Redacción Gestión

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Durante décadas, los políticos democráticos de América Latina han evocado a la Unión Europea (UE) como un modelo a imitar, a pesar de que han demostrado ser mucho mejores en hablar de integración que en ponerla en práctica. Ahora, justo cuando el proyecto europeo está sufriendo un ataque de nervios, hay pequeños signos de mayor unión en el otro lado del Atlántico. Si este progreso resulta ser sostenido, será por hacer las cosas de manera diferente a los europeos.

Una integración más estrecha tendría beneficios económicos claros. En promedio, los países latinoamericanos comercian menos entre sí de lo que hacen los países asiáticos y también menos de lo que cabría esperar, según el FMI. No ha ayudado el hecho que en este siglo la política dividió la región en bloques rivales. Hugo Chávez utilizó dinero del petróleo de Venezuela para crear el ALBA, una agrupación anti-estadounidense de 11 países en su mayoría pequeños. Mercosur, un grupo comercial con sede en Brasil y Argentina, se convirtió en un club proteccionista de gobiernos principalmente izquierdistas. En respuesta, en el 2011 Chile, Colombia, México y Perú formaron la Alianza del Pacífico de economías de libre mercado. Cada país tiene un acuerdo comercial con Estados Unidos, y también uno o varios pactos con países asiáticos.

Ahora Chávez está muerto, su dinero del petróleo ha desaparecido y el ALBA está a la defensiva. El centro-derecha ha llegado al poder en Argentina, con la elección de Mauricio Macri, y en Brasil a través de la destitución de Dilma Rousseff. Ambos gobiernos están tratando de impulsar el comercio, en particular mediante la negociación de un acuerdo con la UE (aunque, sin Gran Bretaña, esto podría fracasar por el proteccionismo agrícola de Francia y otros países).

El 30 de junio Macri voló a Puerto Varas, en la zona de lagos de Chile, para unirse a los presidentes de la Alianza del Pacífico en su reunión anual. Su viaje dio pie a conversaciones sobre convergencia entre la alianza y Mercosur en una nueva era de comercio liberal para América Latina. El gobierno de centro izquierda de Chile tiene especial interés en promover la coordinación entre los dos bloques. Pero Heraldo Muñoz, canciller de Chile, hace hincapié en que la Alianza del Pacífico y el Mercosur "son dos proyectos diferentes".

Esto es cierto tanto formal como geopolíticamente. Al igual que la UE, el Mercosur es una unión aduanera y tiene un parlamento (en gran parte inactivo). Amaña incluso más que Europa. Su tarifa común está llena de agujeros; ha admitido nuevos miembros, como Venezuela, que no cumplen con sus reglas. Lo que une al Mercosur es una alianza estratégica entre Brasil y Argentina, que tienen una cantidad significativa de comercio entre sí. Eso no va a cambiar.

El objetivo de la Alianza del Pacífico es crear un espacio de "integración profunda" que permita la libre circulación de mercancías, servicios, capitales y personas entre sus miembros. Su progreso ha sido prudente, pero realista. En mayo sus miembros suprimieron los aranceles sobre 92% de su comercio de bienes y armonizaron las reglas de origen (es decir, la cantidad de contenido local requerido para calificar) para fomentar la creación de cadenas de valor entre sus países. Ahora la prioridad es ayudar a las empresas a sacar el máximo provecho de esto, dice Muñoz. Pero la fusión de los mercados de valores de los aliados se ha visto obstaculizada por las diferencias impositivas y regulatorias. Al igual que el Mercosur, los miembros de la alianza han abolido los visados turísticos dentro del bloque, y están trabajando para reconocer las cualificaciones profesionales de cada uno de los miembros. Visas de trabajo siguen siendo necesarias, aunque normalmente son concedidas.

La Alianza del Pacífico es la única en basarse en afinidad política, en lugar de geográfica, dice José Antonio García Belaunde, quien fue canciller del Perú en el momento de su creación. La alianza toma decisiones por consenso y ha establecido reglas claras. Si bien el comercio entre los cuatro miembros sigue siendo ligero, es probable que crezca. La marca de la alianza es poderosa: ha atraído a 49 países observadores (hace poco Argentina). En Puerto Varas los presidentes acordaron pedir a los observadores colaborar en temas de educación, innovación, internacionalización de pequeñas empresas y flexibilización de los procedimientos comerciales.

Mercosur parece listo a dirigirse hacia la dirección más liberal de la alianza. Pero eso no quiere decir una fusión. La alianza está abierta a nuevos miembros, pero solo si aceptan sus reglas. En un mundo de grandes bloques, la integración tiene muchos beneficios potenciales para América Latina. Pero solo si está bien hecha. La lección del Brexit es que la integración debe ser "flexible, concreta… y no burocrática", dice Muñoz.

Los gobiernos latinoamericanos no quieren ceder soberanía a un organismo supranacional. A diferencia de Europa, ni la historia ni la geografía les ha animado a hacerlo. Mercosur tiene una pequeña secretaría; la Alianza del Pacífico es puramente intergubernamental. Como dice García Belaunde: "No hay Bruselas en la región". Si es que llega a suceder en absoluto, la integración de América Latina va a ser muy diferente de la UE. Es el momento de ajustar la retórica a la realidad.

Por The Economist.