Dos años después del cierre de la última sucursal bancaria en la localidad de Denny, en el sur de Escocia, sus 8,000 habitantes han acogido con satisfacción la instalación de un quiosco que les permite realizar sus transacciones más básicas.
Un mostrador, un cajero automático, dos tabletas y dos asesores: el quiosco de la start-up OneBanks instalado en un supermercado representa una alternativa a las agencias tradicionales en un momento en que estas cierran en masa, víctimas de internet y de los recortes.
Donna Corrigan, de 40 años, llega con una pesada caja de monedas para depositar en su cuenta. Detrás del mostrador de plexiglás, una empleada va introduciendo puñados de calderilla en una máquina mientras conversan.
Aquí, los clientes pueden retirar o depositar dinero en efectivo y pagar facturas independientemente de su banco, gracias a la aplicación desarrollada por la empresa. Los asesores de carne y hueso también ayudan a los menos duchos en tecnología con sus operaciones de banca en línea.
Cuando cerraron las sucursales en Denny, “había que conducir 20 minutos” para encontrar un banco, explica Corrigan.
La mitad de las 10,000 sucursales del país habrán desaparecido entre el 2015 y finales del 2022, y Escocia es la región más afectada, según la asociación de consumidores “Which”.
Dinero en efectivo
El auge de la banca en línea ha llevado a los bancos a reducir drásticamente una red bancaria cada vez menos utilizada.
En el bloque de la eurozona vecino, el número de sucursales se redujo un 20% entre el 2016 y 2020, según el Banco Central Europeo (BCE).
Algunos países se ven más afectados que otros: en Holanda, el 44% de las sucursales habrán cerrado en ese periodo, frente al 13% en Francia.
Sin embargo, amplios sectores de la población siguen dependiendo del dinero en efectivo: casi el 20% en el Reino Unido, según un estudio de la Royal Society of Arts (RSA), que describe una población más bien envejecida, rural y suburbana.
En la cercana localidad de Bridge of Allan, de 5,000 habitantes, en la hora punta en torno al mediodía la principal calle comercial está repleta de clientes en los restaurantes, cafés, panaderías y tiendas. Ni un banco a la vista.
El último “cerró hace unos cuatro años”, se lamenta Jennifer Wilson, que regenta una ferretería en la que el 40% del negocio se sigue haciendo en efectivo.
Wilson puede depositar parte de la caja y pedir cambio en la oficina de correos local. Pero suele estar muy concurrida y tiene que conducir media hora hasta Falkirk... donde su banco también bajará pronto la persiana definitivamente.
“Frío y estéril”
Antes había “tres bancos en este pueblo”, recuerda Richard Kilborn, un residente de 79 años, que ha tenido que acostumbrarse a las transacciones en línea, pero echa de menos el contacto humano. “Todo se ha vuelto frío y estéril”, lamenta.
Las autoridades británicas piden ahora a los bancos que evalúen el impacto en los consumidores del cierre de sucursales y las alternativas disponibles.
Grandes bancos como Barclays, HSBC, Lloyds y NatWest han acordado recientemente financiar conjuntamente las alternativas, y la principal red de cajeros automáticos del país, LINK, se ha encargado de evaluar las situaciones caso por caso.
Se han probado varias opciones, entre ellas quioscos como el de Denny, pero también la mejora de las oficinas de correos, la retirada de efectivo en los comercios y dos “centros bancarios”, instalados en los locales del grupo Post Office, donde los banqueros de las principales entidades del país se turnan durante la semana para recibir a los clientes.
Tras el éxito de los proyectos piloto, se anunció la creación de cinco nuevos “centros bancarios”. Y OneBanks, que actualmente cuenta con tres quioscos en Escocia, tiene previsto instalar unos 15 más en todo el país.
La startup planea expandirse a nivel internacional. Los desiertos de efectivo “son un problema mundial”, afirma su fundador y directivo, Duncan Cockburn. El uso de “dinero en efectivo seguirá disminuyendo, pero tardará mucho tiempo en desaparecer por completo”.