A los 37 años, Skarlet Salas logró su primer empleo formal tras convertirse en la primera mujer trans en trabajar en el servicio de limpieza de la Municipalidad de Lima. Fue así como pudo abandonar la calle y el trabajo sexual, la única alternativa de empleo para el 70% de las mujeres trans en Perú.
“Nunca, nunca había tenido un trabajo formal y siempre lo he querido porque estar en la calle es muy difícil, lo digo por experiencia propia”, lamentó la mujer.
Skarlet nació en la ciudad selvática de Pucallpa, donde convivía con sus padres y sus siete hermanos mientras completaba los estudios de educación secundaria.
Sin embargo, hace ya nueve años que, fiel a ella misma, siguió los pasos de muchas de sus compañeras y tentó la suerte en Lima. Se instaló en una de las ocho casonas del centro histórico que abrigan alrededor de 200 mujeres trans, y empezó la transición para “quitarse toda” su “masculinidad”.
“Cuando una es de provincia sabe que es difícil conseguir trabajo allí”, pues “nos dan ilusiones de que venir a la capital es muy diferente, que no hay discriminación, que podemos encontrar trabajo”, dijo.
La realidad en la gran ciudad estaba lejos de ser lo que Skarlet siempre había imaginado: “En Lima nos esclavizan demasiado”, aseveró la mujer, quien durante años estuvo en situación de prostitución.
En la Municipalidad
Skarlet es la primera mujer trans contratada por la Municipalidad Metropolitana de Lima, dentro del afán institucional de promover la inserción laboral inclusiva de esta comunidad, una iniciativa lanzada por el regidor Manuel Siccha, el primer concejal abiertamente homosexual.
“No se están creando nuevos puestos para ellas” sino que “consideramos los puestos de trabajo que teníamos a las personas trans” y se evalúan sus perfiles “de acuerdo con la idoneidad del cargo”, explicó el regidor, a quien esas mujeres llaman “madre”, un término que en el argot trans se usa para referirse a alguien a quien quieren o consideran una autoridad.
Hasta hoy, la Municipalidad de Lima ha contratado a ocho mujeres trans que realizan labores de mantenimiento, limpieza y recuperación de espacios públicos, como Skarlet, que se encarga de limpiar las oficinas de la gerencia general del Servicio de Parques y Jardines de la ciudad.
“Me siento contenta, me llevo bien con las otras compañeras, me dan confianza y no veo ninguna discriminación”, de hecho, “me tratan como lo que yo me considero”, aseguró, mientras sus uñas rosas, a medio pintar, agarraban firmes la credencial de su nuevo trabajo.
“Skarlet Salas Tuanama. Servicios generales en abastecimiento”, leyó la mujer, feliz al recordar que ese es su nombre social, diferente del legal.
En un primer momento, Skarlet reconoció haber sentido “miedo” e inseguridad por no saber hasta qué punto “iba a resistir” a un trabajo formal. Pero ahora, parece que nada la frena.
“Mi idea ya no es la de antes, tengo otros planes”, “pienso seguir estudiando” y hacer “una carrera técnica de computación”, auguró.
Excluidas
Según el último informe de la universidad privada Cayetano Heredia (UPCH), solo el 3% de mujeres trans tiene acceso a un trabajo formal en Perú, una realidad que lleva al 70% de ellas a dedicarse al trabajo sexual como única alternativa de empleo.
“Dime tú si ves la posibilidad de que un niño de 7 o 10 años diga ‘yo, cuando sea grande, sueño que 20 o 30 hombres me toquen el cuerpo y me laman por S/ 20 o S/ 30 (US$ 5.6 o US$ 8.4)’”, lamentó Gianna Camacho, una mujer trans que lucha por los derechos de su comunidad con el proyecto Unicxs.
“Ningún niño sueña con prostituirse, ni nosotros tampoco. Queríamos ser médicos, veterinarias, periodistas, pero cuando vas creciendo ves que eso no va a ser”, añadió Camacho.
Ganarse la vida en el comercio sexual dista de llevarse a cabo en condiciones dignas y seguras, pues al hacerse en la calle expone a las mujeres trans a una mayor vulnerabilidad ante situaciones de violencia y discriminación.
En Perú, cerca del 50% de los casos de violencia reportados anualmente contra personas LGTBI+ corresponde a la población trans femenina.
El estigma, la discriminación y la falta de educación superior son las piedras que más entorpecen y limitan el acceso de personas trans al mercado laboral de Perú, acentuando así su ya marcada exclusión social.
“Nos dicen (las compañías) que vamos a ahuyentar a la clientela, que damos mal aspecto a la empresa”, porque “si no cubrimos el molde de belleza femenina que la gente tiene en la cabeza nunca vamos a caber en sus opciones”, lamentó Camacho.
Según las últimas encuestas, el 50% de mujeres trans abandona su hogar sin haber completado sus estudios y, de las pocas que ingresan a la universidad, una ínfima parte permanece.
“Creo que nadie aguantaría cinco años de estar peleando constantemente y de estar defendiendo su identidad”, dijo la activista, quien añadió: “Las que tenemos el privilegio de poder ir a la universidad, como es mi caso, es porque empezamos la transición después”.
“¿Cómo se te ocurre convertirte en mujer?”
Gianna Camacho nació en el populoso distrito limeño de San Martín de Porres, hace poco más de 33 años.
“Es probable que en dos años yo ya no esté aquí”, sostuvo la joven, al recordar que la esperanza de vida de una mujer trans en Perú no supera los 35 años.
Ya de pequeña, Camacho tenía claro su deseo de visibilizarse como mujer trans, pero decidió postergar la transición para poder estudiar periodismo en la universidad.
Sus vecinas trans le decían “las travestis no vamos a la universidad”. “Aprovecha que eres joven, te armamos el cuerpo, te ponemos ‘boobies’ (senos), cola (trasero) y hablamos con tal fulana para que te pongas en la avenida y no tengas problemas”, insistían.
“Para ellas, prostituirme era la solución” y, desde su punto de vista, “me estaban haciendo un bien”, entendió Camacho.
Durante los años de universidad, la joven cumplió con su sueño de ser periodista, mientras combinaba los estudios con el ejercicio de la profesión, pero fue algo efímero.
Una vez graduada y visibilizada como mujer, Camacho se vio obligada a cambiar de sector, estudió maquillaje profesional y dejó su carrera de periodista en pausa.
“¿Cómo se te ocurre convertirte en mujer?”, le decían antiguos compañeros de trabajo. Ella, indignada, aseguró que “Perú todavía no está preparado para tener periodistas trans” y que la sociedad peruana las “castiga” al verlas “como las traidoras del género” por haber “nacido con el sexo fuerte” y “pasarse al equipo débil”.
“Si yo, con título, posgrado y experiencia no tengo trabajo, ¿qué les espera a mis compañeras? ¿Cómo soy capaz yo de mirarles a la cara y mentirles de que sí van a darles trabajo?”, sentenció.