La cuarentena en Perú se extenderá hasta el 30 de junio. (Foto: Lino Chipana / El Comercio)
La cuarentena en Perú se extenderá hasta el 30 de junio. (Foto: Lino Chipana / El Comercio)

Cuando la vida nos cambió para siempre, por Iván Maestre (Periodista de Guayaquil, Ecuador)

La mañana del 29 de febrero en Ecuador, y particularmente en la ciudad de Guayaquil, la vida cambió para siempre. En rueda de prensa, las autoridades de salud del gobierno del presidente Lenin Moreno, informaban que al país había arribado la primera persona contagiada con el nuevo coronavirus. La mujer, ecuatoriana de 71 años y procedente de España, se convertía en el ‘caso cero’ de esta pandemia, y con ella, durante las siguientes semanas, el origen de decenas de contagios que se fueron confirmando.

Aquel sábado, junto a mi esposa, habíamos salido de la ciudad. Un viaje de tres días que fue planificado semanas antes. El anuncio de que el covid 19 había llegado al país lo escuchábamos por la radio a 200 kilómetros de distancia de Guayaquil, ciudad donde vivimos, y el epicentro de lo que para entonces ni siquiera imaginamos. A las pocas horas, el viaje a la playa para desconectarnos del trabajo, cambió. No se lo dije a Carolina, pero me conoce tanto que sabía que a partir de ahí mi ‘condición’ de periodista no me permitiría desprenderme de lo que estaba ocurriendo.

Las redes sociales se convertían, para entonces, en un polvorín de noticias de todo tipo en un escenario de descontrol. Para las 14:00, supermercados y farmacias lucían abarrotadas, aglomeraciones en los exteriores, largas filas, miles de personas en la búsqueda de mascarillas, alcohol, medicinas y todo lo que sirviera para evitar contagiarse de un desconocido virus que originó la peor tragedia que vive esta ciudad en los últimos 500 años. También, ese día, frente al mar, nos invadió la angustia de un futuro incierto.

Y aquí me encuentro, soy uno de los tantos habitantes de Guayaquil que apenas ha superado la enfermedad. Pasé por tres pruebas positivas a la covid 19 y que me convertí en una parte de las estadísticas del país de la mitad del mundo que tiene 17 millones de habitantes y registra más de 30 mil contagios hasta mediados de mayo. Cifras oficiales que generan dudas, ya que al hablar de víctimas mortales, el gobierno calcula hasta ahora no más de 3 mil, pero en Guayaquil y tres ciudades alrededor de esta, solo entre marzo y abril fallecieron más de 10 mil personas en una provincia, Guayas, con 12 mil contagios oficiales.

“La más golpeada del mundo”, como fue catalogada internacionalmente esta ciudad, debido al incremento porcentual de sus muertos, mostró escenas espeluznantes con cadáveres tirados en las calles por varios días antes de ser recogidos por una brigada especial, conformada de último momento en el lánguido intento de controlar una situación que ya no estaba en las manos de ninguna autoridad, tras el colapso del sistema de salud pública y privada, así como del sistema mortuorio.

La cuarentena en Ecuador oficialmente empezó el 16 de marzo. Se cerraron fronteras, suspendieron jornadas laborales, clases y pocos días después los aeropuertos no volvieron a operar al ser considerados la puerta de ingreso de miles de contagios que arribaban de Europa y Estados Unidos. Hay cálculos que mencionan hasta 25 mil personas ingresando a este país los primeros 15 días de febrero.

A partir de ahí el trabajo periodístico se volvió clave y necesario, alrededor de una guerra mediática a la que el gobierno catalogo de política atribuyéndosela al expresidente de Ecuador, Rafael Correa, y su grupo de partidarios. En Twitter, Facebook y Whatsaap se generó tanta información irreal que los medios estuvimos ahí para contar escenas que jamás podrán ser olvidadas. Por ejemplo, la de una veintena de vehículos atravesandose en la pista del Aeropuerto Internacional José Joaquín Olmedo en el intento de que un avión procedente de España aterrice en Guayaquil con la intención de recoger pasajeros atrapados por varias días sin poder regresar a sus países.

El incidente generó el repudio internacional, pero la principal autoridad de la ciudad, la alcaldesa Cinthya Viteri, respondió que no iba a exponer a sus habitantes ante un probable contagio por parte de la tripulación proveniente de Madrid. Dos días después del bochornoso espectáculo sacado de la ficción, para el 20 de marzo, los hospitales y las clínicas estaban colapsadas y sin posibilidad alguna de recibir ni un paciente más. Bajo esas condiciones, cientos de periodistas, camarógrafos, fotógrafos, asistentes, técnicos y más personas vinculadas a la comunicación nos lanzamos a las calles intentando retratar lo que ocurría, un escenario jamás imaginado y que solo se asemejaba a la cinematografía. Gente muriendo en sus casas y en las afueras de los centros de salud, así como un acelerado incremento de contagios que no tenían control.

Ir a trabajar todos los días sabiendo que también estás arriesgando la vida se convirtió en un acto heroico, no sólo para los periodistas, también para los médicos y enfermeras, para los policías y militares, y para todo aquel que tenía el deber y la responsabilidad de aportar durante esta pandemia. Así como requería de aplomo quedarse en casa, la que se había convertido en una trinchera dentro de una guerra para vencer a un enemigo invisible. En la ciudad sin control, el contagio era masivo así que fue muy difícil librarse de la enfermedad. A finales de marzo, y durante tres semanas seguidas, el malestar, la fiebre, los dolores, la tos y la dificultad respiratoria fueron los sintomas que me acompañaron.

Lo que me había tocado contar dentro de mis reportajes para el canal de televisión en el que laboro, se había convertido en mi historia. Ahora era yo el que temía morir en la habitación o ser ese cadáver tirado en la vereda hasta que sea recogido, quién sabe cuántos días después. O lo que es peor, ser trasladado a un hospital y que mi cuerpo desaparezca o se convierta en cenizas que no puedan ser reconocidas. Esto y más han tenido que vivir miles de familias en Ecuador que incluso no pueden sacar el cuerpo de su ser querido porque en la clínica privada a la que llegaron por emergencia, exige el pago total de la atención, un dinero que para muchos es imposible de costear.

El coronavirus originado en China nos está dejando una gran lección; el periodismo, en estos momentos, es igual de vulnerable como los protagonistas de sus historias. Y sabiendo esto, hay que seguir el camino de cualquier cobertura, de cualquier investigación. Durante la pandemia pasamos de ser los que contaban las historias a convertirnos, en algunos caso, los protagonistas de estas. Antes de terminar de escribir estas líneas, he recibido un mensaje en que el que me han confirmado que finalmente superé la enfermedad. Más de cincuenta días en casa, haciendo algo que nunca esperas en este oficio, mirar de lejos los acontecimientos de tu país.

Iván Maestre (Foto: Difusión)
Iván Maestre (Foto: Difusión)

Esperando salir renacidos de esta pandemia, por Sandro Mairata (periodista peruano en Washington D.C., EE.UU.)

Para Melissa

Mi testimonio iba a ser otro. Iba a contar en detalle cómo en esta cuarentena aprendí a cocinar por primera vez en mis 43 años recién cumplidos, que compré mi primera rasuradora automática y que con ella mantengo mi barba ordenada, y que también me sirve para cortar mi cabello de forma desigual pero bastante aceptable como para las videoconferencias, sentado frente a una cámara.

Pero momentos previos a escribir todo esto me enteré de la muerte de una amiga. Profesional, madre joven, esposa magnífica. Y al irme enterando de los detalles del cómo y del cuándo, la pandemia me fue enseñando nuevas y monstruosas dimensiones de sí: le dijeron que debía operarse de lo que parecía un mal de vesícula, pero que volviera después de la cuarentena porque no se daban abasto. Cuando el dolor fue insoportable, accedieron a atenderla y le descubrieron un cáncer en plena metástasis. Después de diez días, Melissa partió.

Aquí en Washington, D.C., cada vez hay más gente que pasea sin máscaras, y el sábado 2 de mayo, la zona central conocida como el National Mall –donde está el Obelisco de Washington y los museos Smithsonian– hizo noticia porque el gentío desprotegido y despreocupado se contaba por miles. Es la mayor contradicción de una ciudad administrativa habitada por funcionarios dedicados a fabricar normas y que viven entre gente que espera quebrarlas.

Sin embargo, lo mejor de la cuarentena, que acá se toma como una recomendación no forzosa, es poder sentarse en la puerta de casa cada atardecer y saludar al vecino, a la vecina del frente. Se siente que el tiempo pasa con menos crueldad, que de esta experiencia saldremos renacidos.

Sandro Mairata (Foto: Difusión)
Sandro Mairata (Foto: Difusión)


Un largo día que se vuelve monótono, por Renato García J. (Periodista del Diario Financiero de Chile)

Los días pasan monótonos en el encierro de la pandemia. Las mañanas comienzan todas iguales. Mi esposa desde muy temprano, instalada en el computador. Mientras tomo una taza de té con unas tostadas voy levantando a los niños. Hay que ir preparando las clases por videoconferencia y las tareas. La más pequeña es siempre la más emocionada. Por lo menos puedo dormir un poco más, porque me evito el trayecto al colegio y al trabajo. Cuando ya está todo marchando me instalo en mi pequeño escritorio con vista a un jardín común. Hay que reconectar. ¿Qué dicen las métricas? ¿Qué se leyó más? ¿Qué se lee ahora? Palabras clave, búsquedas en la red. Proporciono insumos para planificar la pauta de noticias. Todo se coordina por whatsapp en distintos niveles. Los temas, los focos, suplementos especiales, reportajes. Desde lo más estratégico hasta lo más inmediato. Van subiendo las noticias al sitio. Quién la toma, quién la edita, quién la ubica. Hay que agregar gráficos, encargar infografías. El chat estalla cada cierto rato. Una alerta. Una exclusiva. Los mensajes saltan emocionados. Hay prisa. Pero desde el viejo computador de la casa todo se hace más lento, más difícil, se queda pegado. ¡Listo! La noticia está arriba. Pronto me confirmarán el tema de mi reportaje. Y me pongo a investigar. Leer, leer y leer. Buscar números de contacto. ¿Quién son los personajes clave? ¿Cómo los contacto? Llamar desde casa también se hace más difícil. Especialmente si el entrevistado está en el extranjero. Hay que correr. Todo es urgente. Es emocionante, pero también es monótono. Todos los días son iguales, y poco a poco unos se van confundiendo con otros, en una larga espera, una vigilia, aguardando a que pase la tormenta.

Renato García J. (Foto: Difusión)
Renato García J. (Foto: Difusión)