Ignacio Quintanilla

¿Y qué le dirías a alguien que se siente continuamente atacado? No hay que guardar agravios. Sí, le diría eso. No hay que guardar agravios.

Mira, el agravio tiene la misma antigüedad que la historia de la humanidad. Basta que leas la prensa de cualquier día y verás dirigentes atacando a dirigentes. Todos en nombre del bienestar de los demás. Y lo que ves en la prensa lo ves en círculos menores cercanos a ti.

En un podcast anterior de Tres Minutos Basta he compartido una frase que aprendí de varios líderes: si no tienes nada bueno que decir, mejor no digas nada. Si varios líderes a lo largo de mi vida han usado esta recomendación es porque hacía falta. Y algunos les haríamos caso y algunos no. Por lo tanto, pareciera que ser atacado es una realidad con la que hay que vivir.

¿Puedo evitar que me ataquen?, ¿puedo evitar los agravios?. Creo que no. Es de esas cosas que no está en nuestro control sino en el control del otro. Pero lo que sí puedo evitar y controlar es el daño del agravio.

Unos dicen, “miente que algo queda”. Yo completaría la expresión “claro que sí, queda la mentira y el mentiroso”. Porque tanto el agravio como la mentira siempre terminan siendo evidentes y concluyen ensalzando al agraviado y afectando al que agravia.

¿Cómo se combate un agravio?. Es una fórmula simple de tres pasos: No lo escuches, no lo contestes, no lo guardes.

Si no lo escuchas, se convierte en una flecha disparada que no dio en el blanco. Una flecha no certera que pone en evidencia al arquero torpe que atacó sin éxito. Pero algunas veces no hay forma, es tan directo y tan obvio que lo escuchas. Entonces aplicas la segunda parte de la fórmula. No lo contestes.

Si no lo contestas, disminuyes el efecto a su mínima expresión. Aceleras su desaparición en lugar de alargar su existencia. El debate y discusión alrededor de un agravio hacen de caja de resonancia afectando al agraviado. Mientras que el silencio lo extingue. Pero lo escuchaste. Y en tu interior no se extingue. Aquí juega la tercera parte de la fórmula. No lo guardes.

Si no lo guardas, el agravio se convierte en algo absolutamente inocuo. Como cuando en las pelis de niños al ser atacados los buenos ponían “barrera protectora” y así no les podían hacer daño. Porque el agravio guardado puede ser una flecha envenenada que hace daño lentamente.

En este punto estás pensando…, qué fácil suena, pero cómo se hace?. Con amor por uno mismo, con autoestima y autoconfianza. No pretendas que te quieran si tu no te quieres primero.

Para quererte mucho a ti mismo, no hay que guardar agravios.