La escritura como terapia

A pesar de ello, esta obra, en realidad, se trata también sobre escritores y sobre el arte de escribir. El libro se siente como una consigna de un taller de escritura: “escribe una novela corta sobre el proceso de pérdida de alguien querido, sin manipulaciones emocionales, sin nombrar personajes humanos (paradójicamente, el perro –Apollo– es el único personaje con nombre propio) sin una estructura narrativa determinada y nombrando a por lo menos, treinta autores o libros por capítulo”.

Nunez cumple con maestría con todos los requisitos en este libro, haciendo parecer fácil aquello que en realidad es sumamente difícil. En 203 páginas Nunez nos transporta en un viaje íntimo pero sin apegos y con precisión de cirujano, tocando en su camino temas profundos y complejos como la muerte, el sexo, la amistad, el amor, el suicidio, el humor, la seducción, la hipocresía, la salud, los recuerdos y las relaciones, todo decorado con reminiscencias a escritores, libros y textos, en medio de un caos ordenado, donde nada está puesto al azar.

La agudeza, la sutileza y el humor negro están presentes en toda la novela. Es una suerte de catarsis de la narradora, que ayuda también al lector a cuestionarse sobre los asuntos realmente importantes de la vida. Nunez tiene la habilidad de convertir una historia potencialmente empalagosa en una meditación penetrante y conmovedora sobre lo que significa ser un escritor y las distintas formas de amor y amistad, incluso entre las personas y sus mascotas.

Apollo, el gran danés, juega un rol preponderante en la trama de la novela y en el viaje de la narradora. Ella se cuestiona sobre qué sabemos realmente respecto del sufrimiento y la ansiedad de los animales, por ejemplo que no se suicidan ni tampoco lloran. Pero sí son capaces de desmoronarse y rompérseles el corazón. Apollo, aunque apático, saca a la narradora de su zona de confort y descubre que él se tranquiliza cuando le lee textos en voz alta.