Periodista
Hace una semana, titulamos esta columna: ¿Y qué va a hacer el Congreso? Señalamos que la presencia de Aníbal Torres comoprimerminis- tro eramolesta pero a la vez intimi- danteparaloscongresistas. Y en el último párrafo mencionamos que este Parlamento ha dado su confianza a dos gabinetes integrados por ministros sumamente cuestionados, y ha respaldado con su confianza a ministros a los que en días previos o en horas posteriores ha denunciado.
Esa columna la cerramos con una pregunta, refiriéndonos a la actitud que tomaría el Parlamento: ¿Hará lo mismo ahora? La respuesta llegó demasiado rápido: el Congreso va a hacer lo mismo ahora. A juzgar por los hechos, Pedro Cas- tillo le ha ganado el “pulseo” al Congreso. La presencia de Aníbal Torres como premier le ha permi- tido recuperar la iniciativa y “sacar las garras”, lo que no hizo Mirtha Vásquez. En su afán de arrinconar al Parla- mento, el primer ministro salió a “pecharlo” y a acusarlo, aprovechando la indecisión y dispersión de los congresistas sobre la vacancia, la acusación constitucional y las censuras.
También aprovechó algunas circunstancias que seguro evaluó que le favorecían, como un presunto almuerzo “golpista”, o los deslices de la presidenta del Congreso en sus entrevistas o conversaciones telefónicas, que mostraron ciertas ansias por la sucesión, ganas de quedarse, y/o cierta prepotencia.
La arremetida del Ejecutivo incluyó las acusaciones a la titular del Parlamento. Esto descolocó a los congresistas que no supieron manejar la situación, y que se vieron debilitados por la encuesta de Ipsos del do- mingo, donde la mayoría del país señalaba que si se iba Castillo también deberían irse los parlamentarios. En ese momento, parece el miedo a que la población los desaloje del edificio de Abancay después de Pedro Castillo, loshizo “re- flexionar”, y de pronto, “la búsqueda del consenso” y “la gobernabilidad” (frases debajo de lascuales puede caber todo) afloró en toda su dimensión, anunciándose, con un abrazo que muy pocos hubieran imaginado, una tregua ¿sin condiciones? hastael 8 de marzo, y quizás más.
Inmediatamente el premier aprovechó la situación. Había logrado -o las circunstancias lo habían permitido- desarmar al Congreso, consolidarsupo- sición como primer minis- tro, darles un respiro a todos sus ministros, y llegar al 8 de marzo sin mayores amenazas. En ese escena- rio, ofrecer disculpas era dar un paso atrás y dos adelante. Y lo hizo.
Por más que varios congresistas de diferentes bancadas estén tratando de ha cerun”control de daños”, ahoradiganque unatregua no significa renunciar al controlpolíticooqueyatie- nen la acusación constitucional avanzada, lociertoes que los quehan”suscrito” la tregua, prácticamenteyen los hechos, se han puesto unacamisade fuerza,y han renunciado a seguir buscando la salida o la arenuncia de varios ministros muy cuestionados; se han com- prometido a no seguir ha- blandodevacancia,odere- Tunciadel presidente; y casi como que hanasegurado que le darán el voto de confianza a este Gabinete. Hacer lo contrario,o insistir, en cualquiera de estos temas, sería”violar” latregua. Ahora, la ventaja latiene el Ejecutivo, aunque a muchos les pueda parecer mentira. Tanto que ayerel presidente dijo que estaba muy contentode que se ha yan superado los¿dimes y diretes?, y le quiere ponerla agenda al Parlamento ade lantando la presentación del Gabinete parael 28 de febrero. ¿Qué va a hacerel Congreso?