La disputa gira en torno a la zona de Santa Rosa, formada hace medio siglo y habitada por peruanos desde hace décadas. (Photo by Jose CERPA / AFP)
La disputa gira en torno a la zona de Santa Rosa, formada hace medio siglo y habitada por peruanos desde hace décadas. (Photo by Jose CERPA / AFP)

Las acusaciones del a Perú de apropiarse de la isla Chinería en el río Amazonas reavivaron un problema ambiental ignorado por décadas: el caudal más largo y caudaloso del mundo se está desplazando hacia territorio peruano y amenaza con dejar a , el único gran puerto fluvial de Colombia, sin acceso directo a sus aguas.

La disputa gira en torno a la zona de , formada hace medio siglo y habitada por peruanos desde hace décadas. Lima sostiene que es parte de su isla Chinería, mientras Bogotá reclama soberanía, alegando que cuando se fijaron los límites hace un siglo siguiendo el cauce más profundo, esa isla ni siquiera existía.

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El curso del Amazonas, que ha migrado hacia Perú en los últimos 30 años, hoy concentra allí casi el 80 % de su caudal. Según el ingeniero Juan Gabriel León, de la Universidad Nacional de Colombia, en junio apenas un 19.5 % del caudal pasó por los brazos colombianos, lo que anticipa un riesgo real de que Leticia quede frente a un cauce seco durante la época de estiaje.

Los especialistas atribuyen este que colmata los brazos colombianos y a la erosión que profundiza los canales peruanos. “El río prefiere el brazo peruano por cómo está construida esa planicie”, explica la profesora Lilian Posada, quien advierte que la geomorfología del lado colombiano lo hace más resistente a la erosión y, por tanto, menos atractivo para el flujo.

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Ya en 2006, Posada propuso soluciones técnicas como dragar entre las islas Chinería y Ronda y construir espolones sumergidos en el canal peruano para redirigir parte del flujo hacia . Aunque eran obras viables, nunca se ejecutaron. Hoy, con el cambio climático y sequías cada vez más intensas, el problema se agrava.

Las consecuencias para Leticia serían profundas: perdería su carácter ribereño y afectaría tanto la economía como la vida social y cultural de la región. Incluso ecosistemas como los lagos de Yahuarcaca, esenciales para la biodiversidad y las comunidades locales, podrían secarse si el Amazonas deja de alimentar sus aguas.

Los expertos insisten en que se retomen los estudios y se abra un diálogo diplomático para evaluar medidas urgentes. No hacerlo, advierte Posada, sería “negligencia” frente a un proceso que ya amenaza la relación de Colombia con su río más emblemático.

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