
Cada mañana, cientos de turistas que ascienden a la montaña de siete colores en Perú pasan junto a una cruz que conmemora el lugar de un violento asesinato.
Ahí es donde el año pasado un hombre de la zona fue emboscado, secuestrado y apedreado hasta la muerte. La víctima, Flavio Illatinco, posiblemente el mayor promotor de este destino turístico, fue atacado por una turba compuesta por sus propios vecinos, según las autoridades.
Esa es la razón por la que algunos en la comunidad indígena local ahora consideran que el destino turístico está maldito. Los cientos de miles de visitantes que ascienden los Andes cada año para alcanzar lo que se ha vuelto una de las postales más icónicas del Perú pasan de largo sin enterarse de esta oscura realidad.
La montaña fue por muchos años un destino que casi no era visitado. Pero eso cambió en el 2016, cuando las redes sociales crearon un furor por un tipo de turismo que persigue la foto perfecta, catapultando el lugar a la fama. La editorial de guías turísticas Lonely Planet mencionó la existencia de la montaña por primera vez en su edición del 2019 sobre el Perú, y la puso en la portada solo dos años después.
La fama inmediata de la montaña de siete colores transformó a la comunidad campesina de Chillihuani. De la noche a la mañana, entraron millones de dólares en ingresos anuales a un pueblo de agricultores de subsistencia, mejorando la vida de cientos de peruanos cuyas familias habían vivido en la pobreza por siglos.
Pero más que nada, la llegada del dinero desencadenó años de peleas sobre cómo los ingresos del turismo deberían ser recolectados y distribuidos, culminando en la espantosa muerte de Flavio. Ahora, 29 personas, o casi el 6% de la población de Chillihuani, está bajo investigación criminal por los hechos de violencia.

Trece hombres, muchos de los cuales dicen trabajar como arrieros en la montaña de siete colores, están en la cárcel. Todos niegan haber estado involucrados. Otros tres hombres estaban con orden de captura, pero la policía detuvo a uno la semana pasada. La fiscalía sigue tratando de identificar a otras 40 personas que supuestamente participaron de la turba.
“Una de las causas de la discordia, de los grandes enfrentamientos, del egoísmo humano, es el dinero y el amor al dinero. Tanto más para alguien que nunca antes ha tenido dinero en sus manos”, dijo Rina Arana, la fiscal peruana a cargo de investigar la muerte. “Me daba un poco de cólera y me molestaba cómo peleaban. Y todo por el dinero”.
Las controversias sobre el turismo global están en aumento. Hay protestas contra la escasez de vivienda en Barcelona, contra la sobre afluencia de visitantes a Venecia y contra la degradación ambiental en las playas de Tailandia. La violencia en la montaña de siete colores muestra cómo el dinero puede crear una lucha mortal incluso cuando genera una riqueza que se necesita desesperadamente.
El Gobierno peruano se mantuvo ampliamente al margen mientras el conflicto en Chillihuani siguió empeorando, deseoso de promover la montaña como un destino turístico que llena todos los rincones de las redes sociales con fotos de paisajes que parece de otro planeta.
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El Ministerio de Comercio Exterior y Turismo concluyó en un reporte presentado al Congreso tres meses después de la muerte de Flavio que “el conflicto escaló rápidamente por las disputas intercomunales sobre el cobro a los turistas por acceder a la montaña”.
Madeleine Burns, que fue viceministra de Turismo desde el 2022 hasta el mes pasado, calificó la muerte de Flavio de una tragedia. “El problema siempre era sobre el dinero”, dijo. “Este conflicto ha sido manejado como el Lejano Oeste, espero que se pueda resolver”.
Hasta ahora, el gobierno no sabe cuántos turistas visitan la montaña de siete colores, y menos cuánto dinero genera. Funcionarios públicos estiman ingresos de entre US$ 3 millones y US$ 10 millones anuales. Pero el Estado estaba tan poco preparado para manejar la llegada de los turistas que, al momento de la muerte de Flavio, la montaña no había sido registrada como un destino turístico oficial, pese a su popularidad mundial.

“El turista llega alegre, vive una experiencia, luego regresa al extranjero y cuenta historias de la increíble montaña de siete colores”, dijo el hijo de Flavio, Ivcher Illatinco, 25, quien creció en Chillihuani. “Pero lo que no saben es que internamente la comunidad está en problemas y está triste. Que hay muertes, que hay violencia, y que la montaña de siete colores es una maldición”.
A los guías turísticos les gusta decir que las rayas de rosado, turquesa y mostaza que tiene la montaña de siete colores fueron reveladas por primera vez cuando un glaciar se derritió. Imágenes satelitales, sin embargo, muestran que el área no estuvo cubierta de hielo durante el siglo XX.
“La idea de que había un glaciar ahí y que desapareció por culpa del calentamiento global da para una buena historia. Pero no es verdad”, dijo Lonnie Thompson, profesor de Ohio State University de EE.UU. que es experto en glaciares tropicales, la mayoría de los cuales está en Perú.
Por siglos, muchos en Chillihuani han hecho rituales para honrar a las montañas aledañas, incluyendo a la que llamaban Kuychi, que significa arcoíris en quechua. También la llaman Vinicunca, un nombre que se ha vuelto bastante famoso entre los turistas. Antes, la zona estaba cubierta de flores amarillas y albergaba vicuñas, unos camélidos elegantes que tienen una lana increíblemente fina.
El terreno de la comunidad de Chillihuani se encuentra en la ladera de una montaña, y va desde los 3,000 metros sobre el nivel del mar hasta los más de 5,000 metros que tiene la montaña de siete colores. La población es de 500 personas. El gobierno nunca ha medido su tasa de pobreza, pero la gente ahí dice que dependían del trueque de papas, maíz y alpacas hasta que llegó el turismo hace relativamente poco.
Ivcher daba por sentado al Vinicunca en medio de tantas montañas imponentes. Contó que en una de sus caminatas que no se fijaba tanto en los colores de la montaña, sino que “me enfocaba en el paisaje, lo bello que era”.
El potencial de la montaña de siete colores atrajo la atención de Flavio a mediados de la década de 2010.
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Flavio nació en 1979 y creció en el sector más pobre de Chillihuani, llamado Llacto. Luego trabajó como cocinero en el Camino Inca, una caminata de varios días a través de los Andes que termina en la famosa ciudadela de Machu Picchu.
Eso le dio a Flavio una sensibilidad particular para el turismo y, hacia 2017, empujó a su pueblo a construir una carretera a la montaña de siete colores. Un pueblo aledaño había empezado a hacer lo mismo, pero Chillihuani estaba más cerca del Cusco y de la multitud de turistas que se hospedan ahí. La nueva carretera redujo el tiempo de viaje hasta la montaña a solo tres horas en carro.
La carretera fue inaugurada en 2018 y rápidamente se convirtió en la ruta principal a la montaña de siete colores. La comunidad de Chillihuani quedó encargada de cobrar el ingreso a los turistas, además de vender otros servicios como paseos en caballo, comida y artesanías.
El logro de construir la carretera elevó a Flavio a una posición de liderazgo político y quedó a cargo de la gestión del centro poblado de Chillihuani y la montaña de siete colores. Así fueron las cosas hasta que otros empezaron a competir por el control de los ingresos de los boletos.
“Cuando las personas vieron que por la entrada a la montaña de siete colores podían generar miles, y hasta quizás millones, no sabían cómo manejarlo y eso les generó dificultades”, dijo Ivcher. “La gente decía ‘¡Wow! Yo puedo ganar ese monto’”.
Uno de ellos fue Cecilio Quispe Noa, quien se opuso a la propuesta de Flavio de trabajar con el gobierno para supervisar la redistribución de los ingresos de la montaña. Cecilio, por su lado, creía en la autonomía de Chillihuani como comunidad indígena y rechazaba cualquier influencia externa.
“Ellos eran enemigos a muerte”, dijo Edit Yépez, la subprefecta del distrito de Cusipata, un puesto que incluye el monitoreo de conflictos en comunidades como Chillihuani. Edit fue testigo de primera mano de cómo evolucionaron las tensiones a través de los años.
Los choques entre Flavio y Cecilio continuaron. Solo horas después de la muerte de Flavio, su primo y mejor amigo Filomeno Illatinco dijo a las autoridades que “Cecilio Quispe Noa venía amenazando de muerte a mí y a Flavio Illatinco sobre la administración de los ingresos de la montaña de siete colores”. Esas amenazas también constan en documentos escritos por Edit.
Cecilio se negó a comentar sobre el asunto a través de su abogado.
A finales de 2019, las autoridades peruanas dijeron que Flavio había recibido una presunta coima de una empresa de turismo. Nunca fue formalmente acusado y él negó cualquier acusación, pero la noticia generó suspicacia dentro de Chillihuani.
“Su debilidad ha sido que ha tenido plata, en el tema de la cobranza de los ingresos, y no ha sido cómo administrar ese dinero”, dijo Edit. “Todo el mundo preguntaba, ¿y qué hacen con esa plata arriba?”
Cecilio terminó siendo elegido presidente de la comunidad de Chillihuani y también tuvo problemas manejando el dinero del turismo. Edit escribió en un documento oficial que Cecilio había “perdido el control y autoridad” y también que había participado en la “potencial mala administración de los ingresos provenientes de la montaña de siete colores”.
“Flavio era una persona transparente”, dijo Filomeno, “mientras que Cecilio tenía otro carácter”. Agregó: “Si lo desobedecían, Cecilio imponía multas excesivas que usaba para asustar a los comuneros”.
Bajo el liderazgo de Cecilio, Flavio fue expulsado como miembro de la comunidad de Chillihuani, acusado de generar conflictos alrededor de la administración de la montaña de siete colores. Mientras Cecilio consolidaba su poder, la disputa por el poder con Flavio solo empeoraba.
Edit vio muy claramente ese conflicto. Entre 2023 y 2024, escribió decenas de comunicaciones a sus superiores, incluyendo al jefe de la policía del Cusco, pidiendo repetidamente que haya una presencia permanente de las autoridades en Chillihuani para proteger a los comuneros y a los turistas. Ella dijo que Flavio demandaba que hubiera una distribución de los ingresos del turismo que fuera concertada con el Estado de manera que la repartición fuera justa, mientras que Cecilio insistía en mantener el control dentro de la comunidad.
Los turistas también fueron testigos de las disputas dentro de Chillihuani. Operadores turísticos dijeron en conversaciones privadas que a veces sus vehículos fueron golpeados con piedras en medio de peleas entre las facciones de Chillihuani. Otros recibieron amenazas de que sus vehículos serían incendiados. A veces había bloqueos en la carretera que impedían la llegada de los turistas.
Al menos un turista murió y otros 20 fueron heridos en un incidente de tránsito aparentemente ligado al mal estado de la carretera, lo que provocó que se volcara un vehículo. Varios otros turistas murieron por culpa de relámpagos que cayeron en la cima de la montaña.
Las peleas a veces llegaban hasta la prensa local. “El turismo solo nos ha traído problemas, ha habido conflicto, pelea entre comunidades”, dijo una mujer de Chillihuani a una emisora de Cusco. “No ha habido el progreso que uno quisiera tener”.
Las disputas llegaron a un punto de quiebre en noviembre de 2023, con una pelea entre comuneros que generó varios titulares dentro de la región.
“Fue terrible”, dijo Filomeno, agregando que los atacantes “me pegaron a latigazos, me apedrearon hasta que sangré”.
Esa confrontación violenta finalmente atrajo la atención del Gobierno peruano, que a través de la oficina de la Presidencia del Consejo de Ministros, prometió mediar en las negociaciones para llegar a un acuerdo de paz.
“Ya es momento de nosotros poner un pare y hacer saber que el Estado está presente en estos espacios”, dijo en su momento Saul Caipani, quien en ese entonces era el jefe de la oficina de turismo del Cusco. Él no respondió a varios pedidos de comentario.
Al Gobierno peruano le demoró ocho meses agendar la primera reunión.
Decenas de personas se reunieron en una sala en la ciudad del Cusco en julio de 2024. Un funcionario del Estado pidió a Cecilio y Flavio que se abrazaran. “¿Por qué?”, dijo. “Porque debemos demostrar madurez, unidad y que haya paz entre nosotros. No más violencia por favor”. Los asistentes aplaudieron.
Las partes regresaron a la misma sala de reuniones un mes después, el 8 de agosto. Pero para ese momento las tensiones estaban de nuevo al máximo. Casi hubo una pelea, según un video del evento, y Cecilio se fue a la mitad de la reunión.
Pero antes de eso, él expuso su visión. “Este es un atractivo natural, es de tierra, por eso la administración pertenece a la comunidad”, dijo Cecilio. “Así que les guste o no les guste, la comunidad va a asumir su administración, y si no están de acuerdo, bueno, me procederán a denunciar”. Luego se fue.
“Ahí es donde todo colapsa”, dijo Edit. “A las horas, yo solicito con un oficio a los señores de la policía que estén alertas porque va a haber un conflicto”. En el documento, ella le advierte a la policía de una posible confrontación el día 10 de agosto.
Ese día, ella luego reporta una contienda entre los bandos de Flavio y Cecilio en la mañana. Cinco oficiales de policía fueron al lugar y encontraron un grupo de más o menos 70 personas que se dispersaron al verlos. Sin ningún otro signo de violencia, las autoridades se fueron.
Durante la puesta de sol el sábado 10 de agosto, Flavio, Filomeno y su esposa, Rufina Vicente Noa, se prepararon para asistir a la boda de un pariente en común.
Se pusieron las mejores ropas. Rufina, una talentosa costurera, diseñó su propia vestimenta. Ella también llevaba unos 2,000 soles (casi US$ 600) en efectivo como regalo para los recién casados. Los tres se subieron a dos motocicletas y fueron por la misma carretera que se llena de turistas por la mañana, pero que se vacía a partir de la tarde.
Una turba de unas 80 personas los esperaba en el centro de Chillihuani, cerca del mercado de la comunidad. Ellos los desmontaron de las motos y los tiraron al piso. Rufina recordó que les gritaron: “¡Salgan, carajo! ¡Los vamos a atar al poste!”
Desesperados, los tres huyeron hacia los cerros que conocían de toda la vida. La multitud los persiguió, con piedras en las manos que algunos tiraron hacia Flavio que seguía corriendo, según Rufina. Un hombre gritó “¡Te vamos a matar!”, según ella relató luego a las autoridades. “¡Les vamos a matar, carajo!” “¡A qué cosa están bajando, carajo!”
Ellos continuaron corriendo hacia los cerros mientras anochecía, lo que limitaba su visibilidad. Superados en número y sin una manera de escapar, los agarraron fácilmente. Pero no antes de que Filomeno fuera capaz de llamar a Edit. “¡Nos van a matar! ¡Nos van a quemar vivos!”, recordó ella que le dijo Filomeno. “¡Necesitamos a la policía!”
Flavio recibió varios golpes con piedras. La multitud también lo pateó, tiró puñetes y continuó apedreando, según documentos judiciales.
Rufina, Filomeno y al menos dos otros testigos dijeron que Cecilio estaba en la escena. Rufina dijo que “Cecilio vino de frente hacia Flavio. Vino hacia el cerro donde nos estaban pegando y dijo ‘Oye Flavio, dónde demonios estás? Te voy a matar ahorita’. Le pateó, le golpeó con una piedra, le dio en la cabeza, y de ahí se fue”.
(Cecilio y su defensa han dicho que esto no es verdad y que él no estaba cerca del lugar donde ocurrió el ataque, sino que se encontraba en un pueblo aledaño. Los otros imputados también han negado estar involucrados.)
“Hermanitas lindas, no me hagan esto por favor”, suplicó Flavio poco antes de morir de sus heridas, según las autoridades. “Por favor, no me hagan esto, por favor, no me hagan esto”, agregó, según un testigo en el caso judicial.
Mientras Flavio seguía tendido en la ladera del cerro, Rufina y Filomeno fueron arrastrados hasta el centro de la comunidad, que ahora estaba débilmente iluminado por una de las motocicletas que había sido incendiada. Videos muestran el caos que siguió.
“¡Agarren a ese perro! ¡Agarren a ese perro!”
“¡Quédate ahí, mierda!”, gritaban algunos hombres.
Dos hombres comentaban en medio del caos. “Tenemos que quemarlo”, dijo uno de ellos. “Definitivamente, hay que quemarlo,” respondió el otro. “Si vamos a la cárcel, todos vamos”, dijo el primer hombre. “Al menos, finalmente, vamos a estar en paz ahí”.
En medio de la violencia, otro hombre se puso a reflexionar. “En nuestro pueblo hay puros problemas”, dijo según documentos judiciales. “Si es posible, cierren la montaña de siete colores de una vez”.
Rufina y Filomeno dijeron que la turba les tiró ceniza mezclada con orina y ají en los ojos. Luego amenazaron con quemarlos y tiraron sus dos motocicletas al río, para luego decir que harían lo mismo a ellos. La multitud también ató a Filomeno por las manos contra un poste de luz.
“Me abusaron cruelmente”, dijo Filomeno. Rufina temía por su vida y la de su esposo, y se agarró fuertemente a él. La multitud quemó sus ropas y tomó el dinero que ella pensaba entregar como regalo de matrimonio, según Rufina.
Finalmente, llegaron cuatro oficiales de policía dentro del único carro de patrulla que tiene el pueblo más cercano. La turba les tiró piedras a ellos también, quienes se dieron la vuelta y se fueron para protegerse. Decidieron esperar hasta la seguridad del amanecer para subir de nuevo.
Mientras golpeaban a Filomeno y Rufina, empezaron a circular rumores entre la multitud de que Flavio, quien se había quedado atrás en el cerro, podía haber muerto de sus heridas. Rufina y Filomeno creen que fue esa la razón por la que finalmente los soltaron.
“Nos escondimos entre los árboles cada vez que pasaba un carro o motocicleta”, ella dijo. “Pensamos que nos harían lo peor. Llegamos llorando”.
Una vez que Edit se comunicó con la policía, el resto de la comunidad empezó a escuchar del ataque.
Fue en ese momento que Ivcher recibió una llamada sobre la situación. “Me dijeron, ‘tu papá ha sido secuestrado. ¿Qué hacemos?,’” recordó.
Cuando Ivcher llegó al pueblo principal, se habían reunido ya varios de sus vecinos. Todos tenían miedo de subir a Chillihuani y ningún taxi quería arriesgarse a hacer el viaje. Ahí fue que Ivcher vio al carro de policía, apedreado y dañado, llegar de vuelta. Pero también les llegó la noticia que Filomeno y Rufina habían logrado escapar.
“Me dieron una noticia de esperanza”, dijo Ivcher. “Mi papá era una persona muy astuta e inteligente. Ya en otras situaciones un poco difíciles que él había pasado, siempre se sabía cuidar”.
La policía, mientras tanto, decidió que subirían a Chillihuani nuevamente recién al amanecer, acompañados de más de 100 oficiales que llegaron en dos buses. Ivcher casi no durmió esa noche.
“A las siete de la mañana llegó la policía”, dijo Ivcher. “Y yo empecé a correr, a buscar a mi padre. Vi la moto que estaba dentro del río, cosas quemadas, todo un caos”. Él miró hacia arriba en los cerros y vio un punto rojo y corrió hacia él, dándose cuenta en el camino que era una persona. Era Flavio.
“Estaba irreconocible”, dijo Ivcher. La cara de Flavio estaba desfigurada, cubierta en sangre y con un hueco en la cabeza. Él estaba tendido de espaldas vestido con una casaca naranja, un casco de motocicleta estaba tirado a su lado.
La fiscalía todavía está investigando quién pudo haberle dado el golpe fatal a Flavio.
“Creo que ya es de conocimiento público que Flavio fue apedreado y falleció producto de los golpes que recibió”, dijo Rina, la fiscal. quien también se dirigió a Chillihuani el día domingo cuando escuchó la noticia del ataque.
Ivcher sintió que se estaba despertando de una pesadilla. “Quería que esté vivo, quería ver la manera de que pueda resucitar y me diga algo, me diga qué ha pasado, quién ha sido, algo. Pero no”. Me he quedado como en un shock, congelado, sin saber qué hacer en ese momento. O sea, ¿cómo es posible que mi papá ya no esté?”
Alrededor de veinte miembros de la comunidad de Chillihuani fueron detenidos, en un operativo liderado por Rina. Cecilio fue arrestado más tarde el mismo día en una comunidad vecina, donde los comuneros lo habían detenido a través de un arresto ciudadano después de escuchar lo que había sucedido. Cecilio ha dicho que ese día él se fue de Chillihuani porque pensó que Flavio y su gente lo estaban tratando de matar a él, y que él se fue de la comunidad mucho antes de que sucediera el ataque.
Un juez decidió liberar a las mujeres que habían sido arrestadas, pero declaró prisión preventiva por casi dos años hasta al menos mayo de 2026 contra doce hombres, incluido Cecilio. Los principales testigos en el caso son Filomeno y Rufina, aunque algunos abogados defensores han tratado de desacreditar el testimonio de ella por ser una mujer analfabeta.
La viuda de Flavio, Vilma Illatinco, estaba agobiada por el dolor a causa de la muerte de su esposo. Se desmayó en su funeral, al que asistieron cientos de personas. Ivcher planeó una pollada para recaudar fondos para poder solventar sus gastos médicos. Pero ella murió pocos días después, antes de que la pudieran llevar al doctor.
Ivcher ahora cuida él solo de sus tres hermanos menores. El más joven, Hugo, acaba de cumplir once años. Él lo sacó de la escuela pública de Chillihuani, donde los niños se pelean constantemente imitando las disputas de sus padres sobre la montaña de siete colores.
La muerte de Flavio creó una tregua extraoficial entre los comuneros de Chillihuani. Aunque no han podido llegar a un acuerdo para resolver el manejo de la montaña de siete colores, tampoco ha habido más peleas y el sitio turístico sigue operando.
“A veces no quiero comer, no puedo dormir. La tristeza y la preocupación me agobian”, dijo Rufina, añadiendo que los “hijos de Flavio están abandonados, su ganado está abandonado, sus animalitos también están abandonados. Cuando mi esposo sale a la calle, pienso que le van a hacer lo mismo a él”.
Ivcher está pasando por dificultades económicas. Él está estudiando economía en la universidad y aspira a ser un empresario en el futuro, pero está agobiado por las necesidades diarias de sus tres hermanos. Este año, él vendió algunas de las alpacas de su papá para poder tener algo de dinero, aunque sabe que vender animales no es algo sostenible.
Él también enseña oratoria en una academia en Cusco, donde les dice a sus estudiantes que siempre deben tratar de sentirse “excelente, excelente, excelente”. Ivcher prefiere mostrarse estoico, concentrado en las cosas positivas, pero admite que a veces no puede dejar de llorar por las noches cuando está solo.
Edit, la subprefecta, fue a ver a un cura, diciéndole que sentía demasiada culpa e impotencia por no haber podido evitar la muerte de Flavio.
Pero el asunto principal de cómo debe manejarse la montaña de siete colores está lejos de ser resuelto. Uno de los asesores de Cecilio, un abogado llamado John Berveño, acusó a las autoridades de básicamente tratar de robarles la montaña a los comuneros de Chillihuani.
“El objetivo aquí es despojar de la administración a una comunidad indígena, ese es el móvil”, dijo en una audiencia judicial. “¿Para qué? ¿Para luego privatizar la carretera?”.
El Congreso de Perú sostuvo una reunión pública poco después de la muerte de Flavio. En ella no se llegó a ninguna conclusión concreta, pero los funcionarios del Estado se mostraron abiertos a tomar un mayor control sobre el lugar.
“Los pobladores deberían despojarse un poco del recurso para entregarlo en este caso a la provincia, a su región, al país y por ende a la humanidad”, dijo un funcionario de la Presidencia del Consejo de Ministros.
La semana pasada, las autoridades hicieron un arresto sorpresa y detuvieron a Iván Choqque. Rina. la fiscal, dijo a Bloomberg que testimonios indican que él estuvo en la escena del crimen cuando murió Flavio.
Él fue arrestado en un remoto pueblo de la Amazonía peruana. No se le pudo contactar a él o a un abogado para pedirle comentario para esta nota.
La mayoría de los turistas nunca ha oído de los vaivenes y violencia que rodean a la montaña de siete colores. Pero la comunidad de Chillihuani ahora es un pueblo en crisis.
“Cuando vi el cadáver de Flavio, me dolió tanto por los familiares de Flavio como también por los mismos comuneros de Chillihuani”, dijo Rina. “Todos salen perdiendo aquí”.
Hasta el día de hoy, la madre de Flavio, Lorenza Yupanqui, sube hasta la montaña de siete colores a vender artesanías a los turistas. Esa es su fuente de ingresos, aunque sea difícil de sobrellevar.
“Cuando veo el sitio donde murió mi hijo y cuando paso por ahí, pienso. ¿Estas personas también me van a herir a mí?”