Escritora y directora de Rock the Bubble, escuela de escritura creativa.
Busqué esta novela en todas las librerías de Lima: nadie la tenía. Repetí en Buenos Aires: misma suerte. Finalmente la encontré (o me encontró) en una librería de Madrid. Recomendada por un amigo librero, me miró incrédulo cuando le confesé que nunca había oído hablar de “Feliz final”, tampoco de Isaac Rosa. Solo cuando terminé de leerla, comprendí su sorpresa.
Feliz final es la historia de una pareja que se termina. Un matrimonio con dos hijas pequeñas y un pasado cotidiano, amoroso, tormentoso, rutinario… ¡vamos! como el de cualquier pareja que lleva un buen tiempo casados. La novela arranca cuando Ángela abandona el departamento que compartió por años junto a Antonio, su marido, y él se queda entre cajas y recuerdos rotos.
Tiene dos cosas geniales esta novela. La primera es que está escrita a dos voces. Por momentos el narrador es él y por momentos la narradora es ella. Las entregas parecieran ser cartas, pero no lo son. Están más cerca de ser monólogos interiores. Aun así, conservan una ilación. Hay una respuesta hacia lo que dice el otro, como si pudieran oírse. Para diferenciar las voces, la de Ángela está escrita en letra cursiva.
Y como en toda ruptura hay dos versiones: una doble mirada de lo que pasó y de lo que pudo haberse hecho de otra manera. Esas revelaciones son muy dolorosas de leer. Me asusta comprobar lo lejos que pueden llegar a estar dos personas que alguna vez estuvieron muy cerca. “Esa sensación de que nos hemos ido desconociendo, volviéndonos cada vez más extraños, iremos alejándonos hasta que nuestras hijas nos miren en una reunión familiar y se pregunten sorprendidas ¿cómo es posible que estos seres tan ajenos pudieran alguna vez enamorarse y desear un futuro compartido?”.
La segunda genialidad de esta novela es que va de atrás hacia adelante. A diferencia de la mayoría de historias románticas, esta comienza cuando se acaba el amor y avanza hacia sus inicios. Eso genera una anticipada nostalgia y una impotencia al saber que no importa cuánto leas, la historia ya está concluida.
Isaac Rosa le escapa como un mago a la cursilería. Habla de amor y no te empalaga. Revela el pensamiento masculino centrándose en la practicidad y recorre la sicología femenina como si Ángela lo hubiera tomado. Aun así, no es un libro para tomar partidos. El dolor los recorre con la misma pasión, aunque por distintas razones. Uno se encuentra de pronto conectado con él y luego con ella. Pero, sobre todo, con esa historia de amor que se interrumpe y muere ante los ojos de los propios protagonistas, convirtiendo al lector, en el único testigo del final de lo que alguna vez fue el inicio de un amor.
CLAVES
- Su novela El vano ayer ganó en 2005 el Premio Rómulo Gallegos
- Colabora habitualmente con medios como Eldiario.es y La Marea
- En una entrevista declaró que lo contrario de la soledad no es la compañía sino la comunidad.
DATO
Su novela El vano ayer (2004) fue adaptada al cine por Andrés Linares en 2008 bajo el título La vida en rojo