Las celebraciones por el centenario de Chabuca Granda, los 250 años del nacimiento de Ludwig van Beethoven y, como no podía ser de otra manera, las preparaciones para el Bicentenario. Estos serán los ejes que definirán la cartelera del Gran Teatro Nacional (GTN) para este 2020. A lo que se sumará el despliegue de los elencos nacionales.
Su director, Mauricio Salas, lo tiene claro: su pretensión es que el teatro se consolide como un laboratorio de creación, un espacio de visibilidad y una plataforma de promoción. El objetivo no es gratuito. La intención es generar un modelo de gestión diferenciado pero replicable.
¿De qué manera se distribuye la oferta del Gran Teatro Nacional?
El 65% de la programación corresponde a presentaciones de elencos nacionales, lo que se sustenta con presupuesto público. De ahí, de 20% a 25% tienen capital privado, o se alquila el espacio o se entra en coproducción. Por último, el 15% son propios del teatro es decir una apuesta por compañías internacionales o nacionales con proyectos que de otra manera no estarían en programación por los formatos que maneja.
¿Se refiere a formatos complejos con muchos artistas en escena?
En efecto. Un caso es la danza contemporánea que es un gran formato, y donde no hay una oferta nutrida. Muestra de ello es la coproducción que tenemos con el Festival de Danza Nueva. Pues creemos que es importante desarrollar un público para esta vertiente. De hecho, tenemos todo una línea de trabajo de fortalecimiento para la danza contemporánea.
¿De qué se trata en específico?
Se hace de varias maneras. Aprovechamos que algunas compañías internacionales están en Lima para desarrollar clases maestras con el sector artístico local, apostamos por generar encuentros, abrimos espacios para la exhibición de obras locales de danza contemporánea ante programadores internacionales para generar vínculos y manejar la posibilidad de girar.
Los elencos nacionales tienen una presencia sólida en el GTN, ¿de qué manera funciona esta alianza?
Es una alianza orgánica. Hay una relación de mutualismo. De nuestro lado, nos interesa promover que lleguen a través de nosotros a otras redes de teatros del mundo. Porque nuestra contribución también está en la promoción de un modelo de gestión diferente. El Gran Teatro se ha convertido en un espacio de visibilidad, creación y promoción.
¿Cómo se establecen las condiciones para la internacionalización?
Son varias vías. Al formar parte de una red, GTN integra la agenda de los programadores internacionales que, de estar interesados, nos visitan para invitar nuestros proyectos a sus países. También ocurre lo contrario. De hecho, lo más común es que identifiquemos socios que puedan acoger un producto nuestro.
¿También pueden surgir coproducciones?, ¿o es una posibilidad más remota?
Es una oportunidad. El entablar un contacto más directo con otras casas productoras para que se animen a desarrollar proyectos conjuntos implica otro nivel de conocimiento, confianza, etc. Pero lo hemos hecho con “Alzira” (ópera de Verdi), que este año se va a Bilbao.
Cuando las producciones no dependen del ingreso por taquilla sino de presupuesto público, ¿cómo no perder de vista el valor de la audiencia?
La taquilla se debiera mirar siempre para analizar la eficiencia del gasto, pero en el arte deber ser referencial. Debe tomarse como un mecanismo de evaluación del desarrollo de audiencias. Hay que saber leer entre líneas qué nos dice el público. Si condicionamos el arte a la taquilla, vamos a dejar de tener arte.
¿Qué propuestas tienen más alcance?
El folclore y la danza tradicional tienen capacidad de convocatoria masiva. En sinfónica hay más atención, cuando se trata de compositores clásicos que cuando se trata de música contemporánea peruana. Basta que coloquemos un concierto sobre Mozart para que la demanda se active.
¿En qué vertientes de la música surge el efecto contrario?
En artes clásicas, dónde no necesariamente hay un consumo permanente, cuesta mucho más [tener un alto alcance]. Hay temporadas de ópera con muy buena asistencia hacia los últimos días, lo que nos indica que para estos espectáculos el público se fia del boca a boca, también es un tema de comportamiento.
El Bicentenario ha hecho que la agenda se trabaje con más anticipación, ¿en cuánto está avanzada?
Ha sido un poco atípico porque estamos obligados a cerrar la programación 2021 muy temprano, de hecho ya está avanzada en un 60%.
¿Qué actividades se tienen a la vista?
No puedo adelantar nada específico, pero daremos un espacio a las actividades oficiales. También estamos trabajando en un espacio en que los países amigos del Bicentenario van a poder traer compañías importantes en este ánimo celebratorio.
¿Se planea fomentar más la participación de compañías ubicadas fuera de Lima?
Lo estamos emprendiendo para este 2020. Viene la Orquesta Sinfónica del Cuzco, también la Sinfónica de Trujillo. Esperemos que sea recurrente en los próximos años. Café concierto es una propuesta de pequeño formato, para la que estamos trayendo a dos agrupaciones de provincias. Y además hemos comenzado a identificar agrupaciones musicales del ámbito nacional que nos interesa mucho.