Desde marzo, cuando estalló la pandemia de coronavirus en Perú, Sara Paredes y su marido Raúl Cisneros no ganan dinero suficiente para alimentar a sus dos hijos pequeños y pagar el apartamento que alquilan en Magdalena del Mar, un distrito costero de Lima.
“Ya vamos cinco meses que nadie me ha dado un trabajo de traducción, menos de interpretación”, dice Raúl, de 46 años, traductor y profesor de quechua, la lengua del antiguo pueblo inca que aún hablan millones de peruanos. Tampoco pudo seguir con sus clases presenciales y todos sus contratos con instituciones del Estado simplemente se paralizaron.
Con el confinamiento obligatorio por la pandemia, que duró más de 100 días, Sara, de 45 años, no pudo seguir haciendo clases en la Escuela de Bellas Artes. Además, cancelaron sus presentaciones teatrales.
Parte de la clase media peruana, conformada por 15 millones de los 33 millones de habitantes del país, ha sido duramente golpeada por la pandemia.
El prolongado confinamiento constituyó un mazazo para la economía de un país que crecía por encima del promedio latinoamericano: el PBI cayó 17% en los primeros cinco meses del año y se perdieron más de 2.6 millones de empleos, según cifras oficiales. Los sectores de ingreso medio venían creciendo sostenidamente en número desde hacía 15 años, de la mano de la expansión económica.
Desde el 2004, más de medio millón de peruanos engrosaron la clase media, al empezar a tener ingresos superiores a US$ 300 mensuales en una familia de cuatro personas, según los criterios del Banco Mundial.
Pero la pandemia cortó abruptamente esta positiva tendencia. Ahora casi un millón de peruanos pasarán a contarse entre la población de menores ingresos, y otro millón dejará esta franja para sumirse en la pobreza, según un reporte del centro de estudios de la Cámara de Comercio de Lima (CCL).
“Más informalidad”
El frenazo económico por la pandemia ha significado una “pérdida de bienestar muy apreciable para las familias peruanas”, dice el economista Jorge González Izquierdo, exministro de Trabajo.
“La producción baja fuertemente, el empleo se derrumba y los ingresos caen apreciablemente. Las tres cosas juntas implican que la pobreza va subir varios puntos porcentuales. Además va a subir la informalidad” económica, agrega.
Cerca de 70% de los trabajadores peruanos actúa en la informalidad.
Ante la imposibilidad de cubrir sus gastos en Lima, Sara Paredes y su marido optaron por mudarse a Ayacucho, porque allá los arriendos de casas son más baratos.
Claro que también hay menos opciones profesionales para el matrimonio o para darles una buena educación a sus hijos, la niña Yaku, de siete años, y el pequeño Amaru, de cuatro.
“No tenemos la seguridad de que todo vaya a estar mejor allá. Igual es como un salto al vacío. Económicamente hablando y también por nuestro desarrollo profesional, nos conviene estar en Lima”, admite la mujer.
Para paliar el vendaval, el gobierno de Martín Vizcarra repartió unos bonos de US$ 110 a millares de familias vulnerables. También autorizó el retiro del 25% de los fondos de pensiones privados, con un tope de US$ 3,700, a seis millones de cotizantes.
Consulta cerrada
Así como Sara y Raúl optaron por volver a vivir a Ayacucho, el dentista Gregorio Ángeles Montesa, de 32 años, tuvo que reconvertirse luego de tener que cerrar su consultorio.
Con tres amigos venezolanos con quienes compartía apartamento en el distrito de Surco (sureste de Lima), comenzó a hacer pollos a la brasa, que reparten a domicilio en bicicleta.
“Yo no estoy acostumbrado a vender comida, no es mi rubro, yo soy odontólogo, pero dejé mi ego atrás y dije: ‘No, yo tengo que reinventarme y tengo que hacer esto”, explica.
“Me senté con ellos (los tres amigos), les dije: ‘Chicos queda tanto dinero, tenemos que reinventarnos, hacer cosas que antes no hacíamos y tenemos que crear un puesto de trabajo porque ahora no lo tenemos”, agrega.
“Fue duro, pero lo hice, me reinventé y salí airoso, salí victorioso de eso. Y eso fue lo que me generó ingresos también para poder ayudar a mi familia, en casa de mis papás”, concluye.
Perú es el tercer país más golpeado por la pandemia de coronavirus en América Latina, con más de 371,000 contagios registrados y casi 18,000 fallecidos.