
Escribe: Ricardo Valcárcel, analista económico
Desde hace una década, Donald Trump ha hecho del proteccionismo económico un punto vital de su discurso político en EEUU, especialmente usando los aranceles como ariete. Cree que así ataca dos problemas, el déficit comercial y mantener la supremacía de su país en el mundo, para frenar el ascenso de China como potencia económica, tecnológica y geopolítica.
Tal conducta política ya la ejerció en su primer mandato presidencial, con resultado negativo. El déficit comercial en 2017 fue de 566 mil millones de dólares y en 2020 fue de 626 mil millones. Y China siguió creciendo a más del doble que EEUU en ese periodo.
Durante la presidencia de Joe Biden, EEUU empeoró en esos dos objetivos mencionados. Por ello, Trump está insistiendo con mucha dureza en esta ocasión. Su objetivo complementario es reindustrializar su país y presionar a empresas a relocalizar.
Todas las semanas, desde que asumió este segundo mandato, Trump anuncia la imposición unilateral de tarifas exageradas a gobiernos o a productos específicos, y notifica “fechas definitivas” para concluir negociaciones, que luego posterga por presión empresarial interna o por riesgos inflacionarios. Toda una máquina para crearse enemigos.
De una forma u otra, este baile arancelario culminaría en este segundo semestre. Por lo que se debe esperar un radicalismo mayor, lo que conducirá a fomentar aún más la incertidumbre global vigente, especialmente en mercados y cadenas de suministros.
China no ha permanecido inmóvil, tiene el poderío suficiente para emparar la arremetida de Trump. Lo está haciendo, aunque su economía sufre igualmente. Restringe la exportación de tierras raras necesarias para el avance tecnológico, suspende compras de maquinaria agrícola estadounidense, impulsa rechazos a productos como Apple y Starbucks, e impone aranceles recíprocos a diversos productos de EEUU.
Las medidas de EEUU contra China, no son sólo comerciales, pues hay varias directas en los sectores de tecnología, defensa y seguridad, recursos estratégicos, finanzas e inversión. China, por su parte, subsidia masivamente su desarrollo tecnológico, acuerda con varios países el uso del yuan, amplia el programa La Franja y la Ruta, se acerca a África, CELAC, ASEAN y BRICS+ (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Egipto, Etiopía, Indonesia, Irán y Emiratos Árabes Unidos), y consolida alianzas financieras y comerciales en el sur global.
Otros países importantes negocian para resistir lo que pueden para enfrentarse a EEUU. Así está ocurriendo con Brasil, México, Canadá, la Unión Europea, Japón, Corea del Sur, India, Turquía y Sudáfrica, todos antes amigos de EEUU.
Recientemente, Trump ha enviado cartas a 14 países, varios del grupo del sudeste asiático ASEAN, para impedir la reexportación de productos chinos a EEUU y para que no firmen acuerdos tecnológicos con China, instándolos a repatriar fábricas hacia suelo estadounidense.
Asimismo, amenazó con imponer un arancel adicional del 10% a los países del BRICS, si es que adoptan acciones políticas “antiestadounidenses”. De hecho, está imponiendo un arancel de 50% a todos los productos exportados por Brasil a EEUU.
El Perú no ha recibido carta oficial, pero informalmente se conoce que está en una categoría de país “observado” o “advertido”, que trataría de reducir la presencia de inversiones chinas, y frenar posibles triangulaciones comerciales con China. Hay contactos diplomáticos al respecto.
Perú puede verse presionado a alinearse con unos de los bloques, con EEUU o con China, padeciendo represalias de ambos. También, puede sufrir por una alta volatilidad en los precios de los minerales. Pero asimismo puede verse favorecido con inversiones en minería, agroexportación y energía.
Perú requiere lograr una neutralidad activa y estratégica para navegar entre ambos bloques. La estrategia óptima es no elegir un bando, que permita aprovechar las oportunidades de ambos bloques, mientras se protege la soberanía económica. Ahora, pedir coherencia que desarrolle tal estrategia al actual gobierno inepto es una quimera, por lo que nuestro destino más está en manos de la suerte, para no terminar pagando esta ajena guerra hegemónica con la tuya y con la mía.