
Escribe: Paola del Carpio Ponce, coordinador de Investigación en Redes
Hace unas semanas, me topé con un artículo que resaltaba que cada vez menos padres –especialmente los más jóvenes– leen diariamente a sus hijos pequeños. Aunque quizás suene como un tema de cada familia, la evidencia es contundente en indicar que la lectura temprana tiene efectos positivos sobre el desarrollo del lenguaje, la autorregulación emocional, la empatía y la capacidad para aprender. Esto quiere decir que la lectura desde edades tempranas tiene el potencial para mejorar el rendimiento y, por ello, la futura empleabilidad y productividad de nuestros hijos, así como la competitividad del país en su conjunto.
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Una encuesta reciente en el Reino Unido muestra que el total de padres que leen libros en voz alta a sus hijos de entre 0 y 4 años ha caído de 64% en el 2012 a 41% en el 2024. ¿Qué explica esta caída? Los padres más jóvenes en esta generación han crecido más rodeados de tecnología y dispositivos y no disfrutan la lectura ni tampoco repetir una misma historia varias veces. Por el contrario, tienen una mayor disposición a utilizar pantallas para reemplazar este espacio. Sin ir muy lejos, la Encuesta Nacional de Lectura (2022) indica que solo el 10% de los niños peruanos de 0 a 5 años son lectores frecuentes; es decir, que se les lee libros a diario o seguido. Por el contrario, el 43% está en el grupo de no lectores; es decir, a quienes no se lees lee ni con poca frecuencia.
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Está probado que la inversión en la primera infancia resulta una de las más costo efectivas para la acumulación de capital humano. Esto se debe a que antes de los 5 años el cerebro se desarrolla aceleradamente y los insumos que recibe en esos primeros años, hacen más potentes los resultados de los insumos que se les dé a esos niños en el futuro. Para entender cómo esto hace la diferencia, un estudio del 2019 mostró que los niños a los que se les lee con regularidad desde bebés ingresan a la primaria habiendo escuchado aproximadamente 1.4 millones de palabras más que aquellos que no tuvieron esa oportunidad. En un país donde solo un tercio de los estudiantes de cuarto de primaria tiene un nivel satisfactorio en lectura, debemos explorar las maneras de facilitar un mejor aprendizaje.
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En particular, la lectura es una capacidad esencial para el desarrollo. Por un lado, porque un trabajador que no es capaz de comprender textos o instrucciones difícilmente logrará un buen desempeño. Por el otro, porque un estudio del PIAAC muestra que una mejora del 1% en alfabetización de adultos (medida por resultados en pruebas estandarizadas) puede elevar el PBI per cápita en 3% en el largo plazo. Sin embargo, a pesar de esta clara importancia, no siempre es sencillo para madres y padres con largas jornadas de trabajo, empleos precarios y, en algunos casos, también bajos niveles educativos leer constantemente a sus hijos.
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¿Qué podemos hacer? Existen alternativas desde el sector público, el sector privado y la sociedad civil que pueden apoyar. Una alternativa conocida son las bibliotecas móviles en zonas alejadas (como ocurre con el Bibliomóvil de la Biblioteca Nacional), que puede ser una iniciativa tanto pública como privada. Además, algunos municipios organizan pequeños eventos de cuentacuentos para diferentes edades en parques o salas de lectura comunitaria. También es posible organizar la donación de libros en lugares sin acceso a bibliotecas, junto con campañas que resalten la importancia de dedicar un tiempo diario a esta actividad. Otro aspecto importante es capacitar padres y/o cuidadores sobre cómo leer con calidad; es decir, describiendo imágenes, haciendo preguntas y conectando el cuento con vivencias. Un experimento del BID mostró la efectividad de enviar mensajes de texto a padres con tips de lectura y recordatorios diarios, logrando duplicar el tiempo dedicado a la lectura a los hijos del grupo que recibió los mensajes en comparación al grupo que no los recibió.
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Este es un tema que necesitamos poner en nuestra agenda personal (si cabe) y colectiva. Sea porque amamos a nuestros niños y queremos darles el mejor futuro posible, porque nos preocupa nuestro potencial de crecimiento como país o porque ambas cosas son ciertas a la vez, buscar espacios para acercar la lectura a los chicos y ser capaces de predicar con el ejemplo se hace ineludible. Lamentablemente, en un contexto de crisis constante donde todo lo urgente desplaza a lo importante, solemos perder el norte. Sin embargo, esta es una de esas cosas donde podemos hacer la diferencia desde nuestra propia trinchera, sin esperar grandes intervenciones. Si el futuro está en nuestros niños y jóvenes, alimentemos ese futuro –el suyo y el nuestro– desde hoy. Cambiemos de a poquitos este cuento de nunca acabar.
