Entre los chats de inteligencia artificial, solo uno habla el idioma de los incas. En apenas segundos, el avatar Illary crea historias en quechua con elementos de leyendas y cultura andina de Perú para demostrar que esta tecnología es una aliada de las lenguas indígenas.
Illary, que significa amanecer, es fruto del trabajo de un equipo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la más antigua de América, y aspira a convertirse en una pieza más para preservar y promover el quechua, el aimara o el awajún.
Además, acompaña sus historias con imágenes creadas con un software que ha sido programado por este equipo y que trasladan la estética de los Andes peruanos.
“Para nosotros fue un estímulo, porque vimos que la inteligencia artificial era discriminatoria frente a las lenguas originarias, que no estaba hecha para eso, y la convertimos en un elemento importante para evitar la extinción de nuestras 48 lenguas nativas”, explica el profesor impulsor de este proyecto, Carlos Fernández.
Con Illary, los estudiantes “de traducción, los del examen de admisión, de carreras como la de lingüística o aquellos que están estudiando este idioma original puedan aprender mejor”, detalla.
También permite a los limeños, “en contextos tecnocráticos”, darle “una mayor perspectiva a lo que consideramos que es la enseñanza del idioma y evitar que se pierda”.
Más allá del chat, Illary presenta un noticiero en quechua y enseña esta lengua en la red social TikTok a través de vídeos didácticos.
El equipo sigue trabajando para que perfeccione sus conocimientos de aimara y awajún, las otras dos lenguas indígenas con más hablantes en el país.
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Escepticismo inicial
Fernández, que ocupa el cargo de director de la Oficina de Comunicación e Imagen Institucional de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, relata cómo al inicio del proyecto hubo gran escepticismo entre los profesores.
“Cuando comenzamos nosotros a trabajar Illary, el año pasado, no te puedes imaginar qué tan difícil fue (...) los comentarios eran realmente negativos. La gente consideraba que Illary era la primera que me iba a quitar el trabajo y lo que no saben es que nos ha dado más”, señala.
Este proyecto tiene detrás a profesores que se encargan de labores como la de crear plantillas fonéticas mediante las cuales el avatar habla y enseña.
También se encargan de alimentar con contenidos y conocimientos el chat, prevenir y corregir errores gramaticales o de pronunciación y mejorar técnicamente a Illary, para que sea cada vez más realista.
“Para nosotros es importante proteger (el quechua), tomando en consideración que tenemos la cátedra de quechua que tiene alrededor de 400 años, prácticamente cuando se fundó la Universidad, y que de alguna forma ha hecho todo lo posible para preservar este idioma originario”, comenta.
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Herramienta para la Academia
Fernández muestra cómo su equipo ha desarrollado otro chat en el que según el estado de ánimo del usuario, recomienda un libro de la biblioteca de la universidad y otro desarrollado por sus alumnos en el que la inteligencia artificial te ayuda a cocinar una receta si le dices lo que tienes en la refrigeradora.
“Ya no le preguntas (al estudiante) a través de un cuestionario o no le pides un mapa mental porque todo eso ya puede ser desarrollado por la inteligencia artificial. Creo que la creatividad, la imaginación, el espíritu crítico es lo que tenemos hoy día que salvaguardar como Academia”, dice Fernández.
Argumenta que la inteligencia artificial no tiene que ser el producto final, sino una aliada para todo tipo de conocimiento, y una herramienta que con honestidad e investigación ayude a los alumnos de la mano del profesorado.
“Creo que los profesores tenemos que cambiar de mentalidad porque ya no podemos hacer las cosas que hacíamos antes, y fomentar la creatividad impone algunas estrategias pedagógicas diferentes. Una didáctica distinta influenciada por la inteligencia artificial”, sostiene.
Y expresa que es en la Academia donde se debe dar el ensayo-error para que estas nuevas tecnologías se adapten y posteriormente se desarrollen en la sociedad en su beneficio.
“Estamos enseñando el camino de cómo hacer para que esta lengua originaria pudiera persistir todavía más en la memoria colectiva. Porque si perdemos un idioma no perdemos solamente una lengua, perdemos también cultura, también identificación social, entre otras características, y eso es precisamente lo que nosotros con Illary pretendemos evitar”, concluye el profesor.
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