
Escribe: Enrique Castillo, periodista
La presidenta Dina Boluarte convocó a elecciones generales con una sorpresiva anticipación, que ya quisiéramos vérsela en temas de Estado o en la toma de decisiones y ejecución de acciones de gobierno.
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Es obvio que esta convocatoria tuvo dos intenciones: adquirir un seguro contra la vacancia, porque convocadas las elecciones para dentro de un año, habrá ahora el argumento de que resulta muy perjudicial para el país pretender cambiar de gobernante a estas alturas; y lograr que los reflectores apunten a los presuntos postulantes a la presidencia, promoviéndose debates, disputas, enfrentamientos, y peleas entre ellos.
Es verdad que la vacancia se va a ver desinflada con la convocatoria a elecciones, y que las bancadas que apoyan a este Gobierno van a tener la misma posición que el presidente del Congreso, que la considera inviable. Pero también es verdad que, llegado el momento, y frente a algún hecho grave que comprometa o vincule a la presidenta y que se haga público, las cosas pueden dar un giro inesperado.
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Eso pasó con el exministro del Interior, Juan José Santiváñez, que no perdió el puesto por los miles de asesinatos en las calles, ni por las extorsiones o las balaceras contra las unidades de servicio público, a pesar de las multitudinarias marchas que se organizaron en diversos puntos del país, sino únicamente por el asesinato de un personaje público y popular como un cantante de cumbia. Aunque el vaso esté lleno, si hay una gota que derrama el vaso, la historia puede cambiar de la noche a la mañana.
Y con respecto a la agenda, está siempre cambia en el Perú, casi a diario, aunque siempre se tiene presente a la presidenta y sus pasivos, así como a su hermano y a sus waikys. Vladimir Cerrón, por ejemplo, es un tema recurrente, sea porque hay noticias sobre él, o porque él trata de hacer noticia exhibiendo su anticaviarismo o sus acercamientos a la derecha anticaviar.
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Pero sí es verdad que los temas preelectorales van a empezar a aparecer con más frecuencia y más intensidad con el correr de los días, y que las noticias que salgan del Gobierno, con excepción de las que salgan de la mochila de la presidenta, van a tener cada vez menos importancia.
En estos temas de agenda llama la atención como la Fiscalía de la Nación busca por todos los medios ponerse para la foto, o participar activamente en el escenario político. Si ya tenía bastante con diversos asuntos que la enfrentaban con el Ejecutivo, el Congreso, la Municipalidad de Lima, o diversos sectores políticos, ha querido sumar un nuevo frente en el momento más inoportuno. Apenas se convoca a elecciones, no se le ocurre mejor idea que iniciar diligencias preliminares para declarar la ilegalidad de algunos partidos políticos, Fuerza Popular de Keiko Fujimori, y País para Todos, que alberga a Carlos Alvarez.
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En los últimos días, la Fiscalía de la Nación ha sido blanco de acusaciones desde diversos sectores por la actuación de varios fiscales que liberan a delincuentes que la policía captura, o que acusan a policías que abaten delincuentes en defensa propia o por defender a la sociedad, incluso arriesgando sus vidas.
En una semana se ha conocido que delincuentes recientemente capturados, y que han participado en conocidos actos delictivos como el ataque a un grupo de cumbia, fueron detenidos en diversas oportunidades y dejados en libertad por fiscales que no siguieron con la acusación respectiva. También se ha sabido de un policía que ha sido condenado a 10 años de prisión por repeler un ataque de un grupo de delincuentes armados en el que perdió la vida uno de ellos.
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Que todos leemos o vemos noticias en las que se difunde que muchos fiscales liberan delincuentes, capturados en flagrancia por la policía, es verdad. Eso no se puede negar. Y la respuesta no puede ser la que dio la Fiscal de la Nación, preguntando que donde están las denuncias contra esos fiscales.
Lo único que logra la Fiscalía de la Nación es darle la razón a quienes señalan que se ha convertido en un instrumento político; que prefiere la política a la persecución de los delincuentes; y que es necesaria la total restructuración de la Fiscalía. Y de paso “ayuda” a los partidos a tener publicidad y a victimizarse.
Hay evidentemente otros hechos que cambian la agenda. Pero lo de la Fiscalía es una muestra de cómo hay instituciones que levantan la mano cuando se buscan voluntarios para “colaborar” en ese cambio.
