¿Y qué le dirías a alguien que lleva prisa en la vida? No hay atajo sin trabajo. Sí, le diría eso. No hay atajo sin trabajo.
Quienes gustamos de seguir las noticias financieras hemos estado atentos al fenómeno del crash de las criptomonedas. Las criptomonedas, mal llamadas “dinero digital” han sido un fenómeno inversionista en el que muchas personas depositaban sus ahorros con la esperanza de ganar altas rentabilidades. El sustento era que, por efecto de controlar la oferta frente a la demanda, ese aparente dinero digital subía de valor de manera acelerada, y las personas que habían depositado en ellas su confianza se sentían ganadores. En determinado momento las personas han cambiado su actitud compradora por una posición vendedora, con lo que los beneficios aparentes se han convertido en pérdidas reales. Muchas personas con dinero real fruto de su trabajo compraron aparente dinero virtual creyendo que se podía ganar más dinero en poco tiempo y sin trabajar, y ahora han perdido dinero real.
Situaciones como la descrita están soportadas en la “confianza en los atajos”. Hay industrias especializadas en ello, como las casas de apuestas, los casinos, y otras ofertas que uno encuentra por ahí con la promesa de “gana dinero sin trabajar”. De manera consciente o con una falsa inconsciencia, algunos caemos en la trampa del atajo, que – muchas veces – son un delito o están en la frontera del delito. La trampa del atajo es la materia prima para los timadores.
No sólo hay atajos para ganar dinero rápido. También hay atajos para conseguir acreditaciones profesionales que pasan desde estudiar en instituciones de poco prestigio y baja exigencia, hasta los casos delictivos de plagios ilegales y certificaciones falsas. Hay atajos para conseguir empleo, hay atajos para lograr saltos sociales, hay atajos para encontrar éxito personal. En general, la oferta de atajos es basta. Muchas películas de cine están inspiradas en historias sobre atajos. Muchos libros también. Y muchas noticias que vemos en la prensa también giran en torno al atajo que alguien utilizó con un propósito específico y fracasó.
Mi padre nos decía siempre “el ocioso y el mezquino recorren dos veces el camino” y nos explicaba que entre el camino fácil o el camino difícil para alcanzar algo valioso, escogiéramos el difícil porque hacía más sostenible el objetivo. Es que la simple dificultad del trabajo te crea la auténtica victoria.
Aunque continuamente la vida nos demuestra que nada que valga la pena se logra sin esfuerzo, la industria del atajo seguirá presente. Continuarán los vendedores de ilusiones aprovechándose de quien elige el camino fácil. Y los ingenuos volverán a caer presas del atajo.
Evita disgustos y malos ratos. Recuerda que no hay atajo sin trabajo.