El fitoplancton, por su parte, contribuye a que los océanos produzcan la mitad del oxígeno de la Tierra y, al mismo tiempo, almacenen al menos una cuarta parte del CO2 emitido por los combustibles fósiles quemados por el ser humano. (Foto: Difusión)
El fitoplancton, por su parte, contribuye a que los océanos produzcan la mitad del oxígeno de la Tierra y, al mismo tiempo, almacenen al menos una cuarta parte del CO2 emitido por los combustibles fósiles quemados por el ser humano. (Foto: Difusión)

La extraña caja que los científicos sacan del mar y dejan en la cubierta del barco podría ser una nave espacial soñada por un niño. Pero cuando Clare Ostle examina su contenido, encuentra algunas de las criaturas más importantes de la Tierra: el .

El dispositivo, denominado Registrador Continuo de Plancton (CPR, por sus siglas en inglés), se utiliza desde los años 1930 para permitir a los investigadores conocer mejor estos organismos marinos.

El plancton reúne a especies acuáticas arrastradas por la corriente, animales como las medusas en el zooplancton y plantas en el del fitoplancton, además de bacterias y virus.

Constituye la base de la cadena alimentaria marina, produce gran parte del oxígeno que respiramos y desempeña un papel esencial en el ciclo del carbono.

“Lo más importante que vemos es el , explica Ostle, coordinadora del estudio Pacific CPR Survey, y esto tiene consecuencias potencialmente graves para la vida marina y los seres humanos.

El estudio mostró un desplazamiento del plancton hacia los dos polos en las últimas décadas, ya que las corrientes oceánicas cambian y muchos animales marinos se dirigen a zonas más frías.

El plancton que vive en aguas más cálidas está sustituyendo al de las aguas frías, a menudo con ciclos estacionales diferentes, lo que obliga a las especies que se alimentan de él a adaptarse o marcharse.

“La gran preocupación es cuando el cambio es tan rápido que el ecosistema no puede recuperarse”, dice Oster. El aumento de la temperatura de los océanos puede provocar “el colapso de caladeros entero”, explica, y recuerda que casi la mitad de la humanidad tiene el pescado como fuente principal de proteínas.

Produce oxígeno y almacena CO2

El fitoplancton, por su parte, contribuye a que los océanos produzcan la mitad del oxígeno de la Tierra y, al mismo tiempo, almacenen al menos una cuarta parte del CO2 emitido por los combustibles fósiles quemados por el ser humano.

Cuando el plancton y sus depredadores mueren y se hunden en el fondo del mar, se llevan con ellos el carbono que almacenaron.

Pero el cambio climático está ejerciendo presión sobre este ecosistema, con el aumento de la temperatura del mar, la disminución de los nutrientes que llegan desde el fondo a la superficie y el aumento de la acidificación del agua.

El calentamiento “está exponiendo a los ecosistemas oceánicos y costeros a condiciones sin precedentes desde hace siglos y milenios, con consecuencias para las plantas y los animales que habitan en los océanos de todo el mundo”, afirman los expertos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU, en el borrador de un informe que deben publicar en el 2022, en el que advierten de su “creciente impacto en la vida marina”.

Se prevé que la biomasa media del plancton, que mide el peso o la cantidad total de estas criaturas en el planeta, se reduzca entre 1.8% y 6% en función del nivel de emisiones de gases de efecto invernadero y del cambio climático.

Pero debido a su alta importancia, incluso una modesta reducción del plancton puede afectar al ciclo de alimentación marina y provocar una reducción de la vida en los océanos de entre 5% y 17%.

También podría haber “cambios en el ciclo del carbono y en el secuestro de carbono, ya que nuestro plancton cambia” y un plancton menor podría absorber menos C02, afirma la experta Abigail McQuatters-Gollop, de la Universidad de Plymouth, en el suroeste de Inglaterra.

Ahora que los líderes mundiales se preparan para reunirse en la COP26 en Glasgow, esto es un claro ejemplo de cómo la aceleración de los impactos humanos está desestabilizando los intrincados ecosistemas que sostienen la vida.

Pensar en lo pequeño

La solución a esta cuestión no es tan fácil como plantar árboles, señala McQuatters-Gollop.

Pero una pesca sostenible, la reducción de los contaminantes y la reducción de las emisiones de CO2 pueden ayudar a mejorar la salud de los océanos.

En el pasado, la protección del medio ambiente se ha centrado en “cosas grandes, bonitas o con valor monetario directo”, como las ballenas, las tortugas o el bacalao, dice.

Pero todo ello depende del plancton.

Al igual que las plantas terrestres, el fitoplancton necesita nitratos, fosfatos y hierro para crecer.

Pero un exceso de nutrientes puede provocar desastres medioambientales, como este verano en Turquía, cuando las costas fueron invadidas por “mocos marinos”, bloqueando la luz solar y privando de oxígeno a la flora y la fauna submarinas.

Las eflorescencias de plancton, visibles desde el espacio, pueden ser alimentadas por tormentas de arena o erupciones volcánicas. Este fenómeno natural ha inspirado a David King, fundador del grupo Climate Repair de Cambridge, para fertilizar el plancton mediante la dispersión de hierro en la superficie del agua.

Su teoría es que esto no sólo ayudaría a absorber más C02, sino que conduciría a un aumento de la vida en el océano, incluyendo eventualmente ayudar a aumentar las poblaciones de ballenas que han sido devastadas por la caza.

Mucho por aprender

Más ballenas equivale a más excrementos, que están repletos de los nutrientes que el plancton necesita para florecer, y King espera que pueda restaurar una “maravillosa economía circular” en los mares.

Un proyecto piloto probará esta técnica en una zona del mar de Arabia cuidadosamente sellada en una “inmensa bolsa de plástico”. Pero King reconoce que la idea hace temer consecuencias no deseadas: “desde luego, no queremos desoxigenar los océanos y estoy bastante seguro de que no lo haremos”, afirma.

Los organismos oceánicos llevan miles de millones de años haciendo la fotosíntesis, mucho antes que las plantas terrestres. Pero aún nos queda mucho por aprender sobre ellos.

No fue hasta la década de 1980 cuando los científicos dieron nombre a la bacteria planctónica prochlorococcus, que ahora se considera el fotosintetizador más abundante del planeta.

Los científicos han utilizado los datos obtenidos por el Registrador Continuo de Plancton para mirar hacia atrás y rastrear los cambios climáticos. También ha desempeñado un papel importante en el reconocimiento de los microplásticos que contaminan los mares.

Ostle utilizó los registros de estos barcos para demostrar que los “macroplásticos”, como las bolsas de la compra, ya estaban en los mares en la década de 1960.

Desde la embarcación en Plymouth, el agua parece tranquila cuando la luz del sol se desliza por su superficie. Pero cada gota está repleta de vida. “Hay toda una galaxia de cosas ocurriendo ahí abajo”, dice la científica.