La participación activa de las mujeres en el establecimiento y la consolidación de la paz es clave para la resolución de los conflictos, según la ONU, y, con este propósito, 33 militares peruanas se preparan en Lima para viajar este mes a la República Centroafricana dentro del VII contingente de Cascos Azules.
“Estoy muy contenta de ser lo que soy. Ser parte de una misión de paz de Naciones Unidas, me abre la puerta a conocer otro tipo de cultura, relacionarme con otro tipo de personal militar y absorber conocimientos”, dijo la capitán Evelin Torres Giuria, en la escuela militar de Chorrillos, en Lima.
Junto a Torres Giuria, otros 206 militares se unirán a finales de este mes a la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Centroafricana (Minusca), nacida en el 2014 y en la que Perú participa desde el 2015.
“Este año hemos aumentado un 20% el número de mujeres respecto al año pasado, ahora 33 mujeres formamos parte de este contingente. Todo va relacionado con la resolución 1325 de Naciones Unidas, que tiene el objetivo de incrementar de manera escalonada el personal femenino dentro de los contingentes militares”, explicó Torres Guiria.
Para el 2028, el organismo tiene como objetivo llegar al 15% de participación femenina en los contingentes militares. Perú cuenta ahora con un 4.8%.
Papel destacado
La Resolución 1325 reconoce “el impacto diferenciado y desproporcionado” que, en los conflictos y postconflictos, sufren las mujeres, especialmente debido a la violencia de género y los abusos sexuales, pero también subraya la importancia de su presencia en la resolución y prevención de conflictos para conseguir la paz.
Mediante diversos programas a nivel global, busca incorporar la perspectiva de género en la paz y que la seguridad sea un compromiso y una tarea crecientemente asumida por los gobiernos de la región de América Latina y Caribe.
“La imagen de la mujer y su participación en las actividades de las misiones de paz inspiran”, declaró el capitán Alfredo Salas, que también partirá al continente africano.
Salas explicó que las mujeres peruanas que trabajan en el contingente actuarán en República Centroafricana como mentoras y modelos para mujeres y niñas que se encuentran en situación posterior a un conflicto, a algún trauma o actividad ajena a su infancia como las guerras, el abuso infantil o la trata de personas.
“Ver al personal femenino militar les sirve de ejemplo para que puedan defender sus propios derechos y ejercer carreras profesionales que no son comunes en su comunidad”, indicó el capitán.
La presencia de mujeres en zonas de conflicto es particularmente clave -señaló la teniente de 32 años Josheline Salas Villanueva- para ayudar a poblaciones vulnerables que prefieren acercarse a ellas, antes que a sus compañeros.
“Se que hay (en República Centroafricana) bastante abuso sexual contra la mujer y niños, y las mujeres tienen más confianza para decirnos lo que les está pasando. Allá el abuso lo cometen los hombres y no van a querer contarlo a los hombres”, dijo la teniente.
Misión Minusca
El VII contingente se ha preparado durante meses para poder desarrollar su objetivo en el país africano, que consistirá en construir y revisar la rehabilitación de infraestructuras, como caminos, carreteras o puentes, para que así la misión de paz humanitaria pueda realizar su trabajo.
Sus integrantes también han recibido lecciones de francés y conocimientos sobre la geografía y realidad del destino.
La República Centroafricana está sumida en un escenario de violencia sistémica desde el 2012, cuando una coalición de grupos rebeldes de mayoría musulmana -los Séléka- tomó la capital y derrocó al presidente François Bozizé, iniciando una guerra civil.
Pese a la firma del acuerdo de paz del 2019 y el alto el fuego unilateral de octubre del 2021, dos tercios del país -rico en diamantes, uranio y oro- están controlados por milicias y, según la ONU, unas 692,000 personas han abandonado sus hogares por la violencia.
Origen de la vocación
Las integrantes peruanas de la misión conversan en la escuela militar, que fue fundada en 1896 en el antes pueblo y ahora distrito limeño de Chorrillos, lugar con un especial valor simbólico, puesto que fue donde los peruanos lucharon en la batalla de 1881 contra los chilenos durante la guerra del Pacífico.
La teniente Salas Villanueva recordó que, durante sus primeros años en la escuela, le chocó la gran presencia masculina, pero destacó que, “si te gusta, te quedas”.
Torres Giuria también coincidió en señalar que la proporción de una mujer cada diez hombres en el Ejército peruano “es complicada”, sobre todo cuando se es joven.
“Al inicio es complicado el ser joven y lidiar con muchos varones y tienes que entrenar tu autodominio y poder, y demostrar mostrar tu liderazgo para poder comandar a ese personal”, dijo la capitán.
Tras comandar con firme voz el credo del soldado peruano en misiones de paz al personal mayormente masculino de la compañía del séptimo contingente, la teniente Gloria Esteves Valencia reconoció que la vocación militar es especialmente “bonita” por el hecho de ser mujer.
“La función que nosotras cumplimos es como una brecha que cerramos de una generación a la que estamos entrando y una nueva era de la que formamos parte”, dijo ilusionada por su misión a África.