El presidente del Instituto Weizmann de Ciencias de Israel, el neurocientífico Alon Chen, lamenta que a pesar de que el estrés “tiene mayor prevalencia en las mujeres que en los hombres”, los tratamientos no han evolucionado “lo deseable” y no existen terapias de precisión.
El experto en estrés, quien ha participado en una conferencia en la Fundación Ramón Areces sobre “Misterios de la mente humana: el futuro del cerebro y las ciencias neuronales”, subraya que es imprescindible seguir investigando para poder ofrecer una solución a dolencias y patologías mentales más adecuada a cada paciente.
“En estos dos últimos años de pandemia nos hemos dado cuenta de lo importante que es la salud mental, más aún tras revisar los últimos datos de suicidios y cómo ha afectado a todas las capas de la población, provocando síndromes postraumáticos”, advierte Chen.
Por todo ello, el estudio del cerebro, en su opinión, no es solo responsabilidad de biólogos y médicos, sino de matemáticos, físicos, psicólogos, para atender tanto los factores ambientales como los aspectos genéticos.
¿Por qué tratamos a todos igual en una enfermedad tan compleja? Es la pregunta que se hace el también director del Instituto de Psiquiatría Max Planck en Múnich (Alemania), ante la falta de un diagnóstico claro.
En su labor de investigación, Alon Chen, junto con los 40 diferentes equipos que dirige, se centra en los procesos biológicos mediante los cuales se desarrollan el estrés y la ansiedad en nuestros cuerpos, así como los mecanismos en el cerebro que son activados por estos estados mentales.
Sobre la predisposición a padecer este tipo de trastornos, menciona dos ejemplos para resaltar la importancia del desarrollo desde el vientre materno y afirma que “si pensamos en una mujer embarazada que vive en una zona en guerra, ella está preocupada todo el tiempo en cómo sobrevivirá ese bebé en el conflicto y se lo va transmitiendo”.
Si finalmente el parto se produce en una ciudad como Madrid, resulta que “en esos nueve meses el bebé ha sido diseñado para estar atento”, alerta a cualquier peligro; lo que puede generarle desde un principio un déficit de atención, “no ha sido diseñado para estar ocho horas sentado”.
Otros factores como la pobreza pueden generar señales que se transmitirán en el desarrollo al cerebro y al organismo del bebé y, en el futuro, aunque se alimente igual que los demás niños de su clase, su organismo acumulará más nutrientes y podrá llegar a desarrollar trastornos alimenticios, obesidad, diabetes, etc.
De esta forma, Chen considera urgente no frenar el estudio del cerebro hasta que se sea capaz de descubrir “por qué un niño de siete años tiene tendencias suicidas”.
En este campo, el profesor y sus colaboradores han descubierto genes, proteínas y circuitos neuronales que juegan un papel crucial en estos fenómenos.
También han encontrado mecanismos epigenéticos y circuitos de procesamiento de información en el cerebro que están relacionados con la ansiedad, la depresión, los trastornos alimentarios y los síndromes metabólicos.