Una máquina del tiempo, una notable hazaña de ingeniería o el lanzamiento de la década son algunos de los comentarios que se han oído sobre el James Webb, el mayor telescopio jamás enviado al espacio; en Kurú, Guayana Francesa, todo está listo para su despegue en principio mañana, día de Navidad.
Después de unos cuantos retrasos, su lanzamiento en un cohete Ariane 5 está previsto a las 12:20 horas GMT, con una ventana de 32 minutos para llevarlo a cabo. El James Webb, una colaboración entre las agencias espaciales de Estados Unidos (NASA), de Europa (ESA) y de Canadá (CSA), viajará hasta situarse a 1.5 millones de kilómetros de la Tierra, aproximadamente cuatro veces más lejos que la Luna.
Desde allí, ofrecerá una vista inédita del universo a longitudes de onda del infrarrojo cercano y el infrarrojo medio, y permitirá a los científicos estudiar una gran variedad de objetos celestes, siendo capaz de mirar hacia atrás en el tiempo más de 13,500 millones de años para ver las primeras galaxias que nacieron tras el Big Bang.
Pero para ello, además de separarse del cohete a los 27 minutos y 11 segundos, deberá seguir un largo viaje y superar una serie de etapas críticas en el próximo mes. El James Webb es tan grande que se ha doblado al estilo origami para caber en el cohete de Arianespace y una vez en el espacio se desplegará como un juguete transformer.
Entre otros, deberá abrir su parasol, del tamaño de una cancha de tenis, y luego el espejo primario, de 6.5 metros, con el que podrá detectar la tenue luz de estrellas y galaxias distantes con una sensibilidad cien veces mayor que la del telescopio Hubble, informa la NASA.
Todo esto en los primeros 29 días, pero los ingenieros pasarán un mínimo de seis meses calibrando los instrumentos para que el telescopio quede listo para hacer ciencia.
El James Webb, que se enfrentará a temperaturas muy bajas (alrededor de -230 grados centígrados), funcionará durante un mínimo de cinco años, aunque está planificado para que lo pueda hacer diez.
Está diseñado para expandir los éxitos científicos del Hubble. Entre ambos telescopios han pasado más de 30 años y tecnológicamente son muy diversos: el tamaño del espejo primario (6.5 metros frente a los 2.4 del Hubble) y su capacidad de ver la luz infrarroja (invisible al ojo humano) son las principales diferencias.
Gracias a esto, el James Webb podrá mirar atrás en el tiempo y observar las primeras estrellas que existían en el universo temprano y cómo se formaron las primeras galaxias tras el Big Bang y su evolución, además de los planetas de nuestro sistema solar y los que orbitan otras estrellas (composición química de los exoplanetas).
Para ello lleva incorporados cuatro instrumentos científicos de última generación que proporcionarán los datos necesarios para analizar los materiales que componen las estrellas, las nebulosas, las galaxias y las atmósferas planetarias, explica la ESA.
Los instrumentos, un conjunto de cámaras, espectrógrafos y coronógrafos, son: MIRI, NIRSpec, NIRCam y NIRISS.
El telescopio dotará a astrónomos y astrofísicos de todo el mundo, por vías hasta ahora imposibles, de las capacidades necesarias para ampliar las fronteras del conocimiento sobre nuestro sistema solar, la formación de estrellas y los planetas, y sobre cómo se crean y evolucionan las galaxias. Nunca se ha mirado al universo con estos ojos, así que esta mirada puede suponer un hito y una sorpresa.
Como dijo Stéphane Israël, primer ejecutivo de Arianespace -operador del cohete-, se trata del lanzamiento de la década.
El lanzador Ariane 5 está listo para despegar, resume la NASA en su cuenta de Twitter.