
La farmacovigilancia, encargada de detectar, analizar y prevenir los riesgos relacionados con el uso de medicamentos, ha ganado protagonismo en los últimos años como componente clave de los sistemas de salud contemporáneos. Sin embargo, en el Perú, esta práctica técnica aún enfrenta desafíos significativos para afianzarse plenamente.
“El sistema de farmacovigilancia ha avanzado en normativas y estructura, pero aún hay áreas que requieren fortalecimiento, como la trazabilidad de los productos, la detección temprana de alertas y la formación de una cultura de reporte activo por parte de todos los actores del sistema”, explica el Dr. Armando Rivero, docente de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UNMSM.
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Entre los principales retos señalados por los especialistas se encuentran la necesidad de contar con un sistema de trazabilidad digital, el fortalecimiento técnico de la autoridad sanitaria, así como el diseño de protocolos efectivos para el retiro preventivo de productos con sospechas fundadas.
“La farmacovigilancia no empieza cuando hay una crisis sanitaria. Su función es permanente, silenciosa y preventiva. Su efectividad se basa en la capacidad de los sistemas para anticiparse a los riesgos, no solo reaccionar ante ellos”, señala Rivero.
Según el especialista, también es fundamental reforzar la articulación entre los distintos actores del ecosistema de salud —desde laboratorios hasta establecimientos de salud públicos y privados— para asegurar el cumplimiento de estándares de calidad en la producción, distribución y uso de medicamentos.
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En el ámbito internacional, países como México, Brasil y Colombia han implementado plataformas digitales de trazabilidad y sistemas integrados de reporte, lo que ha permitido mejorar los tiempos de respuesta frente a alertas sanitarias y fortalecer la confianza del público en los productos farmacéuticos. “Esos modelos muestran que sí es posible combinar regulación técnica rigurosa con eficiencia operativa”, añade Rivero.
La farmacovigilancia, como componente estructural del sistema sanitario, continúa posicionándose como un eje clave para garantizar la seguridad terapéutica, proteger la salud pública y promover la confianza en los medicamentos.