sanitario, productivo y familiar
El informe, que no hace una estimación sobre el coste económico global de estos fallecimientos, advierte sin embargo que las enfermedades y traumatismos relacionados con el entorno laboral “sobrecargan sistemas de salud, reducen la productividad y pueden tener un impacto catastrófico en los ingresos de los hogares”.
Por ello, hace un llamamiento a tomar medidas para garantizar lugares de trabajo más seguros y sanos, combatiendo problemas como los horarios laborales excesivamente largos o la contaminación del aire en esos entornos.
Prevenir los largos horarios laborales, sugiere el informe, requiere un acuerdo sobre los límites máximos saludables de tiempo de trabajo, y para reducir la exposición al aire contaminado se debería controlar mejor la ventilación o el uso de equipos de protección personal.