Los astrónomos de todo el mundo esperaban con ansia al James Webb, el telescopio espacial más potente, porque permitirá observar las primeras galaxias, formadas pocos cientos de millones de años después del Big Bang. (Foto: Difusión)
Los astrónomos de todo el mundo esperaban con ansia al James Webb, el telescopio espacial más potente, porque permitirá observar las primeras galaxias, formadas pocos cientos de millones de años después del Big Bang. (Foto: Difusión)

El telescopio espacial superó este martes una etapa importante al desplegar completamente su escudo térmico, un parasol de cinco capas necesario para observar el cosmos, anunció la .

Cada una de las capas de este escudo térmico tiene el tamaño de una cancha de tenis y son necesarias para proteger los instrumentos científicos del calor del Sol. Desde el lunes cada una de ellas se desplegó y estiró.

“Las cinco capas del parasol están completamente estiradas”, dijo un operario del centro de control del telescopio en Baltimore, en la costa este de Estados Unidos, entre vítores de los miembros del equipo, según se vio en una transmisión en directo.

El telescopio es demasiado grande para caber en un cohete por lo que hubo que doblarlo sobre sí mismo como un origami y desplegarlo en el espacio, un procedimiento extremadamente peligroso. Desplegar este parasol era una de las etapas más difíciles de la misión.

Los astrónomos de todo el mundo esperaban con ansia al James Webb, el telescopio espacial más potente, porque permitirá observar las primeras galaxias, formadas pocos cientos de millones de años después del Big Bang.

El observatorio despegó hace poco más de una semana de la Guayana Francesa y actualmente se encuentra a más de 900,000 kilómetros de la Tierra. Va camino de su órbita definitiva, a 1.5 millones de kilómetros de nosotros, es decir cuatro veces la distancia entre la Tierra y la Luna.

En este lugar, si surgiera un problema, no se puede prever una misión de reparación.

Su despliegue, pilotado desde Baltimore, debía realizarse sin tropiezos. Más de un centenar de ingenieros se relevaron noche y día para asegurarse de que todo transcurriera según lo programado.

La NASA lo transmitió en directo por internet. Como no hay cámara a bordo del James Webb, las únicas imágenes disponibles eran de la sala de control de operaciones.

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