Marina sirve cinco raciones de lentejas y arroz en un cuenco de hojalata que sostiene en sus manos una persona, un peruano entre los millones que viven bajo la pobreza extrema en un país donde el fenómeno de El Niño ha acentuado la escasez, especialmente en el norte.
Esta comida, que saciará a una familia de cinco personas, es posible gracias a la autogestión de comunidades que ven con temor el próximo fenómeno meteorológico global.
Los vecinos van llegando a servirse el almuerzo a una de las humildes casas del asentamiento humano Ampliación de Nuevo San Vicente, en la zona de La Unión, en el departamento norteño de Piura, donde no hay agua ni electricidad y las calles sin asfaltar se convierten en ríos de barro que arrasa con las precipitaciones.
“Somos 30 madres que recogemos nuestra porción de cinco o siete y aportamos un sol (0,26 dólares) para comprar leña y agua ya que es un elemento de mucha importancia que se necesita acá, porque no tenemos ese líquido, tenemos que compararlo para preparar alimentos. Y las madres ya saben qué día les toca preparar”, cuenta a EFE Shirley Huertas, presidenta de la olla común Bendición de Dios.
Este reparto de comidas organizado por las comunidades y que se hicieron populares en Perú durante la pandemia han resurgido en zonas como esta del norte del país, que fue gravemente afectada por las lluvias de El Niño Costero de febrero, marzo y abril.
Las intensas precipitaciones destruyeron casas, afectaron al ganado y arruinaron cultivos, lo que ocasionó la falta de trabajo de agricultores y provocó el aumento de los precios de bienes básicos como el limón o la cebolla.
Una situación que ha hecho que personas como Karoline necesite de estas comidas comunitarias que las propias mujeres del asentamiento se turnan para preparar para la treintena de familias, entre las que hay ancianos, madres y padres solteros que no cuentan con apoyos ni ingresos.
“Esto es un alivio, el dinero que nos ahorramos en este almuerzo lo podemos gastar en la cena”, dice mientras espera en la cola las raciones para su familia, su esposo está desempleado, ella es ama de casa y cuida de sus hijos de 9, 7 y 4 años que corretean alrededor.
Fortalecimiento de comunidades
Huertas explica que desde que comenzó la olla común el 16 de junio. A diario preparan 130 raciones gracias a los envíos mensuales de alimentos de la ONG Acción contra el Hambre.
Marina, por su parte, cuenta que cubre sus turnos de cocina y los de su cuñada, porque ella trabaja y no le da tiempo a colaborar.
“Acción contra el Hambre está apoyando la construcción y generación de ollas comunes como herramienta comunitaria no sólo ante la respuesta que hemos vivido sino también como preparación a la emergencia que posiblemente se genere por e El Niño Global”, señala la directora de dicha ONG en Perú, América Arias.
Indica que las últimas predicciones confirman que a final de año van a llegar de la mano del Niño Global fuertes lluvias y “la comunidad tiene que tener herramientas para afrontarlo porque en el momento de las lluvias sabemos que es muy difícil acceder a esta población”.
Por lo que en los últimos meses están promoviendo la higiene, el manejo seguro de alimentos o la organización comunal para apoyarse y generar redes de soporte.
En lugares como este asentamiento, donde no hay títulos de propiedad y la presencia de autoridades brilla por su ausencia, la organización entre los vecinos es fundamental para que salgan adelante.
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Preocupación por el Niño global
“Cuando llegamos a Piura, con la emergencia de El Niño Costero y el ciclón ‘Yaku’, encontramos una cantidad bastante elevada de niños con desnutrición crónica e incluso casos de desnutrición aguda, hace años que la desnutrición aguda ya no estaba en Perú y nos la hemos vuelto a encontrar”, expresa Arias con preocupación.
Afirma que desde 2022 están alertando de que se está dando una crisis múltiple que con El Niño Costero. Ahora, con El Niño Global, esta se va a agravar, y además se junta que todavía quedan las consecuencias de la pandemia de COVID y la subida de precios se vive en el país desde hace meses.
Según la ONU, en Perú hay 16.6 millones de personas, más de la mitad de la población, que no tiene acceso regular a alimentos suficientes y nutritivos, y familias como la de Karoline que todavía intenta sacar cabeza de las últimas lluvias, mira con preocupación el cielo esperando que su vulnerable situación no empeore.
Fuente: EFE
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