Pronto se cumplen los 100 días desde que Francisco Sagasti asumió la Presidencia de transición y es en estos momentos en que surge la pregunta de si ha logrado desempeñarse como líder. Desde una perspectiva de liderazgo individual podríamos plantear que arrancó de manera mesurada e incluso entusiasmó a algunos grupos con su discurso inicial y con un equipo de ministros conciliador, aunque más técnico que político. Los objetivos del período estaban claros: vacunas, reactivación económica y asegurar las elecciones.
Los días pasaron y la complejidad del país rebalsó al gobierno. Las marchas de trabajadores agrícolas y una nueva ola de COVID dejaron entrever ineficiencias históricas de nuestro Estado. Junto con ello, la poca claridad sobre la llegada de las vacunas y los discursos confusos sobre las medidas tomadas frente al COVID mostraron las brechas. Las expectativas que tenía la población de la autoridad, de orden y dirección, no estaban siendo cubiertas. Más allá de la gestión, la comunicación diluyó la sensación de liderazgo. Podríamos quedarnos aquí, pero no sería justo.
El liderazgo hoy ha dejado de enfocarse en rasgos de personalidad, para ser entendido como una decisión de hacerse cargo de desafíos de alta complejidad. En noviembre, fecha en que ingresó Sagasti a la presidencia fue un ejercicio de liderazgo aceptar, de la noche a la mañana, ser el tercer presidente de esa semana, dirigir un país fragmentado, con un Congreso desenfocado y en medio de la peor crisis sanitaria, económica y social de las últimas décadas. Suena insano aceptar este cargo sabiendo además que los presidentes en Perú suelen salir con baja aprobación e impactan en las elecciones siguientes. Sagasti se hizo cargo. ¿Por qué es relevante este contexto? Porque muestra la complejidad del inicio. No había tiempo para calentar, el partido ya había empezado y recién llegaban nuevos jugadores.
Acercándonos al liderazgo de otra manera, podríamos decir que el liderazgo no solo depende de una persona, depende del entorno y de otras personas también. Ningún jugador solo lleva a un equipo al podio. No solo se necesitan buenos ministros, se requiere que todas personas involucradas empujen hacia el mismo lugar. Hoy, las vacunas son el mejor ejemplo, el Estado, que jala ineficiencias desde hace 50 años, no se va a volver ágil en 100 días de transición; sin embargo, si todos empujamos hacia el mismo lugar es mucho más posible que logremos ganar algún partido.
Sin duda, Sagasti tiene que hacerse cargo de una mala comunicación inicial y de esto tiene que levantarse y aprender, pero el foco debe estar también en articular con rapidez a diferentes actores públicos y privados. Y esto requiere también que todos pongamos de nuestra parte. El liderazgo hoy requiere aliados. Y tu ¿cómo estás ayudando para que este gobierno de transición esto funcione?