Por Cathy O’Neil
Desde que se filtraron los archivos de Facebook, ha habido mucha discusión sobre cómo reparar la plataforma de redes sociales. Gran parte de esta charla se centra en cómo los algoritmos manipulan los flujos de contenido, y cómo se traza un perfil de los usuarios y se les muestra exactamente el contenido que les despierta ataques de odio, teorizaciones de conspiración e incluso terrorismo doméstico.
Esto es cierto y profundamente problemático. Pero la solución que muchos ofrecen, incluidas algunas personas en el Congreso, –mostrar a los usuarios su contenido en orden cronológico– no funcionará. La razón es la siguiente.
Primero, piense en Twitter. Los flujos de contenido cronológico tampoco son exactamente la norma allí, porque hay un algoritmo en funcionamiento (que recientemente se ha visto que amplifica las fuentes de noticias de derecha de Estados Unidos).
Pero al menos en Twitter, un flujo de contenido cronológico de las personas a las que seguimos no sería del todo discordante. De hecho, para el 1% de los usuarios de Twitter el flujo de contenido siempre ha sido simplemente cronológico.
Los flujos de contenido cronológicos son tolerables en Twitter simplemente porque, en esta plataforma, elegimos a las personas a las que queremos seguir. El Twitter algorítmico se diferencia del Twitter cronológico en que el primero nos muestra tuits más populares y posiblemente más antiguos de las personas a las que seguimos junto con algunos tuits de personas a las que no seguimos, pero que el algoritmo cree que nos agradarán.
Es como si nos uniéramos a un cóctel en medio del evento y nos informaran sobre los recientes aspectos más destacados que nos perdimos (algorítmico) o escucháramos cada una de las conversaciones que nos perdimos (cronológico). La segunda estrategia es una forma decididamente más aburrida de unirse a una fiesta, pero al menos es una fiesta a la que queríamos que nos invitaran.
Ahora piense en Facebook. Ha crecido durante la última década y media bajo el concepto de amistades recíprocas, lo que significa que no necesariamente queremos escuchar las conversaciones de la mayoría de las personas en nuestras propias redes. El algoritmo se ha desarrollado junto con esta red y ha aprendido de qué conversaciones realmente queremos formar parte o, más apropiadamente, con quién preferiríamos discutir.
Convenientemente, esto elimina al amigo del primo segundo de la escuela secundaria que una vez conocimos en una fiesta y de alguna manera nos hicimos amigos.
La realidad es que no queremos saber sobre la mayoría de los “amigos” en nuestras redes y, si nos ofrecen la posibilidad de elegir entre imágenes increíblemente aburridas de gatos o bebés de personas que no queremos conocer y contenido provocativo o incluso escandaloso de fuentes sospechosas, optaremos por esta última.
Sería diferente, para ser claros, si Facebook siempre hubiera ofrecido solo flujos de contenido cronológicos. De ser así, habríamos estado más atentos a nuestros amigos todo este tiempo. Pero no fue así, no lo hicimos, y la consecuencia es que este particular resultado es factible solo con un algoritmo activo.
Por cierto, no estoy ofreciendo una alternativa al “flujo de contenido cronológico” para solucionar Facebook. Y no es porque me esté conteniendo; simplemente no creo que haya una solución. El único enfoque razonable es reconocer lo que Mark Zuckerberg no quiere admitir: Facebook es una fuerza destructiva que causa un daño real y no tiene una solución fácil.