Panamericanos 2027: Lo que Lima podría aprender de la Barcelona preolímpica

Después de la celebración de los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1993, la ciudad había cambiado significativamente, sin perder su esencia en su proceso de modernización. Es verdad que la ciudad había comenzado a experimentar estos cambios unos años atrás bajo el eslogan “Barcelona, posa’t guapa” (Barcelona ponte guapa), en una campaña que, desde 1985 hasta 2001, mejoró sustancialmente la infraestructura al recuperar edificios y darles buenas condiciones de habitabilidad, y contribuir con esto a elevar la calidad de vida de la también llamada Ciudad Condal.

Este proceso, que contó con una gran participación del sector privado y de la misma población, se vio favorecido también desde el Estado por la construcción de infraestructuras que ayudaron a que Barcelona mejore su sistema vial y que la ciudad vuelva a mirar al mar, gracias al retiro de fábricas y vías construidas durante la revolución industrial que habían cortado esta histórica relación.

Hemos recibido con gran entusiasmo la noticia de que Lima será nuevamente sede de los Juegos Panamericanos. La exitosa experiencia anterior ha sido, quizás, el principal argumento que inclinó la balanza a favor de nuestra ciudad. También, que gran parte de las instalaciones construidas para la cita deportiva se han mantenido en buen estado por una buena gestión del “legado” que dejaron los juegos el 2019.

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Tal vez, esta segunda oportunidad sea motivo para hacer mejoras en la infraestructura de la ciudad. Del evento anterior, quedaron algunas obras como el viaducto de la Costa Verde y la recuperación de la antigua carretera Panamericana Sur. Es deseable que nuevas obras de infraestructura se sumen. Dentro de las más urgentes, se encuentran la construcción del acceso al nuevo terminal del Aeropuerto Jorge Chávez y la conexión de la Línea 4 del Metro de Lima, ya que, como se sabe, la estación del aeropuerto quedará en el antiguo terminal. De la misma manera, sería deseable que el diseño de la anunciada ampliación de la Villa Panamericana ―que alojará a los deportistas durante los juegos― pueda integrarse al tejido urbano y genere espacios públicos de calidad que incorpore a los siete edificios aislados y autónomos con los que se cuenta en este momento.

Pero, tal vez, lo más importante para la mejora de nuestra ciudad sea el involucramiento de la población y que las autoridades, nacionales y locales, lideren un proceso de convocatoria que anime a todos a participar en estos cambios. Un poco a la manera de la Barcelona preolímpica. Si cada uno de los habitantes de nuestra ciudad se sintiera partícipe del proceso, se podrían lograr cosas importantes aunadas a las obras ―no solo deportivas― que la ciudad deberá poner en marcha.

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Recientemente, se ha lanzado una campaña para recuperar el Centro Histórico bajo el rótulo de “Ciudad de los Reyes” que, sin dejar de ser histórica, alude al primigenio nombre de Lima vinculado a la festividad de los Reyes Magos y suena un poco excluyente respecto a la Lima actual.

En los últimos años, se ha dado un proceso para poner de relieve la “milenariedad” de nuestra ciudad, por lo que a estas alturas a todos nos debe quedar claro que Lima no empezó en 1535. Tal vez, convenga ir más atrás y recordar que el origen del nombre de nuestra capital está en el oráculo que alguna vez hubo en estas tierras y que, según el Inca Garcilaso de la Vega, los antiguos limeños llamaron Limaq (el que habla). Así que, en esta nueva oportunidad —no hay primera sin segunda se dice en la marinera― qué tal si hacemos que los limeños unamos nuestras voces, orgullosos de nuestro pasado como también orgullosos de nuestro tiempo, y que digan histórica y coloquialmente “¡Habla, Lima!”. Bienvenidos, XX Juegos Panamericanos 2027.