
Este 22 de junio se cumplirán ocho meses desde la última vez que Dina Boluarte, presidenta de la República, respondió una pregunta durante una conferencia de prensa. Desde entonces, sus apariciones se han limitado a discursos protocolares en actividades oficiales, sin aceptar consultas de la prensa. El silencio sistemático de la jefa de Estado genera interrogantes sobre sus implicancias institucionales y el impacto en su ya desgastada imagen ante la opinión pública. ¿Se trata de una estrategia para evitar errores? ¿Una defensa frente a sus investigaciones fiscales? ¿O un cuidado o desprecio por el escrutinio ciudadano?
Consultados por Gestión, los constitucionalistas Samuel Abad y Luciano López, así como el exoficial mayor del Congreso José Cevasco, analizan el significado y los peligros de este mutismo presidencial desde el enfoque legal, político y comunicacional.
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Transparencia activa: el principio democrático ausente
Para el constitucionalista Samuel Abad, la conducta de Boluarte vulnera principios esenciales de cualquier sistema democrático: la transparencia y la publicidad de los actos públicos.
“Estos principios están recogidos en la Constitución. El más alto funcionario del país es el presidente y está sujeto al escrutinio ciudadano, y es por eso que es relevante que informe periódicamente a la ciudadanía sobre las actividades y labores que realiza. Lamentablemente ello no sucede y esto constituye un vaciamiento del contenido del deber de transparencia activa”, sostiene.
Abad señala que, si bien no existe una obligación jurídica expresa de brindar conferencias de prensa, sí hay una responsabilidad política y ética: “Desde el punto de vista del Estado, su deber es transparentar y publicitar sus actos y desde el punto de vista del ciudadano es el derecho a estar informado. Precisamente lo que está en contra de un principio como la transparencia es el secretismo”.
Por su parte, Luciano López coincide en que esta conducta no encuentra un castigo constitucional inmediato, pero ello no la hace menos grave. “No hay un mecanismo que obligue a la presidenta a hablar. Se podría considerar como una falta al deber democrático de transparencia, por supuesto que sí, porque quien ejerce este alto cargo tiene el deber de estar informando a la ciudadanía respecto a su gestión”, remarca.
José Cevasco: “El político que no comunica no está completo”
Desde una perspectiva de comunicación política, el exoficial mayor del Congreso, José Cevasco, advierte que el mutismo de Boluarte no es gratuito. “Todo líder político, en este caso un presidente, tiene que mantener contacto con los medios de comunicación. Esa es la forma de construir imagen, responder dudas ciudadanas y mostrarse como una persona transparente y que asume los retos de responsabilidad para informar a la población”, señala.
Considera que el silencio presidencial puede estar motivado por una dificultad para manejar la impulsividad ante preguntas incómodas. “La impulsividad no es buena consejera. Creo que va por allí: la falta de preparación para poder administrar su impulsividad ante preguntas incómodas. Un político tiene que entrenar, para poder administrar sus impulsos, saber dar mensajes cortos y claros”, sostiene.
En su análisis, Cevasco también vincula la falta de contacto con la prensa con la caída sostenida de popularidad: “Los chismes y especulaciones van creciendo, pero no hay nada mejor que aclararlo a los medios de comunicación. Si ella explicara su versión, podría generarle algunos puntos adicionales en cuanto a su popularidad”.

El silencio como estrategia legal: “Curarse en salud”
Una hipótesis que gana fuerza es que el silencio obedece a una estrategia de defensa legal. Con varias investigaciones fiscales activas, algunos analistas consideran que evitar declaraciones públicas podría ser una forma de reducir riesgos futuros.
“Tiene lógica”, reconoce Cevasco. “Cualquier cosa que diga podría ser usada en su contra más adelante, cuando asuma su papel de expresidenta. Es posible que sea una estrategia también el silencio. No desvirtuemos esa posibilidad”.
Samuel Abad, sin embargo, critica esta posición. “Un presidente debería transparentar sus actos y estar sujeto al escrutinio público. El hecho de que puedan hacerle preguntas, críticas, comentarios, no significa que deba estar callada. No existe una explicación que justifique este silencio informativo”, manifiesta.
Por su parte, Luciano López advierte que una lógica de autoprotección debilita aún más el rol presidencial. “Se transmite la sensación de no saber dónde está el piloto. El mensaje que deja es básicamente el de la ingobernabilidad”, señala el constitucionalista.
Conferencias vs. discursos protocolares: no es lo mismo
Boluarte ha optado por mantener discursos en actividades oficiales, pero sin admitir preguntas. Para los especialistas, esta práctica no cumple con los estándares democráticos.
“Este tipo de modalidades, como los discursos, los comunicados a la opinión pública, entre otros, son importantes, pero no permiten que los medios de comunicación formulen preguntas, no permiten que haya el escrutinio que le corresponde a todo funcionario público”, sentencia Abad.
López, en tanto, señala que no recuerda a ningún presidente en la historia reciente del país que haya guardado silencio por un periodo tan prolongado, “ni siquiera Toledo, que incluso tuvo una muy baja aprobación en algún momento”.
“Porque había presidentes que sí, tenían sus errores, pero se dirigían a la población. Esta es una situación muy inédita y que hace que sean coherentes pues los índices tan bajos de aprobación que tiene la presidenta”, indica.
Lo que podría ganar Boluarte al romper su silencio
Según Samuel Abad, romper el silencio le permitiría a la presidenta acercarse a un modelo de gobierno más transparente, algo que hoy está claramente en crisis. Agregar que actualmente, la ciudadanía se entera de lo que sucede por canales alternativos, no por una comunicación oficial directa. En ese sentido, ofrecer información de manera abierta ayudaría a entender lo que realmente está ocurriendo.
José Cevasco señala que incluso si la primera etapa de reapertura al escrutinio fuera difícil, con el tiempo se podría estabilizar. “Si la presidenta decidiera salir a los medios, al principio será muy duro, porque seguro deberá sortear una serie de preguntas e inquietudes. Pero si eso se mantiene en forma constante y permanente, las preguntas incómodas se reducirán hasta llegar a un clima de estabilidad”, menciona.
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Un mal precedente para el futuro
Quizá el aspecto más preocupante de este silencio no sea el presente, sino el precedente que establece. Para el constitucionalista Luciano López, la conducta de la mandataria Boluarte no solo refleja una falta de compromiso con la transparencia, sino que marca un precedente negativo en la cultura política del país.
“Ya tuvimos cuatro presidentes entre 2016 y 2021. Ahora, en este quinquenio, hemos tenido dos presidentes ‘mudos’. Es un quinquenio básicamente perdido, que sumado a las crisis políticas del 2016 a la fecha, estamos hablando ya de un decenio”, concluye.

Licenciado en Ciencias de la Comunicación, con especialidad en Periodismo, por la Universidad Tecnológica del Perú, con más de 12 años de experiencia en medios de comunicación. Actualmente escribo sobre política, economía y actualidad.