La primera ola de emoción por la inteligencia artificial (IA) generativa no se pareció a nada que el mundo hubiera visto antes. A dos meses de su lanzamiento en noviembre de 2022, ChatGPT había acumulado 100 millones de usuarios. Las búsquedas en internet de “inteligencia artificial” se dispararon; más de US$ 40,000 millones en capital de riesgo fluyeron a empresas de IA tan solo en la primera mitad de este año.
Desde entonces, la locura por la experimentación de los consumidores se ha enfriado un poco: el uso de ChatGPT ha disminuido y cada vez menos gente busca “inteligencia artificial” en Google. Se cree que a Son Masayoshi, un inversionista japonés famoso por sumergirse en mercados que ya son efervescentes, le interesa invertir en OpenAI, la firma creadora de ChatGPT.
Sin embargo, una segunda fase más seria está empezando. Una industria completamente nueva, centrada en modelos sobrecargados de inteligencia artificial, está naciendo. Tres fuerzas determinarán su aspecto con el tiempo… y si OpenAI sigue dominando o prevalecen otros actores.
El primer factor es la potencia informática, cuyo costo está obligando a los creadores de modelos a ser más eficientes. Por ejemplo, OpenAI enfrenta los costos desorbitados del entrenamiento y la ejecución de modelos más potentes, por eso todavía no está entrenando a su próximo gran modelo, GPT-5, sino a GPT-4.5, una versión más eficiente de su actual producto líder. Esto podría provocar que rivales con mucho dinero, como Google, tengan la oportunidad de alcanzarla. Se cree que Gemini, el modelo innovador que pronto lanzará el gigante tecnológico, será más potente que la versión actual de OpenAI.
Los elevados costos del cómputo también han propiciado la proliferación de modelos mucho más pequeños, los cuales se entrenan con datos específicos para hacer cosas específicas. Por ejemplo, Replit, una empresa emergente, ha entrenado un modelo con código informático para ayudar a los desarrolladores a escribir programas. Los modelos de código abierto también están facilitando que personas y empresas se sumerjan en el mundo de la inteligencia artificial generativa. Según un cálculo de la empresa de inteligencia artificial Hugging Face, existen unas 1500 versiones de estos modelos perfeccionados.
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En la actualidad, todos estos modelos se están peleando por los datos: la segunda fuerza modeladora de la industria de la inteligencia artificial generativa. Los modelos más grandes, como los de OpenAI y Google, son glotones: están entrenados con más de un billón de palabras, el equivalente a más de 250 Wikipedias en inglés. Conforme vayan creciendo, tendrán más hambre. No obstante, el internet está a punto de agotarse.
Por eso, muchos creadores de modelos están firmando acuerdos con agencias de noticias y fotografía. Otros se están apresurando para crear datos de entrenamiento “sintéticos” mediante algoritmos; otros intentan trabajar con nuevas formas de datos, como el video. El premio es un modelo que venza a los rivales.
El hambre de datos y poder que tiene la inteligencia artificial generativa hace que un tercer ingrediente sea todavía más importante: el dinero. Muchos creadores de modelos ya se están alejando de los bots tipo ChatGPT para el público en general y optando por enfocarse en las compañías que pagan.
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OpenAI, una firma que nació en 2015 como una empresa sin fines de lucro, le ha dedicado un énfasis especial a este rubro. No solo le ha otorgado licencias de sus modelos a Microsoft, sino que está creando herramientas a la medida para empresas como Morgan Stanley y Salesforce. Abu Dabi planea crear una compañía que ayude a comercializar las aplicaciones de Falcon, su modelo de inteligencia artificial de código abierto.
Otro enfoque es atraer a los desarrolladores de software, con la esperanza de que se vuelvan adictos a su modelo y creen los efectos de red tan apreciados en el sector tecnológico. OpenAI ofrece herramientas para ayudar a los desarrolladores a crear productos con sus modelos; Meta espera que LLaMA, su modelo de código abierto, ayude a crear una comunidad leal de programadores.
¿Quién saldrá victorioso? Firmas como OpenAI, con su gran cantidad de usuarios, y Google, con su riqueza, tienen una clara ventaja inicial. Sin embargo, mientras la potencia informática y los datos sigan siendo limitaciones, serán enormes las recompensas por mecanismos ingeniosos que ayuden a sortearlas. Un creador de modelos con un enfoque más eficiente, un método más ingenioso para sintetizar datos o una propuesta más atractiva para los clientes podría arrebatarles el liderazgo. Tal vez se haya enfriado la expectación. Pero el drama acaba de empezar.
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