El mes pasado en el Luna Park, cuando el presidente de Argentina, Javier Milei, se puso una casaca larga de cuero e interpretó “Panic Show” de la banda de rock La Renga, exhibió una imagen de excéntrico. Y cuando insulta al Congreso de su país (“un nido de ratas”), al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof (“enano comunista”) y al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez (“el hazmerreír de Europa”), se muestra como otro populista grosero más.
Ambas caracterizaciones tienen algo de verdad, aunque si se trata del desempeño de la mayoría de indicadores macroeconómicos de su país, Milei está superando las expectativas. Cuando asumió, en diciembre, la economía argentina era una maraña de inflación galopante y controles de precios insostenibles.
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Para sanearla, redujo drásticamente el gasto público y el banco central (BCRA) dejó de emitir pesos para financiar el déficit fiscal. El resultado han sido cinco meses consecutivos de superávits fiscales. Si bien la inflación saltó luego de una fuerte devaluación, ha caído desde entonces. En mayo fue 4.2%, la tasa más baja desde enero del 2022.
La coalición de Milei tiene tan pocos representantes en el Congreso que algunos analistas temieron que, para implementar su agenda, iba a hacerlo al margen de las instituciones democráticas del país, o que las destruiría. En lugar de ello, su Gobierno negoció con legisladores opositores y, el 13 de junio, el Senado aprobó dos proyectos de ley orientados a liberalizar la economía, promover la inversión y aumentar la recaudación tributaria. Se espera que la Cámara de Diputados los apruebe pronto.
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Por ahora, el éxito del presidente se basa en sus implacables ataques al establishment y los sindicatos del país, que han sido suficientemente convincentes –y entretenidos– para mantener su aprobación por encima de 50%. Eso le ha otorgado espacio para continuar reformando, a pesar de que los recortes del gasto han ocasionado una profunda recesión. Además, ha aprendido a hacer concesiones para que sus iniciativas legislativas salgan adelante en el Congreso.
No obstante, será sumamente complicado deshacer el enredo de fallos económicos del país –y lo más difícil para Milei aún está por llegar–. La inflación de junio podría elevarse debido al encarecimiento de la energía, lo que exacerbará temores respecto del peso, que nuevamente se ha sobrevaluado. El mandatario lo niega airadamente, pero mientras más tiempo pase ignorándolo, mayor será el riesgo de una perjudicial devaluación inflacionaria.
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Milei también tendrá que decidir el futuro del BCRA y del peso. El horrible historial de inflación y default de Argentina hace que sea adecuado que se exploren nuevas formas de anclar la economía. Pero en este frente, el presidente ha ofrecido anarquía monetaria y no un nuevo orden. Durante su campaña electoral, prometió dolarizar la economía y “dinamitar” el BCRA. Hoy, él y su equipo hablan de “competencia de monedas”, mediante la cual el peso coexistiría con otras divisas. Pero los detalles al respecto siguen siendo inquietantemente vagos. Encima, aún quiere cerrar el BCRA.
Toda esta incertidumbre tiene costos. Los inversionistas no están dispuestos a destinar dinero a un país donde el sistema monetario y la divisa están en juego. Milei todavía abriga visiones radicales, aunque algunos de su equipo no. En mayo, declaró que buscaba una “dolarización endógena”: los argentinos podrían usar dólares o pesos, pero la oferta de pesos sería fija. Cuando la economía crezca (y, por ende, necesite más dinero en circulación), los argentinos estarían obligados a comenzar a usar sus ahorros en dólares. El peso, ha señalado, se convertiría en una “pieza de museo”.
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Este esquema, mal concebido, genera más preguntas que respuestas, pues no ha sido puesto a prueba por ningún país. Congelar la oferta monetaria podría provocar deflación o, si la meta es que la población abandone el peso por completo, hasta para realizar transacciones, podría reavivar la inflación ya que la disponibilidad de pesos superaría la decreciente demanda por ellos.
El FMI, que mantiene un programa crediticio con Argentina por US$ 44,000 millones, parece preocupado. Milei ha prometido informar al organismo todo sobre sus planes monetarios para fines de este mes, pero si la idea de dolarización endógena sobrevive, se reduciría la probabilidad de que el FMI le otorgue nuevos préstamos a su Gobierno. Además de riesgoso, ese radical experimento también es innecesario.
Al otro lado de los Andes, Perú aplica el tipo de competencia de monedas que podría funcionar en Argentina. Dólares y soles circulan en la economía, pero a diferencia del plan de Milei, el banco central peruano regula la oferta de soles y respalda su uso. El presidente argentino obtuvo resultados en el Congreso porque supo negociar. Para evitar que sus logros económicos, obtenidos con tanto esfuerzo, no rindan los frutos esperados, también necesita proyectar certeza y sensatez con respecto al manejo del peso.
Traducido por Antonio Yonz Martínez.
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