Lejos de ser un año perdido, este fue para el ícono del trap Bad Bunny tal vez el más fructífero de su carrera. El tercer disco que lanzó en el 2020, titulado “El último tour del mundo”, se convirtió en el primero de habla hispana en ocupar el primer puesto en la lista Billboard 200 después de 64 años. Esto sucedió apenas dos semanas después de su lanzamiento.
Pero pocos días antes, también había sido nominado como el cantante más escuchado en Spotify con más de 8,300 millones de reproducciones. Su álbum “YHLQMDLG” (cuyas siglas significan “Yo hago lo que me da la gana”) hizo lo propio, con más de 3,300 millones de escuchas en la plataforma de streaming.
Chapuzón en el río
¿Pero quién era Benito Antonio Martínez Ocasio antes de apodarse Bad Bunny? Primero, un niño cuyo sueño de cantar inició a los cinco años y que empezó a tomar forma a los 13, cuando se animó a producir.
De hecho, su nombre artístico nació de una foto de infancia en la que mostraba cara de pocos amigos y vestía un disfraz de conejo.
En aquel entonces aún no contaba con la experiencia de vida para escribir letras afiladas que hablan del resentimiento en el amor. Pero sí que sabía de sonidos.
“Benito comenzó a hacer beats y a improvisar en su habitación, junto a sus amigos, algunos de los cuales siguen siendo sus colaboradores más cercanos. Le mostró FruityLoops a Ormani, su DJ, una década antes de que ambos rompieran Internet con Safaera”, cuenta el New York Times.
Benito también trabajaba en un supermercado como empaquetador y solía nadar en el río Vega Baja antes de hacerse demasiado famoso para ese tipo de diversión pública.
Ahora, con una fortuna calculada en US$ 16 millones, la estrella del trap compra un superdeportivo Bugatti Chiron “110 Ans Bugatti”, el cual vale US$ 3.26 millones, pues solo hay 20 unidades en el mundo.
“Me lo compré por una sola razón. Quería hacer mi presentación de los Grammy corriendo con un Bugatti en el Teodoro Moscoso. Tratamos de buscar quien nos lo rentara, pero nadie quería. ¿Pues saben qué? Yo lo compro, tranquilos”, contó el artista en un programa de su tierra natal.
Vende un mensaje y no solo música
Para muchos de sus fans, Bad Bunny es símbolo de reivindicación. Se pinta las uñas de púrpura, se viste de mujer en sus videos, empodera con sus letras a quienes sienten dolor y participa de protestas políticas.
Pero también “tiene el carisma de disfrutar al máximo ser famoso, lo que es atractivo para la juventud. Es un tipo que recalca que podría no haber tenido nada y estar tirado en la calle y ahora es famoso, que le ganó a la vida. Eso es un sentimiento que cae muy bien en esta región”, señala el periodista musical Matías De La Maza.
Los más de 53 millones de oyentes mensuales en Spotify no aparecieron en días. Bad Bunny empezó con pequeños shows, videos en Instagram y redes sociales y autoproducciones en Soundcloud. Fue su tema “Diles” el que le dio ese pequeño salto que necesitaba para llamar la atención de una discográfica. Desde entonces, solo hubo una larga lista de colaboraciones con artistas como J Balvin, Karol G o Daddy Yankee.
Conquistar el mercado ‘gringo’
Si en algo se diferencia el cantante de 26 años de sus referentes, es que no requirió ceder su idioma natal a cambio de fans en el mercado estadounidense. Su primer album “X100Pre”, contó en cambio con la colaboración de Drake, a quien ha dejado en segundo lugar de escuchas este año.
“Bad Bunny descifró el mercado ‘gringo’ (como suele decir) sin asimilarse. El idioma es un juego de poder y Bad Bunny lo está ganando” concluye el New York Times al recordar una entrevista que dio el cantante a Billboard, en la que respondió en español a la reportera, mientras esta, sin comprender, solo atinó a sonreír.