Imponente, de lento crecimiento y corteza rojiza, así es el shihuahuaco, un centenario árbol amazónico que crece en Perú y está al borde de la extinción por la tala indiscriminada y la presión del comercio internacional sobre su dura y densa madera que termina en parqués de Washington y Hong Kong.
Solo en Perú, se calcula que se está cortando un promedio diario de 504 individuos de esta especie y que el 80% de la depredación se concentra en el selvático departamento de Madre de Dios, ubicado en la zona suroriental del país y considerado la capital nacional de la biodiversidad.
Así lo revela la ingeniera forestal Tatiana Espinosa, tras mencionar el recrudecimiento de esta problemática, que en tan solo tres años escaló en un 680%.
“En el 2019 eran 74 árboles (talados) diariamente. Si no se actúa desde ahora, se puede convertir en algo muy peligroso”, alerta la también directora de la organización Arbio, que desde el 2010 cuida más de 900 hectáreas de bosque amazónico en la cuenca del río Las Piedras, en Madre de Dios.
De seguir a ese ritmo, los especialistas estiman que el shihuahuaco podría estar atravesando sus últimos días y que, en no mucho más de una década, podría ser solo un recuerdo.
Una madera codiciada
La tala de madera dura, tanto legal como ilegal, es —junto con la minería aurífera y la actividad agropecuaria— una de las principales amenazas de la Amazonía peruana, que en el 2020 alcanzó la mayor tasa de deforestación de las últimas dos décadas (203,272 hectáreas).
Los taladores abren caminos de trocha y lodo para adentrarse en la sabana boscosa y cortar con motosierras shihuahuacos de más de 500 años de antigüedad, que pueden pesar hasta 40 toneladas y alzarse 50 metros.
Y así, arrasan con una especie que no solo tiene una tasa de regeneración extremadamente baja, sino que también juega un papel clave en el bosque por capturar altos niveles de carbono y ser hábitat de aves y depredadores.
Una vez trabajada, la madera de los troncos talados, conocida en el mercado mundial como “iron wood” (madera de hierro), se embarca rumbo a Lima y, de allí, una parte se destina al consumo nacional y otra se exporta, principalmente a China y Estados Unidos, pero también a Europa y México, donde acaba en forma de muebles, parqués o marcos para puertas.
Un “incentivo perverso”
Para Espinosa, la raíz de la problemática del shihuahuaco en Perú está en la normativa y el desamparo de leyes que lo protejan.
En la actualidad, la legislación promueve, bajo ciertas condiciones físicas y ecológicas, el aprovechamiento comercial de madera en concesiones forestales no maderables, con el objetivo de aumentar la rentabilidad económica, en particular del sector castañero, que solo cosecha una vez al año.
En la práctica, sin embargo, esta norma se ha convertido “en un incentivo perverso” al utilizarse “más bien para permitir la extracción maderable en todas las concesiones de castaña”, asegura Espinosa, quien recuerda que estas son “muy pequeñas y no soportan esta gran presión”.
Para la experta, la solución pasa por dar valor al bosque en pie y detener la explotación maderable de shihuahuaco o al menos limitarla, aunque “mientras exista la tala legal va a haber la ilegal”, apostilla.
A corto plazo, insiste, urge que las autoridades del país califiquen a los “abuelos de la Amazonía” como una especie amenazada.
“Al no estar considerada amenazada, no se prohíbe su aprovechamiento. De continuar eso, de repente se va a extinguir la especie”, señala el director regional de Agricultura de Madre de Dios, Carlos Gutiérrez, quien evoca la caoba como ejemplo de otras especies en peligro por la incesante demanda internacional de madera.
Una demanda que está ganando la batalla contra los gigantes de la Amazonía, los mismos que acaban bajo los pies de muchos que desconocen pisar los que podrían ser los últimos ejemplares de esta especie centenaria.